La Ley 514 hizo realidad la inmigración menonita

La Ley 514 abrió las puertas de una inmigración de manera definitiva. Tras su aprobación, a Canadá se envió un telegrama que rezaba: “Los menonitas pueden venir”.

Entrada en el Chaco en el año 1927, desde Puerto Casado, en el tren de trocha angosta de la Empresa Carlos Casado Limitada.
Entrada en el Chaco en el año 1927, desde Puerto Casado, en el tren de trocha angosta de la Empresa Carlos Casado Limitada.gentileza

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En el Parlamento se discutió arduamente la solicitud y la contrapropuesta y el resultado fue una “ley de inmigración menonita”, la número 514, resalta una parte de la invaluable recopilación elaborada por Uwe Friesen, del Archivo Histórico de la Colonia Menno.

En la Ley 514 del 26 de julio de 1921 encontramos, entre otros, los siguientes puntos como base de la inmigración posterior: Libertad de culto, Administración propia, entre otros: escuela, educación en alemán; Administrar los bienes de sucesión (especialmente viudas y huérfanos) y estar exentos del servicio militar obligatorio.

En la contraparte prometieron convertir al Chaco en una región productiva y de utilidad para el Paraguay. Todos estos puntos fueron incluidos en la Constitución Nacional.

Cosechadora hecha por un pionero de Menno, valiéndose de restos de la Guerra del Chaco.
Cosechadora hecha por un pionero de Menno, valiéndose de restos de la Guerra del Chaco.

Cuando la crisis económica tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918) motivó la suspensión temporal de la inmigración hacia el Paraguay, los responsables del proyecto dejaron los hechos en manos de Dios, pidiendo que Él abra caminos para que este primer traslado de una gran masa de migrantes menonitas hacia el hemisferio sur se vuelva realidad o, en caso contrario, que él obstaculice los preparativos y el paso a este país exótico, si no fuese de su agrado.

Luego de cinco años de incertidumbre, se reinició el proyecto migratorio y se finiquitó la compra del terreno a colonizar de la empresa taninera Carlos Casado Limitada. Finalmente, los inmigrantes pagaron US$ 12 por hectárea por intermedio de la Corporación Paraguaya. Esta entidad se creó para realizar las negociaciones, como venta de tierras de los colonos en Canadá, compra de tierras en el Chaco, traslado de los inmigrantes, entre otros.

El presidente de la Corporación Paraguaya fue el doctor Eusebio Ayala, luego presidente del Paraguay durante la Guerra del Chaco (1932-1935).

Cuando se reinició el proyecto de inmigración al Chaco, en total 1.745 menonitas canadienses viajaron hacia el “sur soleado” en siete grupos, entre diciembre de 1926 y noviembre de 1927, llegando a fundar el asentamiento llamado Colonia MENNO (derivado del nombre Menno Simons, líder pacifista de la época de la Reforma Religiosa del siglo XVI). Hoy la Colonia Menno es más conocida como Cooperativa Chortitzer Limitada, institución que la representa.

Se fundaron al inicio 14 aldeas, que con el correr de los años aumentaron y en la actualidad existen más de 100 aldeas, con más de 10.000 descendientes de los inmigrantes.

Todas las demás inmigraciones menonitas posteriores de origen europeo se basaron en los acuerdos establecidos entre el gobierno paraguayo y los menonitas canadienses que llegaron en la década de 1920.

Desarrollo sustentable, constante desafío

Cuando se fundó la Colonia Menno y luego en las primeras décadas, la naturaleza chaqueña, llamada también “Infierno Verde”, significó un obstáculo a superar a puro golpe de hachas y palas. Abrir un espacio reducido significaba la posibilidad de producir y sobrevivir.

Luego, con la mecanización de la agricultura y el crecimiento de la ganadería se abrieron grandes campos y se los convirtió en pasturas para el ganado.

También el desarrollo de la actividad del tambo, la lechería y comercialización a mayor volumen, han sacado a muchos productores menonitas de la extrema pobreza.

La cooperativización bajo el lema: “Uno por todos, todos por uno” fue clave para superar el hambre y pensar en un desarrollo sustentable a largo plazo.

