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Los aloe conforman una enorme cantidad de jugosas plantas que se adaptan al clima. La mayoría de los aloe forman rosetas de hojas sin tallos densamente superpuestas, algunas veces con espinas o dientes doblados a lo largo de los bordes de sus hojas. Al comienzo del verano brota un pedúnculo largo y esbelto coronado con flores tubulares con forma de campana.
A esta planta le agrada un lugar aireado pero libre de corrientes de aire, con luz intensa; solo aquellas de hojas lustrosas pueden vivir a pleno sol. Riegue la planta en forma regular aunque moderadamente, esperando que la tierra se seque casi por completo antes del siguiente riego. Cuide que el agua no quede estancada en la base de las hojas, pues eso favorece la putrefacción. Abone el aloe una vez al mes con fertilizante líquido.
Se propaga por semilla o por hijuelos que nacen en la base.
Tenga cuidado
La plaga más común es la cochinilla algodonosa, que puede ser eliminada con un cepillo embebido en alcohol metílico.
Las especies
Entre las especies se encuentra el aloe variegata, fácil de conseguir, casi no tiene tallo y sus hojas son rectas, rígidas, ligeramente curvadas hacia adentro y superpuestas entre sí, con un dentado duro en la mayor parte de su longitud. Las hojas de color verde oscuro miden 30 cm de largo y están moteadas de blanco.
El aloe barbadensis, también llamado aloe vera, con propiedades medicinales, posee una densa roseta de hojas muy carnosas, gris verdosa e inicialmente moteada, mide 45 cm de altura y tiene flores amarillas.