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En las macetas se pueden encontrar especias para la cocina como romero, pero también flores de jardines de antaño como la Flor de Dura y la sinesia enana amarilla.
El terreno tiene 3.200 m2 y en la parte más alta se ubicó la piscina con el quincho, obra de la arquitecta María de la Paz Rivarola, quien aprovechó ese desnivel para hacer un borde infinito a la pileta, mirando hacia la casa.
En el bosque se observan muchos árboles como chivatos, lapachos, frutales, yvyrapytã y el álamo plateado. Es tal la variedad de flores y follajes que motivan a hacer arreglos sencillos como reunir las hojas del eucalipto mentolado y el jazmín del cielo en un florero.
Los cocos con pinos rastreros, iris anaranjados, lirios, y atrás un planterón chato cubierto de lavandas forman parte de este idílico sitio. También hay pérgolas con jazmines, rosales diminutos y otros grandes que trepan. Las rosas también se hallan en distintas alturas. Cada sector esta definido de acuerdo al entorno, para que se tenga intimidad, sin perder la vista al lago.
Todavía a medio crecer se ven los frutales: aguacates cubanos, limones de Sicilia, naranjas, limones tahití, una planta australiana, tajy amarillo, blanco, rosado, así como corazón de la India.
Los canteros exhiben santarritas, campanitas, azucenas, mirto y una variedad enorme de plantas.
Superficie de rocas
Gran parte del terreno está cubierto de rocas que sobresalen y se dejan ver distintos pastos, por ejemplo, de la fuente, pasto pampa, pastizales altos para que hagan juego con las piedras.
Las pérgolas se cubren con jazmines celestes y santarritas. Desde algunos puntos emergen el jazmín del Cabo y las magnolias en manchones debidamente iluminados.
El paisajismo es obra de Graciela Bo.
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