Yegros reafirma su identidad

Abrir un museo es abrir una ventana al pasado. Y esto fue lo que hizo la Municipalidad de Yegros, al inaugurar el 21 de diciembre una muestra permanente de objetos que pertenecieron a los primeros habitantes del lugar: inmigrantes europeos.

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Da la sensación de estar en Europa. En las vidrieras, objetos importados que pertenecieron a familias de raros apellidos: fumigadora traída por el señor Stollmaier, tarjeta de felicitación enviada en 1899 a Albert Kappler, plano de la ciudad diseñada por el arquitecto Gibrat, estufa a kerosén de la casa Krong. Indefectiblemente el recorrido por el gran salón del nuevo Museo y Biblioteca Municipal de Fulgencio Yegros se convierte en un viaje sin fronteras, a la época inicial del pueblo, cuando llegaron los primeros inmigrantes. Familias venidas de Francia, Alemania, Suiza, Italia, España, Suecia y otros países.
Con esta gente, de 21 nacionalidades diferentes, se formó el 17 de diciembre de 1891 la Colonia Juan Gualberto González, en honor al presidente del Paraguay que promulgó el decreto fundacional.

Un poco más tarde cambió de nombre y pasó a llamarse Colonia Nacional. Grandes casas comerciales, destilerías, licorerías y yerbateras apuntalaron la prosperidad del pueblo que tenía entre sus habitantes al conde Gaston Dubois Du Tilleul, a la escultora y poetisa Nathalie Bruel, al oficial de la marina alemana Damián Greuling, el médico del Zar de Rusia, Juan Dzirme; a los soldados de la guardia vaticana de Roma, Aníbal Branchessi, Manuel Moudelle y Pedro Zarrazin. Circulaban también por las polvorientas y rectas calles de la planificada villa el cocinero de la Corte Imperial de Napoléon III, José Durand; el médico Hugo Bosch, el odontólogo Kurt Behmarck, el cirujano Hans Krausse y el médico Ivan Nercoloff. Un personaje destacado como industrial y filántropo, muy apreciado en Yegros fue el español Rafael García. Una sección del museo lo recuerda a través de sus fotografías. Además de un enorme retrato, se pueden ver imágenes del festejo de sus bodas de oro, en la plaza central. Acontecimiento que convocó a la población para demostrar sus afectos a la pareja que no tuvo descendientes directos. Varias ex pertenencias del acaudalado hombre de negocios revelan la buena vida que alcanzó en este rincón alejado de su patria. Está el primer receptor de radio a batería, traído al pueblo en tiempos de la Guerra del Chaco (1932-1935). El aparato, según cuentan los memoriosos, sintonizaba Radio Nacional y era colocado por el señor García en una ventana de su casa para que los yegreños se acerquen a escuchar las noticias del frente y saber de sus familiares combatientes.

Prueba del poderío económico de Rafael García son las hojas enmarcadas del periódico "La Voz del Paraguay", de Rosario, Argentina, edición de setiembre de 1943. En ellas se detallan el gran surtido de su tienda, almacén y ferretería "El Asturiano". Se menciona además sus producciones de caña, vino y yerba mate. Su hermano, Domingo García Alvarez, dueño de la fábrica de licores "La Iberia", anunciaba también en la prensa rosarina que su destilería La Yegreña era "la casa de caña más moderna y la más importante del país".

El aporte paraguayo a la vida cotidiana del cosmopolita pueblo de Yegros queda testimoniado en una figura emblemática: el presbítero Pedro Juan Fariña Arce, carismático sacerdote que sirvió a la comunidad en función de cura párroco desde 1926 hasta 1976. Parte de sus pertenencias fueron rescatadas de un depósito y colocadas en vidrieras especiales. Una muestra su sombrero y el traje de campaña que vistió cuando fue capellán militar durante la guerra contra Bolivia. Otra ubica los instrumentos musicales, bombardino, clarinetes y trompetas que utilizó en la banda del Batallón Boys Scout que él mismo creó y dirigió.
El armonio, ya destartalado, con que el padre Fariña Arce ejecutaba el Ave María durante los casamientos, revive en silencio momentos inolvidables en la vida social de los yegreños.

Petit guía

El Museo Municipal está ubicado en pleno centro, en la esquina de las calles Paí Fariña y España. Se inauguró el 21 de diciembre de 2003 y abre sus puertas de lunes a sábados, de 08:00 a 11:30. Gloria Rodríguez, encargada del local, atiende con amabilidad a los visitantes. Hay una mesa larga con sillas para quienes tienen interés de leer los libros o investigar los documentos que se guardan en la biblioteca. El acceso es gratuito y si llegan turistas fuera del horario de atención, hay vecinos con llaves, autorizados a mostrar el museo.Una máquina de coser de 1903 que funcionaba a pedal y a manivela, con su silla vienesa, recuerda a una de las maestras que apuntalaron la educación en el pueblo: la profesora Vitálica Ortigoza.
Otro personaje popular, presente con sus viejos utensilios es el peluquero Leonardo Báez. Su silla de madera, hoy vacía, sirve de soporte al cartel hecho a mano que persuadía a los clientes de los precios de cortes en pesos. Pero los que no venían a la peluquería "El Pingüino", tampoco se salvaban de sus tijeras y navajas. Con un valijín de mano, Báez acostumbraba recorrer el vecindario, barrios y compañías para peluquear a todos los varones del pueblo.