En todo este proceso se tuvo que aprender a manejar la naturaleza. Y la sostenibilidad posibilitó tener cultivo intensivo y la preparación de cortes para toda la gama de carnes finas.

En el siglo XX podemos observar que el Chaco paraguayo de a poco salió del aislamiento del mundo, iniciándose una especie de globalización para sus pobladores mucho antes de la introducción de la tecnología comunicativa moderna.

A partir de 1980 creció la multiculturalidad en el Chaco y se crearon varias instituciones y se organizaron eventos de integración regional y nacional.

Actualmente, la mayoría de la población multiétnica tiene acceso a los medios de comunicación y se observa una conectividad interinstitucional e internacional. La globalización llegó en pleno al Chaco central, también a la Colonia Menno, un aspecto que hace 30 años era considerado prácticamente imposible. Hoy, las vías ampliadas y los medios multifacéticos traen al Chaco lo que anteriormente era considerado lejos e inaccesible.

Todo esto nos desafía echar una mirada hacia el futuro, por lo menos en pensamientos y establecer indicadores que nos pueden servir de guía.

Una visión hacia el futuro
Una visión hacia el futuro

Pacifismo vs. guerra

El “aislamiento del mundo” anhelado por los primeros inmigrantes menonitas en el Chaco terminó de forma abrupta; primero, cuando en 1930 llegaron refugiados del comunismo de la Unión Soviética de Stalin y segundo cuando el Ejército paraguayo entró en defensa del Chaco.

El primer historiador de Menno, el profesor Martin W. Friesen, en un artículo referente a la Guerra del Chaco (1932-1935) dice: “Estos pobladores que huyeron de los gritos de guerra en el mundo (Primera Guerra Mundial y sus secuelas) y del militarismo, se asentaron en un lugar conflictivo y pronto, cinco años después del asentamiento, se encontrarían involucrados en un nuevo conflicto armado, cruel y violento”.

¿Pacifismo? Ya con la entrada en el Chaco en 1927 los colonos fueron acompañados por militar paraguayo. No, como se podría pensar, para defenderlos de la población autóctona del momento. Este contacto ocurrió pacíficamente desde el comienzo, en 1920. Era para protegerlos de un posible encuentro con militares bolivianos que se suponía que estarían en la zona. Por eso se fundaron en este tiempo los fortines como Isla Po’i, Boquerón o Toledo. Y en realidad hubo encuentros con los bolivianos en la zona de Loma Plata, pero en forma pacífica.

Llegó la guerra y las armas rugieron desde Boquerón, aparentando la llegada de una tormenta eléctrica originada en la naturaleza. Los tres años de guerra significaron un cambio radical en las aldeas menonitas, ya que a diario los soldados marcharon hacia el oeste en dirección a los fortines y no pocas veces se quedaron estacionados en el asentamiento.

Grande fue la alegría, cuando luego de tres años de guerra callaron las armas. La administración de la Colonia Menno, que había acordado con el Comanchaco (Comandancia Región Chaco) solicitar al fin del conflicto la restitución de los daños sufridos, al finalizar el conflicto, envió el siguiente comunicado al gobierno nacional: “En gratitud a la protección que hemos recibido durante estos años de guerra, le informamos que hemos decidido no pedir ninguna restitución por daños sufridos durante el conflicto. Agradecemos por la protección recibida de parte del gobierno y del ejército paraguayos y oramos por el bien del gobierno”.

Al finalizar la guerra y volver la paz al Chaco, la calma retornó, la vida seguía. Lo que se quedó también fueron grandes cantidades de restos metálicos de la guerra. Y como la pobreza reinante entre los colonos no permitió importar los materiales que necesitaban, recibieron con mucho ímpetu la oferta de los militares de usar restos de armas, vehículos, proyectiles y mucho más para construir sus arados, carros, utensilios de casa y hogar, etcétera.

Ahí se convirtió en realidad, así lo vieron los abnegados pioneros de Menno, y se cumplió al pie de la letra, lo que leemos en la Biblia en el libro de Isaías 2, 4: “…las naciones transformarán las armas de guerra en herramientas de paz, por fin cesarán las guerras…”, dice la reseña de Uwe Friesen.

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