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Casi a diario, la tecnología electrónica anuncia nuevos modelos de aparatos y equipos que incorporan funciones adicionales o innovaciones en su funcionamiento, además de velocidad, con lo que resultan más fáciles de manipular; son más económicos e integrales en su funcionamiento. Pero en contrapartida tienen una vida útil mucho más corta por sus mismas características de fabricación y terminan por ser cambiados, desechados por otros nuevos de tecnología más avanzada o, simplemente, porque se trata de nuevos modelos que el mercado ofrece en condiciones más ventajosas. Lo que cabría preguntarse es qué ocurre con los equipos y aparatos que se desechan, adónde se desechan y quiénes atienden este problema.
ALCANCES
La chatarra o basura electrónica abarca desde televisores, computadoras personales, celulares, electrodomésticos; cámaras fotográficas, filmadoras, impresoras, escáner y fotocopiadoras, hasta equipos de sonido, grabadoras y parlantes, entre los más usuales. Hay que saber que por los elementos químicos que contienen, tales como plomo, estaño, cobre, aluminio, silicio, mercurio, cadmio, silicio, azufre, carbono, cromo, cobalto, son sumamente peligrosos para el ambiente, representando un riesgo para la salud de personas y animales, si es que se entierran, queman o desarman de manera inadecuada e insegura. El peligro es mayor cuando se desechan de manera irresponsable y sin control; se arrojan a espacios abiertos en donde hay humedad y calor. Bajo estas condiciones atmosféricas, los materiales dentro de estos aparatos y equipos se descomponen, generan reacciones químicas y se convierten en contaminantes sumamente tóxicos para las personas y animales.
¿QUÉ HACER?
Una de las alternativas más convenientes es el reciclaje, proceso por el cual se recolectan, separan y tratan los residuos electrónicos a fin de reincorporarlos a uno o más nuevos ciclos de producción. Los efectos ecológicos generales del reciclaje son tres: se reduce el volumen de desechos y, por lo tanto, los riesgos de contaminación ambiental; se preservan los recursos naturales (agua y combustibles fósiles), pues se reciclan y reutilizan los materiales; se reducen los costos de producción, dado que el material reciclado, por lo general, cuesta menos que el mismo original. Las instituciones oficiales, municipalidades y recicladores en actividad deben establecer, para la población, campañas de concientización y mecanismos de difusión y recolección segura de estos desechos, en depósitos adaptados y autorizados para el efecto. Por su parte, las empresas que fabrican y comercializan estos productos deberían apoyar las iniciativas oficiales, o bien, generar otras en el marco de un Programa de Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Los usuarios también pueden donar a una persona u organización que los necesite, siempre y cuando estén en buenas condiciones de funcionamiento y sean seguros.
(*) Especialista en Comunicación Rural
Un tubo fluorescente, por su contenido en mercurio y fósforo, puede contaminar 16.000 l de agua. Una batería de níquel cadmio de un teléfono celular puede contaminar 50.000 l de agua y afectar 10 m³ de suelo. Un televisor puede contaminar 80.000 l de agua, por su contenido de metales en las plaquetas, plomo en vidrio y fósforo en la pantalla. La plaqueta de un celular o una computadora tiene mercurio, bromo, cadmio, plomo y selenio, contaminantes peligrosos para la salud humana.
Fuente: waste.ideal.es/basuraelectronica.htm