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“Es un árbol mediano, como cítrico es famoso por su vitamina C. Posee el tronco liso, la copa globosa no muy alta, las hojas son elípticas, miden aproximadamente unos cinco centímetros de largo por tres de ancho. Las flores son blancas, similares a la flor de azahar”, señala.
Afirma el profesional que “las frutas de la mandarina se presentan en distintos tamaños y colores; de acuerdo a su variedad, están las de color amarillo y anaranjado, también las que poseen la cáscara pegada al fruto, como la murcott, es brillosa, se asemeja a una naranja, de fino espesor”.
“Se encuentra también la llamada dancy, de color anaranjado y brilloso, que se vuelve dulce después del frío. La mandarina criolla se caracteriza por ser grande y brillosa. Otra variedad local es la mandarina mariscal, de época tempranera, muy dulce, que se da entre febrero a marzo”, señala.
Indica que “también se encuentran la mandarina ponkan y la llamada Caazapá. A la hora de plantar se debe tener en cuenta que sea en un terreno profundo, es decir, no debe tener cerca las capas de piedras, debe encontrarse bien drenado y se debe cultivar a pleno sol”.
“Si es injertada, a los dos años empieza a fructificar, y si se cultiva con semillas, dentro de seis años fructifica. Las enfermedades que más atacan a la mandarina son los hongos, las plagas, como los pulgones y cochinillas. Para combatirlas se usan fungicidas para los hongos e insecticidas para los insectos, mientras que para combatir los ácaros están los acaricidas. Cada producto trae su dosis correspondiente, de acuerdo a su concentración”, alega.
En medicina se utilizan las hojas hervidas en una taza o la cáscara (mandarina pire). Son buenas contra los problemas nerviosos y del corazón.
Posee vitamina C y, como toda planta medicinal, su consumo será moderado, ya que los excesos resultarán perjudiciales.
Los jugos de mandarina son ideales para disfrutarlos durante el día; también se hacen mermeladas de la pulpa.