Planificar e invertir en infraestructura y educación - Ing. Agr. Fernando Díaz Shenker (*)

Este artículo tiene 8 años de antigüedad
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Lo que ocurre en la capital y las ciudades del interior — principalmente en aquellas de los departamentos de Ñeembucú y Misiones, con la ocurrencia de lluvias e inundaciones— además de mostrarnos la triste realidad y precariedad de muchas familias de un gran número de animales bovinos que mueren y otros domésticos que quedan abandonados en las casas que se dejan, lo que evidencia la gran precariedad en que todavía se vive en un gran número de comunidades del interior.

Pero esto nos muestra, además, cómo la naturaleza reacciona y se manifiesta ante la destrucción; devastación y degradación del ambiente, temas ya tratados por especialistas que advierten de las consecuencias de seguir con el modelo económico lineal y expoliador de la naturaleza y sus recursos. Las justificaciones contrarias a esta posición de hecho que existen y van desde la ocurrencia de fenómenos climáticos cíclicos hasta mejores posicionamientos económicos. Pero, por otro lado, estos fenómenos —que cada vez se manifiestan con mayor frecuencia e intensidad— muestran la falta casi total de una planificación integral que, con acciones concretas, minimice y garantice seguridad, salud, alimentos; educación y caminos de “todo o casi todo tiempo”, para las familias afectadas, que, coincidentemente, son en su mayoría las de escasos recursos.

CAUSAS

Como ya se señaló, no es posible impedir que llueva o que el nivel de los ríos suba, pero sí es notoria la ausencia de una planificación territorial y de asentamientos, muchos de los cuales se instalan precariamente en las proximidades de los ríos y cursos de agua que están sujetos a bajantes o crecidas, o en zonas de riesgo climático. Este es un fenómeno cíclico de décadas. Otra es la ausencia de planes de contingencia o auxilio efectivos y eficientes, que den una rápida respuesta a estos desastres y minimicen los daños para las familias afectadas, sean del área urbana o rural. También existe una limitada infraestructura vial y edilicia; de saneamiento básico, que permita contar con buenos albergues de emergencia; incluso de otros, para mascotas y animales de cría. Además, la frágil infraestructura de desagüe pluvial que lleva a que rápidamente se inunden calles, barrios y zonas pobladas, lo que se acentúa por las basuras y residuos que de manera inconsciente se arrojan a las calles y otros. Otra es la marcada deforestación que torna vulnerable al suelo y facilita la crecida de los cauces hídricos.

CONSECUENCIAS

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Los daños para la población afectada y, en definitiva para el país y su economía, resultan inestimables. Desde la pérdida de fuentes de trabajo, animales de cría; cultivos, viviendas hasta enfermedades, que, en casos severos, puede llevar a la muerte. Hay más pérdida de hogares y hábitats naturales; inseguridad, molestia a pobladores de otras zonas o regiones adonde terminan asentándose los afectados; vulnerabilidad a enfermedades y otros que, a la larga, nos afectan a todos. Se trata de responsabilidades y desafíos que deberían ser asumidos por los tomadores de decisiones en todo nivel.

(*) Especialista en Comunicación Rural.