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En las aves no es muy fácil conocer el sexo. Gustavo Espínola, especialista en crías de psitácidos, señala que “hay tres formas de diferenciar un loro hembra de un macho: a través de una endoscopia, que es la manera más efectiva; y el segundo procedimiento que se podrá llevar a cabo es por medio de las plumas, que se extraen del pecho del animal y se envía al laboratorio para determinar su ADN”.
Otro método, “el tercero y más práctico se basa en extraer una gotita de sangre a través del corte de la uña, por lo que deberá utilizar un colector especial. Cuando se obtiene una gotita de sangre se enviará al laboratorio del Brasil”.
Insiste en que “no es efectivo guiarse por algunas condiciones que afirman las personas, por ejemplo, la contextura física del animal, la dimensión de la cabeza o el cuerpo, ya que estas no determinan su sexo”.
La alimentación
El experto manifiesta que “todas las frutas de estación son la base de una buena alimentación de los loros. Se deberá proveerles la fruta bien temprano, ya que luego fermenta y puede causar daño al estómago. También se les darán verduras de todo tipo”.
Recuerde que durante el verano, por el calor intenso, “se le podrán administrar también semillas, por ejemplo, de girasol, maíz con o sin cáscara, etc. La administración del alimento deberá realizarse en forma balanceada y variada, todos los días”, resalta.
Afirma que no se recomiendan dar al ave “perejil y aguacate, lo que podría intoxicar al animal. Tampoco la leche. Sí podrá recurrir al suministro de agua, que es muy importante para el animal; además durante el verano se le proveerá de una bañera”.
Imitan voces
“Los imitadores por excelencia son los loros habladores, son animales que se caracterizan por ser muy comunicativos, ya que el guacamayo y las cotorras son menos imitativos. Los psitácidos son muy humanizables, de ahí que sus dueños los domestican fácilmente, además son muy celosos. Recuerde que un cambio de lugar, falta de atención o un abandono generan estrés y agresión en las aves”.
Llevarlo al veterinario
Espínola refiere que “deberá llevar al ave junto al veterinario en forma periódica, cuando cambia la estación, o dos veces por año mínimamente, ya que las aves en general tienen una conducta particular, que en su tercer grado de dolor recién manifiestan la enfermedad. Procure que esté en un lugar confortable, que el loro esté bajo sombra y en cierto momento del día bajo sol, por ejemplo, en las primeras horas de la mañana, ya que el animal también requiere la luz solar”, puntualiza.