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Con la utilización de los inoculantes es posible mejorar la fijación de nitrógeno en las plantas. Mientras mayor sea el porcentaje de este elemento, las hojas se verán de un color verde más oscuro; además, las raíces son copiosas y con nódulos destacables.
En cuanto a la aplicación propiamente dicha, el inoculante se puede mezclar con el tratamiento de semilla, con una media de dos a tres dosis por hectárea. Existen además otras opciones para aplicar en el surco, con 5, 10 a 15 dosis por hectárea. Igualmente, es factible la mezcla entre inoculantes para maíz o gramíneas.
“Si al productor no le gusta usar el producto con semillas, puede colocar en las cajas de las simientes cuando se procede a la siembra. La mayoría de los agricultores que trata a sus semillas con inoculantes lo hace en el día de la siembra porque, como son organismos vivos, si pasa mucho tiempo para usar, van muriendo las bacterias”.
BENEFICIOS ADICIONALES
El uso de los inoculante también favorece al postrer cultivo por el hecho de que los microorganismos permanecen en el suelo. Se incorporan en el rastrojo de soja y colabora con el maíz que será sembrado. El rendimiento del cultivar aumenta 300 a 400 kg más por cada hectárea y ni siquiera es un insumo oneroso. El uso de inoculante en agricultura extensiva es más factible que la urea, debido a que no perjudica el bolsillo del productor.
(*) Especialistas en insumos agrícolas.