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Lo más chic: vasos de tamaño extragrande. Ideales para grandes plantas de interior y hasta para posar solos, sin contenido. Se usan para adornar esquinas, entradas majestuosas, camineros, etcétera. Son de cerámica cruda o esmaltada y la tendencia es verlos en azules, verdes o rojizos como nuestra tierra.
Los que no pasan de moda: los de geometrías simples. Un buen florero alto, liso, tubular, es siempre un acierto. Hoy elegimos los colores claros, en cerámica o acrílico. No fallan en los centros de mesa, estantes, o en algún rincón de la cocina o el dormitorio.
Los bohemios: opacos y en tonos pasteles. Estos tienen un aire vintage, y son de lo más buscado para una deco femenina, distendida. En celeste, rosado o blanco, ideales para flores silvestres recién recogidas del jardín.
Lo que tenés que tener: una vasija de inspiración oriental. En porcelana de colores brillantes, con decorados profusos que incluyen fauna, flora y caligrafía.
Para destacar: el dorado. Pensado para ambientes ultraelegantes, los jarrones con brillo dorado vienen con todo, adelantándose a la fiebre de las fiestas de fin de año. Para recibir invitados en salas sofisticadas en las que abunde este tono. Combina excelentemente con el blanco.
Tips: la repetición. Hoy se exagera; un efecto fantástico se logra disponiendo en el mismo lugar dos o tres jarrones similares, pero de distinto tamaño.
Agradecimientos: Unicentro, Oile y Or Noir.