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Estos incendios son devastadores y degradadores de amplias zonas boscosas; con consecuencias ambientales incalculables en términos de pérdida de masa forestal; especies animales y vegetales; de aumento de la contaminación del aire, agua y suelo. A consecuencia, los riesgos para el bienestar del hombre son cada vez mayores.
Los tres más recientes son el de la Amazonia en Brasil, el del bosque nativo Chiquitano en Bolivia, próximo a la zona del Alto Chaco paraguayo, y el de la reserva Los Tres Gigantes, un territorio protegido ubicado en Bahía Negra, en la Reserva Pantanal Paraguayo, que limita con Bolivia y Brasil.
PARAGUAY: RÉGIMEN LEGAL VIGENTE
Ante lo ha acontecido en términos de devastación, pérdida de vidas animales y daños ambientales, es bueno recordar que el país cuenta con una legislación que previene y controla los incendios forestales así como la quema de campos y pastizales, pero que lamentablemente no se cumple. La Nº 4014 del 27 de mayo del 2010, “de prevención y control de incendios”, en su Art. 1°, señala: “…queda prohibida la quema no controlada de pastizales, bosques, matorrales, barbechos, campos naturales, que pudiera generar cualquiera de los incendios definidos en esta Ley”. La única forma de quema autorizada es la “quema prescripta”, dentro de un área determinada. Por su parte, la Ley Nº 716/ 96, sanciona, a los que realicen tala o quema de bosques o formaciones vegetales que perjudiquen gravemente al ecosistema. Pero la realidad muestra solo la indiferencia de las instituciones y organismos competentes que al menos, deberían impulsar campañas educativas sobre tan delicado tema.
CONSECUENCIAS ECOLÓGICAS
Son terribles y abarcan desde pérdida de la biodiversidad de especies; pérdida de la calidad del agua y de los suelos; una mayor contaminación atmosférica; riesgos para la salud humana y de los animales. La actividad de los microorganismos vitales para los procesos biológicos de los suelos (bacterias, hongos, lombrices, otros), prácticamente desaparecen, con lo cual pierden su fertilidad natural; se vuelven más impermeables y susceptibles a la erosión. Se produce una mayor sedimentación de los ríos, arroyos y otras fuentes de agua por la erosión; hay una disminución de la calidad del agua, por arrastre de cenizas provenientes de la quema o incendio. Los animales y aves; abejas, mariposas y otros insectos, sufren la pérdida de su hábitat; de sus fuentes de alimento; se perjudican las cadenas tróficas o alimentarias y, por lo tanto, los riesgos de supervivencia aumentan. Ocurre la liberación a la atmósfera de minerales, partículas y gases, como el dióxido de carbono (CO2), con efectos que acentúan las sequías y el calentamiento global. Además, están las pérdidas económicas y materiales. Se afecta el suelo, peor si es productivo; la madera y sus derivados; los cultivos; las fuentes de alimento (pastos y pastizales) y agua para las aves y animales, por las cenizas y residuos que una vez quemados terminan en los cursos de agua.
REFLEXIONES FINALES
Lo que acontece a raíz de estos desastres, debería preocupar a todos los países. Resulta inestimable y lamentable la cantidad de especies animales que murieron al no poder escapar del fuego y que muestra una vez más la falta de previsión del hombre: un contrasentido dado los recursos tecnológicos y digitales con los que hoy se cuenta. Se tendrían que definir políticas públicas para la acción y el monitoreo permanente de estos verdaderos “pulmones” para la humanidad. Se debería destinar un presupuesto suficientemente razonable en logística incluyendo la satelital; los servicios eficientes de alertas tempranas ante la aparición de focos; así como en recursos humanos bien preparados para enfrentar de manera eficiente y eficaz estas catástrofes, minimizando sus impactos negativos. El sabio suizo Moisés Santiago Bertoni, en una de sus obras: “El cambio del clima en la cuenca del Río Paraguay” del año 1901, advierte: que la tala de montes y la quema de campos son las dos causas más importantes de este perjudicial fenómeno (refiriéndose al cambio del clima). A 118 años de aquel planteamiento, se han agravado tanto la tala, la quema de campos, bosques, áreas protegidas y el cambio del clima, siendo el hombre en definitiva, el único responsable del deterioro de la naturaleza y de la pérdida de especies vegetales y animales. Y es que en nombre del “progreso” y del crecimiento económico, del “estatus social” y otros, que se queman, deterioran y destruyen recursos naturales invalorables e irrecuperables.
(*) Especialista en Comunicación Rural