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CAACUPÉ, Cordillera (Desiré Cabrera, de nuestra redacción regional). La ceremonia se inició a tempranas horas con la llegada de las reliquias del santo paraguayo, cuyo corazón luego de 400 años se mantiene incólume, y de la beata María de Jesús Sacramentado, Chiquitunga.
Las reliquias fueron recibidas por el obispo de la diócesis de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela y los sacerdotes de la comunidad. El acto de recibimiento se hizo en el kilómetro 48 de la Ruta 2 “Mariscal Estigarribia”.
Luego se puso en marcha una caravana, que tuvo dos paradas, una en el seminario menor San José y otra en la capilla María Auxiliadora del barrio Yvoty. En este último sitio se ofició un acto litúrgico y el presbítero Marciano Toledo habló sobre el simbolismo de la procesión que se iba a realizar sobre la calle 8 de Diciembre, que conduce a la Basílica, considerada como una vía sagrada.
Esta procesión fue encabezada por monseñor Valenzuela con el corazón de San Roque. Contó con el acompañamiento de un centenar de devotos.
Una vez que se llegó a la Basílica, la imagen del santo fue colocada en el acceso principal a la capilla en la cual se realizó la ceremonia de bendición, antes de ser entronizada en el sitio.
La misa estuvo presidida por monseñor Valenzuela y fue concelebrada por sacerdotes del clero diocesano.
Valenzuela instó a los devotos a orar con fuerza por las familias en estos tiempos de mucho sufrimiento.
Historia
Roque González de Santa Cruz nació en Asunción en el año 1576, hijo de Bartolomé González de Villaverde y doña María de Santa Cruz, una asuncena mestiza. Con solo 22 años fue ordenado como sacerdote por monseñor Hernando Trejo y Sanabria, obispo de Córdoba y luego se convirtió en párroco de la catedral de Asunción.
En mayo de 1609, Roque González de Santa Cruz ingresa a la compañía de Jesús. El 15 de noviembre de 1628, este sacerdote jesuita celebraba una misa cerca de Caaró, Brasil, donde planeaba construir una reducción de la Compañía de Jesús.
Allí fue atacado por indígenas que se oponían justamente a la instalación de reducciones en sus pueblos, al mando de un cacique llamado Ñesû.
Según cuenta la historia, solo la mirada de Roque González podía convertir a los nativos, por lo que el cacique Ñesû lo atacó con un hacha de piedra cuando estaba de espaldas, intentando levantar una campana.
En 1931, el Vaticano beatificó a Roque González de Santa Cruz y en 1988, el Sumo Pontífice Juan Pablo II, durante su histórica visita a nuestro país, lo convierte en el primer santo de nuestro país.