Desertificación - Ing. Agr. Fernando Díaz Shenker (*)

La desertificación es la degradación o deterioro de los suelos, principalmente de las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas, debido a las variaciones climáticas y las actividades productivas y extractivas del hombre que, al no aplicar enfoques sostenibles y conservacionistas de producción, termina por desequilibrar el ambiente y afectar los recursos naturales.

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Con el monocultivo y los efectos cada vez más acentuados del cambio climático, la desertificación se constituye en un problema global cuya minimización es clave para preservar los suelos y la biodiversidad, contribuyendo así al bienestar de la humanidad.

Si bien en Paraguay se debate poco sobre la desertificación, lo concreto es que la degradación y empobrecimiento de los suelos sí es realidad, incluso entre las fincas de pequeños agricultores y en las regiones que se deforestan con fines agropecuarios.

CAUSAS

Entre las principales se citan: la degradación de la cubierta vegetal por la quema de rozados y las sucesivas deforestaciones, que empobrecen los suelos, reducen la actividad microbiológica, la aireación y drenaje; pudiendo elevar el tenor de sales en los suelos, con lo cual se modifica el valor de pH y se eleva el riesgo de daños para los cultivos. La erosión, que se origina principalmente en los suelos descubiertos, por la fuerza del viento o el agua, a más del inadecuado laboreo de los suelos, con pérdidas de productividad y de la concentración de materia orgánica.

INICIATIVAS

En diciembre de 2014, durante la 20.ª Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP20) que tuvo lugar en Lima, Perú, los siguientes países: Argentina, Colombia, Chile, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, México y Perú acordaron recuperar, hacia el año 2020, 20 millones de hectáreas de bosques degradados y tierras de cultivo: es lo que se ha denominado iniciativa 20x20. Este compromiso busca, por un lado, integrar los suelos restaurados a la producción agropecuaria, sin necesidad de habilitar nuevas tierras, en la mayoría de los casos, a expensas de la deforestación. Y, por otro lado, reducir la emisión de gases contaminantes y causantes del calentamiento global, procedentes en un 15 % de cambios en el uso de la tierra, como la deforestación. Los especialistas coinciden en que el éxito de este acuerdo permitirá beneficios socio-económicos y ambientales, a través de la mejora de fuentes de trabajo, conservación de ecosistemas, prevención de la erosión, recuperación de recursos hídricos, preservación de áreas boscosas y fortalecimiento de los sumideros de carbono. Otro buen ejemplo es el de Chile que, a través del trabajo integrado de varias instituciones, desarrolló programas de forestación que a la fecha han posibilitado restaurar unas 2.872.000 hade plantaciones forestales en terrenos descubiertos, originalmente habilitados para la producción agropecuaria intensiva, que se deterioraron, con una marcadas reducción de la aptitud productiva agropecuaria. Gracias a la forestación planificada y ejecutada fue posible implementar una alternativa que, como en el ejemplo anterior, ha brindado beneficios económicos y socio-ambientales significativos.

CONCLUSIÓN

Paraguay debe implementar un proceso continúo de educación ambiental, en todos los niveles sociales y culturales de la población, con énfasis en la preservación de los recursos naturales y forestales. Hay que evitar que la desertificación se acentúe, para lo cual el laboreo sostenible del suelo, un aprovechamiento planificado y responsable de los bosques nativos o cultivados, y su combinación con sistemas agroforestales de producción familiar y comercial aparecen como dos de las alternativas viables a promover y aplicar.

(*) Especialista en Comunicación Rural

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