Manejo de suelo en horticultura - Ing. Agr. Esquicio Meza (*)

Uno de los elementos más importantes en la producción hortícola convencional es el suelo. Este necesita de un manejo correcto para evitar su deterioro. Por ende, el productor debe conocer las condiciones en las que se encuentra para corregir o reponer nutrientes, de tal forma a beneficiar el cultivo a ser implantado.

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“El suelo es la base de la producción agrícola, es un ser vivo que tiene muchos microorganismos que trabajan a favor del productor y es difícil recuperarlo una vez que se degrada. La plata que entra en la finca del productor depende en un 80 % del suelo; lo restante es infraestructura y tecnología, porque en el suelo va a estar la planta que va a producir”.

ANÁLISIS DE SUELO

El balance del suelo es igual al rendimiento. Hay dos factores que juegan un papel protagónico en la producción: uno es el PH, que si es óptimo, permitirá una alta asimilación de los nutrientes; igualmente, los microorganismos se reproducirán más rápidamente y ayudarán a la planta a desarrollarse mejor. Otro factor es el contenido de materia orgánica en el suelo. Si se presentan desbalances, no habrá buenos rendimientos. “Si uno compra semilla de alta genética y alta productividad, pero su suelo no está preparado para recibir ese material genético, no hay productividad”.

La recomendación para los horticultores intensivos es realizar el análisis de suelo dos veces en el año, para corregir lo que está en exceso o déficit y, por supuesto, llevar adelante la rotación de cultivos. El uso de los abonos verdes –principalmente las gramíneas– resulta fundamental, ya que permite cortar el ciclo de las plagas y enfermedades.

USO DE GRAMÍNEAS

El mileto es una gramínea que se utiliza para generar nutrientes, especialmente el potasio. Además, esta especie elimina hongos patógenos del suelo. El mileto puede servir de cama y cobertura, y reemplaza eficazmente el uso del mulching. Su aplicación en el campo representa una preparación biológica para el suelo.

OTROS FACTORES

Un punto de consideración es la textura del suelo. “Eso da la pauta de cómo hacer el riego. Un suelo arenoso necesita más riego, porque retiene muy poco el agua. Uno arcilloso, con alta concentración de materia orgánica, hay que cuidarlo, porque retiene más tiempo la humedad”.

Finalmente, el pH del agua también es relevante, porque si no se encuentra dentro del rango aceptable u óptimo, habrá problemas de conductividad de nutrientes.

(*) Extensionista del MAG, zona Cordillera.

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