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El mercado tiene preferencias determinadas en cuanto a la calidad de proteína animal que demanda, ya sea carne, leche o huevo, y un punto fundamental son los requerimientos, que van desde la especie, la genética, la alimentación, el tipo de proteína, la sanidad, el manejo hasta la fase final del proceso. Cada uno de ellos debe ser satisfecho de acuerdo a las exigencias, para poder competir a nivel nacional e internacional.
Las últimas investigaciones de los efectos alimentarios sobre el colesterol en cualquiera de sus formas han modificado la tendencia del tipo de alimento en el consumo humano. Es decir, más carne y menos grasa.
En producción animal, la alimentación y genética están en plena transformación, es por eso que en la preparación de las raciones incorporamos nuevos términos y la íntima relación entre ellos: la nutrigenómica y nutrigenética. Podemos resumir al decir que ambos conceptos se relacionan en la nutrición molecular, en la que se habla de la acción de los nutrientes sobre genes (nutrigenómica) y la influencia de las variaciones genética sobre la nutrición (nutrigenética). Ambos conceptos son fundamentales de tenerlos en cuenta: uno es satisfacer la demanda de las nuevas incorporaciones genéticas introducidas y, otro, para ver la reacción orgánica del animal.
La calidad de las proteínas destinadas a la nutrición animal va a ser cada vez más exigentes en cuanto al contenido de aminoácidos esenciales, ya que estos deben satisfacer las nuevas demandas genéticas desarrolladas en todas las especies animales destinadas a la producción. Lo mismo va a ocurrir con los minerales y las vitaminas, sobre todo aquellas que tengan en contrapartida una secuencia recíproca como la vitamina E y el selenio.
El cambio ambiental hace que se modifiquen algunas variables nutricionales de los vegetales, sobre todo con las nuevas técnicas aplicadas en el desarrollo sustentable del suelo. La tecnología desarrollada sistematiza el uso razonable de los nutrientes aplicados al suelo, ya sea por medio de cultivos alternativos compensatorios, suplementados en diferentes formas. Lo recomendables es en forma orgánica.
En la ración de los animales, las proteínas desempeñan muchas funciones y forman parte de la estructura básica de los tejidos, como músculos, tendones, piel, albúmina, yema, pezuñas, entre otros, y complementan funciones metabólicas y reguladoras del organismo. Así también, forma base del código genético y sistema inmunitario.
PROTEÍNAS, AMINOÁCIDOS
En los últimos tiempos, los nutricionistas están trabajando en dosificar adecuadamente las proteínas en las raciones y ponen mayor atención en los aminoácidos que en los porcentajes proteicos que figuran en las tablas de requerimientos.
Los animales necesitan nitrógeno para el mantenimiento de la vida y el nivel de producción. La fuente que disponen para cubrir sus necesidades puede ser de origen vegetal o animal.
Cuando se formulan las raciones, hay que tener en cuenta los requerimientos de proteína de los animales que se están alimentando, y estos dependen de la especie, la edad, el sexo, la salud, el estado productivo, el medio en el que viven, la disponibilidad de prebióticos, probióticos y el destino comercial. Estos deben ser satisfechos en forma equilibrada para lograr una buena salud y mayor productividad. Últimamente se han agregados otros que están relacionados a la reproducción.
El aumento de los trabajos de mejora genética y la precocidad con la que son faenados los animales incrementan considerablemente la demanda de proteínas de alto valor biológico, teniendo en cuenta la demanda de aminoácidos. Este concepto es fundamental, considerando que, muchas veces, se quiere tener en cuenta la cantidad de proteína y no la calidad, que es fundamental para que cumpla su función. Además, la cantidad de proteína debe ser satisfecha dentro de los parámetros de las necesidades requeridas para cada etapa del animal, sobre todo en aminoácidos. Tanto el déficit como el exceso de proteína en las raciones pueden producir problemas; el primero implica un desequilibrio nutritivo que induce a una disminución del consumo de ración y una baja en la producción. El exceso de proteína en la dieta puede llevar al aumento de la mortalidad y una disminución del levantamiento de la ración.
Las fuentes de proteína en nuestro país giran, básicamente, en las oleaginosas, sus subproductos y las harinas de origen animal. En este último punto hay que tener especial cuidado cuando se alimentan animales para exportación, a fin de garantizar que en la ración no se usa proteína animal, para evitar el riesgo de la transmisión de la enfermedad conocida como “vaca loca”. Muchos países no aceptan carnes de animales alimentados con proteínas de origen animal.
La fuente de proteína vegetal más frecuentemente usada es la proveniente de la soja, el girasol, el algodón, entre otras. La soja se utiliza en forma entera, tratada o desactivada, y el resto que queda después de haberle extraído el aceite, que es conocido como expeler. Cualquiera de estas alternativas son buenas, pueden utilizarse en forma independiente o juntas, para obtener en la ración proteína y energía adecuadamente equilibrada.
Se debe tener en cuenta la calidad del expeler de soja y prestar mucha atención en el color. Uno muy oscuro indica que está sobrecalentado y pone en riesgo la calidad de la proteína.
Cualquier fuente de proteína que se utilice debe estar garantizada no solamente en el porcentual, sino también en la calidad, como indicaba anteriormente.
Estos conceptos deben ser tenidos en cuenta tanto si se compra la ración como si se prepara en la finca en forma artesanal.
“La educación es la base del desarrollo de las comunidades”. p.m