La actuación del veterinario en el campo

Durante siglos, el límite del espacio ocupado por los animales fue el de la disponibilidad de alimentos para los herbívoros. Y los carnívoros, atrás. Domésticos o no, las poblaciones se mantuvieron en equilibrio con agentes infecciosos y parasitarios pagando por ello un tributo de poca eficiencia productiva y reproductiva.

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Prof. Dr. Antonio Rodríguez S. (*)

Las primeras enfermedades estudiadas y controladas fueron las producidas por agentes más patógenos que se expresaban en brotes epizoóticos cíclicos o condicionados por situaciones ambientales especiales. Las afecciones crónicas y subclínicas producidas por causas insidiosas o agentes menos agresivos formaron parte de aquel contexto de menor productividad de las poblaciones animales.

Al intensificarse los sistemas de pastoreo, la concentración de animales modificó los términos de relación con más agentes potencialmente patógenos, y el veterinario profesional, surgido como médico de caballos de trabajo, amplió su campo de acción. Una segunda concentración, esta vez de categorías susceptibles (jóvenes), agravó los brotes de enfermedades infecciosas y parasitarias. Estas últimas siguieron el camino de la terapéutica farmacológica, con desparasitaciones ante casos clínicos, luego subclínicos y, finalmente, por las dudas.


La investigación permitió el desarrollo de antiparasitarios y la adquisición de la información epidemiológica. Aunque estos procesos son complejos, su aplicación llegó a ser simple para el productor, llevando al uso masivo de insumos y procesos estándar. El ganadero, generalmente ocupado en la producción y a veces en otras empresas, asume con demasiada simpleza la ejecución del plan sanitario, por desaprensión o por falta de formación o información. Las estructuras de extensión y marketing agropecuarios más eficientes (estatales o comerciales) lograron que una masa muy grande de individuos con capacidad de decisión sobre poblaciones de animales adopte propuestas estratégicas que, si no hubieran sido erróneas en tantos casos, hubiesen servido seguramente al progreso sostenido del control de parásitos.


Como consecuencia del uso intensivo de fármacos, en todo el mundo apareció la resistencia a antibióticos, antiparasitarios internos y externos, y a toda molécula que se utilice rutinariamente contra agentes, cuyo potencial biótico permite un proceso de selección suficientemente rápido. Es necesario capacitar al productor para que demande el trabajo profesional más que a los insumos; y dotar a los veterinarios de campo de las herramientas para actuar más que para asesorar. El profesional veterinario es el actor que falta en demasiados sistemas ganaderos para equilibrar los resultados, el esfuerzo de los investigadores y de la industria. La tecnología de manejo no puede venderse como las gaseosas; es un proceso de relaciones personales que tiene reglas y tiempos que deben cuidarse. Con estas breves reflexiones, auguramos éxitos y felicidades al veterinario en su día.

(*) Técnico - Especialista de Cedivep

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