Planchas a alcohol, máquinas de escribir, cámaras fotográficas, prensas y diversos utensilios domésticos marcan etapas vividas en este lejano pueblo del departamento de Caazapá. Se encuentran además armamentos, municiones y condecoraciones de la Guerra del Chaco. Fotografías de los primeros colonos, artistas, ex autoridades y acontecimientos relevantes para los yegreños. Entre ellas, un retrato antiguo del ex combatiente de la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), el alférez Vicente Ortigoza.
Ocupa un espacio privilegiado el altar de madera del segundo templo parroquial, consagrado el 15 de noviembre de 1926; la cruz de hierro que terminaba la torre de la primera capilla y varios candelabros de bronce.

Los corredores y el patio del edificio no están libres de objetos. Hay restos de grandes maquinarias que sirvieron para apuntalar el notable desarrollo industrial que experimentó el pueblo en décadas pasadas. A cielo abierto se ubica la corroída caldera de la usina eléctrica, inaugurada en 1930 por los señores Emilio Napout, Leopoldo Bruel y Gregorio Fernández, que colocó a Yegros entre los primeros pueblos del interior en contar con el servicio de electricidad. La luz se apagó al estallar la revolución de 1947. Existen igualmente una bomba a mano, utilizada para trasiego de líquidos (vino, caña, agua) de acción horizontal, marca Broquet, importada de París, Francia. Del monte se rescató parte de la máquina fabricadora de la gaseosa "Si Si", que deleitó a otras generaciones.

Entre los documentos que se conservan, llama la atención tres planos rescatados en mal estado de una casa abandonada. Hechas a mano por ingenieros alemanes, las figuras dibujadas y pintadas servían para armar una caldera a vapor para calefaccionar una superficie de 60 metros cuadrados. Un guinche de transmisión para carga máxima de 1.000 kilogramos (1 tonelada) y 8 metros de altura, que levanta mecánicamente, y una máquina a vapor con caño de escape de un cilindro con 1.000 revoluciones por minuto, con 560 de volumen por motor.
Reunir todas las piezas demandó tiempo y trabajo. Pero con voluntad y esfuerzo se alcanzó el objetivo. Bajo la administración del intendente Fabio Rubén Dávalos se empezó por formar el 23 de setiembre de 2002 el Departamento de Cultura de la Municipalidad de Fulgencio Yegros. Y, enseguida, se iniciaron las gestiones tendientes a crear el museo y biblioteca pública. Para ello se conformó una comisión especial presidida por la profesora Bacilica Candia de Villalba (50).

Activa y apasionada de la historia de su pueblo, la docente jubilada recorrió casa por casa, habló con los propietarios y los convenció a donar o prestar sus reliquias, herencia de los colonos fundadores.
"Hicimos una audición radial, solicitando a la gente que se despoje de sus tesoros. Era una empresa muy difícil, pero no imposible, algunas personas trajeron sus cosas, otras tuvimos que ir a buscarlas, pero lo más complicado fue persuadirles de la importancia de contar con un museo que valorice la memoria histórica del pueblo de Yegros", comenta la profesora Bacilica.
El local del museo tiene su propia historia: fue construido en la década de 1920 para sede del mercado municipal. Funcionó como carnicería y depósito de la comuna. En los últimos años, cuando se vio la necesidad de contar con un edificio para el departamento de Cultura, se remodeló acorde a las exigencias del nuevo uso que se le daría. Se le agregó un baño, se colocaron ventiladores y se armaron vitrinas. Para organizar la distribución de espacios y montaje del acervo, la profesora Bacilica hizo viajes a Villarrica con el propósito de observar como estaban clasificadas las piezas y ordenados los exhibidores de los museos guaireños.


Hoja de ruta

Fulgencio Yegros queda a 278 kilómetros de Asunción. Desde la capital departamental Caazapá, hasta donde llega la ruta asfaltada, son 52 kilómetros de caminos de tierra.
Yegros, que hoy tiene unos 6.000 habitantes, es considerado el primer y único pueblo del Paraguay que se organizó sobre un plano preestablecido. El trazado de 102 manzanas, fue proyectado y ejecutado por el arquitecto francés de apellido Gibrat, a semejanza de la ciudad argentina de La Plata, con calles diagonales que convergen en una plaza central y cuatro plazas aledañas.
"No teníamos capacitación para armar un museo, pero yo recorrí algunos para conocer la manera en que se deben disponer los objetos. Es decir, tener un guión para facilitar al público la interpretación de la historia que acá contamos. Y lo hicimos con mucha inteligencia", reconoce satisfecha.

El Museo de Yegros se solventa con aportes de la Gobernación de Caazapá, royalties de Itaipú a municipios de menor recurso, contribución de particulares, especialmente yegreños residentes en Asunción y el apoyo decidido de los concejales municipales. Y, por sobre todo, con el entusiasmo de la profesora Bacilica, que se siente realizada con la concreción del espacio histórico cultural. Un universo, pequeño por cierto, pero que de manera amena y digna reafirma la identidad cosmopolita de Fulgencio Yegros.
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