Planificar e invertir en infraestructura y educación - Ing. Agr. Fernando Díaz Shenker (*)

Lo que ocurre en la capital y las ciudades del interior — principalmente en aquellas de los departamentos de Ñeembucú y Misiones, con la ocurrencia de lluvias e inundaciones— además de mostrarnos la triste realidad y precariedad de muchas familias de un gran número de animales bovinos que mueren y otros domésticos que quedan abandonados en las casas que se dejan, lo que evidencia la gran precariedad en que todavía se vive en un gran número de comunidades del interior.

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Pero esto nos muestra, además, cómo la naturaleza reacciona y se manifiesta ante la destrucción; devastación y degradación del ambiente, temas ya tratados por especialistas que advierten de las consecuencias de seguir con el modelo económico lineal y expoliador de la naturaleza y sus recursos. Las justificaciones contrarias a esta posición de hecho que existen y van desde la ocurrencia de fenómenos climáticos cíclicos hasta mejores posicionamientos económicos. Pero, por otro lado, estos fenómenos —que cada vez se manifiestan con mayor frecuencia e intensidad— muestran la falta casi total de una planificación integral que, con acciones concretas, minimice y garantice seguridad, salud, alimentos; educación y caminos de “todo o casi todo tiempo”, para las familias afectadas, que, coincidentemente, son en su mayoría las de escasos recursos.

CAUSAS

Como ya se señaló, no es posible impedir que llueva o que el nivel de los ríos suba, pero sí es notoria la ausencia de una planificación territorial y de asentamientos, muchos de los cuales se instalan precariamente en las proximidades de los ríos y cursos de agua que están sujetos a bajantes o crecidas, o en zonas de riesgo climático. Este es un fenómeno cíclico de décadas. Otra es la ausencia de planes de contingencia o auxilio efectivos y eficientes, que den una rápida respuesta a estos desastres y minimicen los daños para las familias afectadas, sean del área urbana o rural. También existe una limitada infraestructura vial y edilicia; de saneamiento básico, que permita contar con buenos albergues de emergencia; incluso de otros, para mascotas y animales de cría. Además, la frágil infraestructura de desagüe pluvial que lleva a que rápidamente se inunden calles, barrios y zonas pobladas, lo que se acentúa por las basuras y residuos que de manera inconsciente se arrojan a las calles y otros. Otra es la marcada deforestación que torna vulnerable al suelo y facilita la crecida de los cauces hídricos.

CONSECUENCIAS

Los daños para la población afectada y, en definitiva para el país y su economía, resultan inestimables. Desde la pérdida de fuentes de trabajo, animales de cría; cultivos, viviendas hasta enfermedades, que, en casos severos, puede llevar a la muerte. Hay más pérdida de hogares y hábitats naturales; inseguridad, molestia a pobladores de otras zonas o regiones adonde terminan asentándose los afectados; vulnerabilidad a enfermedades y otros que, a la larga, nos afectan a todos. Se trata de responsabilidades y desafíos que deberían ser asumidos por los tomadores de decisiones en todo nivel.

(*) Especialista en Comunicación Rural.

 

 

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