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Una opción válida para la puerta de entrada es una guirnalda –no típicamente circular sino más bien alargada–, en los colores clásicos de temporada: verde, rojo y dorado. Una vez dentro de la residencia es importante un gran árbol recargado de adornos adecuados para la ocasión. En esta versión se utilizaron varios pequeños arlequines en oro y escarlata; tirabuzones en lentejuelas doradas visten también al árbol, en combinación con enormes estrellas federales y gruesas cintas del mismo tono. No faltan las esferas y el toque especial lo dan las diminutas luces que envuelven a este gran símbolo. El árbol está ubicado sobre una tarima, la cual aporta la altura adecuada; está vestida con telas doradas y alberga a velas, renos y paquetes de regalos luminosos.
Los personajes están sobre la mesa, en el cristalero, acompañando a los almohadones en el sofá o donde haga falta un tierno saludo del Polo Norte. El espíritu de fiesta abarca los servilleteros y las servilletas en ellos.
Los motivos florales en rojo quedan perfectos para embellecer recodos creados para inspirar y alegrar; aquí en combinación con flores blancas y velas, sugerencia que se repite en la mesa vestida para dos. Se incluyeron individuales y copas a tono. La deco es una sugerencia de la arquitecta Paola Baum.
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