La pérdida de los bosques nativos se produce porque no se explotan de una manera sostenible ni planificada. Se tala y se deforesta sin criterio, sin tener en cuenta los principios de una gestión sostenible en su manejo, sin pensar siquiera en un desarrollo que provea de suficiente madera y derivados a la actual generación, pero ante todo a las futuras. Y, es más, en varios casos se ha pretendido justificar tales acciones, amparándose en la ligereza de frases como: “Se tala pero se reforesta”, “Se vuelven a plantar arbolitos (bosque secundario), no hay de qué preocuparse”, “El bosque se recuperará con la reforestación”. En realidad, sí hay que preocuparse, sobre todo desde el punto de vista ambiental.
LAS DIFERENCIAS
Ante todo, hay que diferenciar entre los llamados bosques primarios o nativos y los secundarios. Los primeros no han sido influenciados por el hombre, o sea que se mantienen intactos. Por lo mismo, poseen un alto grado de biodiversidad: una valiosa riqueza de especies de animales y plantas que habitan en ellos. Son el hábitat de numerosos pueblos originarios y, por su belleza, constituyen verdaderos centros protegidos de investigación y recreación turística. Sus servicios al ambiente se reflejan en la riqueza de especies de flora y fauna que allí viven, sumados a la acción reguladora del clima, principalmente por la absorción del anhídrido carbónico atmosférico. Los árboles nativos, a diferencia de los reforestados, por tener mayor edad, tienen raíces más profundas, lo que les permite tener una mayor resistencia ante eventos climáticos extremos como los que acontecen últimamente. Por su parte, los bosques secundarios son aquellos instalados y manejados por el hombre a partir de la reforestación de superficies antes ocupadas por bosques o nativos, o superficies degradadas y agotadas por cultivos intensivos. Estos bosques no poseen la riqueza en diversidad biológica de los bosques nativos ni pueden contribuir al equilibrio de los ecosistemas como los anteriores.
EL ESTUDIO
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Un informe titulado “El rol de los bosques naturales en el almacenamiento de dióxido de carbono”, desarrollado por la Universidad Nacional de Australia en el año 2008, concluye que los bosques nativos pueden almacenar hasta un 60 % más de dióxido de carbono (CO2) que los bosques reforestados o replantados, o que quedan expuestos a una tala sin control. Según Brendan Mackey, uno de los autores del estudio: “Los bosques naturales son más resistentes al cambio climático y a las alteraciones que las plantaciones (forestales). Protegiendo los bosques naturales se cumplen dos propósitos: se mantiene almacenado una gran cantidad de carbono y se deja de liberar el producido por los bosques talados”. Para Mackey, una cuarta parte del cambio climático es culpa de lo que se está haciendo con los bosques.
CONCLUSIÓN
El trabajo de reforestar y repoblar zonas y regiones del país antes ocupadas por bosques nativos es vital para evitar mayores daños ambientales. En este sentido, existen iniciativas como “A todo pulmón – Paraguay respira”; la que plantea el Instituto Forestal Nacional (Infona) con su Plan Nacional de Reforestación, declarado de interés nacional conforme el decreto n.º 10.174/12; y la nueva línea de crédito para apoyar al sector maderero, lanzada hace poco por la Agencia Financiera de Desarrollo (AFD) y el Banco Nacional de Fomento (BNF). Pero lo que hasta ahora no aparecen son iniciativas que apunten a preservar con criterios de eficiencia y sustentabilidad los pocos bosques nativos todavía existentes.
(*) Especialista en comunicación rural
