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El acceso principal a doble altura brinda un protagonismo especial a la sala, y en toda la planta baja ingresa visualmente la naturaleza. El juego de tonalidades verdes y el aseo de cada rincón se destaca con la iluminación. En cuanto al equipamiento se utilizó mobiliario de líneas simples combinando con muebles antiguos, para no perder la calidez que se buscó brindar a los espacios, donde reina el color gamuza.
Los interiores en esencia se vinculan desde todos los ambientes a la piscina con protección y venecitas azules. El jardín con césped, hiedras, iris y palmeras culmina con un añejo árbol con su casita de madera, el sector donde los pequeños juegan sin parar.
La idea desde un principio fue que estando dentro de la casa se perciba constantemente la naturaleza, por lo que la construcción se inició bajo ese mismo concepto, adaptada al terreno. El proyecto, la dirección de obra y el diseño son trabajos de las arquitectas Natalia del Río y Laura González Troche.
La cocina con isla y el comedor unido a la galería a través de inmensas puertas de vidrio, enmarcado en madera, concentra la impronta de una tapicería delicada, pisos soñados y paredes que incluyen cementicio, ladrillos y superficies pintadas. Una casa llena de sorpresas.
Fotos: Celso Ríos.