Vivir en Coronel Martínez

Coronel Martínez adquirió rango de municipio en 1919, cuando se independizó de Félix Pérez Cardozo. Sus habitantes viven de la producción azucarera y, en menor escala, de las actividades ganaderas. Nadie es dueño de la tierra que ocupa y desde el cierre del tren, el silencio ganó los salones de la vieja estación. Pero, a pesar de las adversidades, porque hasta la naturaleza suele ensañarse con este pueblo, la gente aquí está decidida a mantener viva la ilusión de tiempos mejores.

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En este pueblo de Coronel Martínez, que se levanta chato a 136 kilómetros de Asunción, el polvo arremolina con el viento norte y libera las calles de transeúntes. Tampoco nadie camina al mediodía, bajo el sol intenso capaz de derretir cualquier idea. Acostumbrado a este paisaje desolado, la gente rinde culto a la paciencia y a la resignación.
Muy amables, los lugareños se entusiasman con facilidad cuando hablan de los buenos tiempos vividos en su patria chica. De cuando el ferrocarril circulaba por la pintoresca estación y repartía cuotas de progreso por los alrededores. O callan solemnes cuando la tragedia revive recuerdos ingratos, como el temporal que en mayo de 1997 azotó al departamento del Guairá y prácticamente destruyó medio pueblo de Coronel Martínez. Repuesta de los efectos del fenómeno atmosférico, ahora la población sigue tan viva su rutina de vida. A las 11 de la mañana, en un bar llamado "La Calandria", de pocas mesas y buena atención, se sienta Juan Bautista Rojas, un carnicero de 55 años que tiene por costumbre beber un aperitivo antes del almuerzo. Oriundo de la compañía Monges Paso, el hombre delgado y rostro pálido que trajo al mundo 11 hijos, viene seguido al centro a solicitar autorización de la Municipalidad para faenar animales. "Esta mañana vine a gestionar los papeles necesarios para carnear una vaca y de paso llegué acá para descansar un rato", se excusa. Sin vueltas, más que una sonrisa espontánea, Juan Bautista levanta su vaso en simbólico brindis: "a su salud, mi amigo", dice y de un sorbo vacía su contenido. Frente a él, su amigo y dueño del local, Juan Ramón Vázquez (76), un excarrero que decidió hace 25 años abrir el bar "La Calandria", porque "ya estaba cansado de los ajetreos de la carreta y quería tranquilidad". Pero, al parecer, la ansiada paz aún le resulta esquiva.

"Ahora, la situación está muy difícil, la luz eléctrica es muy cara, no hay movimiento y yo tengo que pagar 120 mil guaraníes al mes. Sube el precio de la carne, todo está por las nubes", se queja.
A pesar de sus 72 años, Francisca, la esposa de Juan Ramón, se levanta a las 4 de la madrugada a preparar las minutas que sirven en el bar. Hay empanadas, milanesas, sandwiches y, sobre pedido, pollo con ensalada, marinera y otros menús. Para beber: cervezas, gaseosas, cañas y vinos. También la casa, ubicada frente a la iglesia, funciona como pensión. Suelen venir pasajeros de Asunción y pueblos lejanos que, si no son exigentes, se quedan a dormir. "Si veo que es medio delicado, le digo andate a tal parte... Cobro de acuerdo a la cara del cliente, generalmente 20 mil por noche, pero si veo que es muy pobre le digo: quedate nomás y no le cobro", se sincera el dueño.

"Ramón Cala'á" -así le apodaron sus conocidos- es nacido y criado en Coronel Martínez. Tiene 11 hijos, trabajó por mucho tiempo en la carreta, acarreaba caña dulce a la Azucarera Paraguaya, ubicada en Tebicuary, a 3 kilómetros de su hogar.
Al transitar las polvorientas calles céntricas, salpicadas de pintorescas viviendas con techos de paja y zinc, el visitante se dará cuenta de que el atractivo del pueblo se centra en los sencillos recursos históricos que posee. La estación de tren, que en la buena época del ferrocarril era referente del desarrollo material y humano. La casa de madera de Enrique Plate, que en 1929 fue la primera escuela y hoy se halla convertida en museo. Y la iglesia que, en medio de una gran plaza de fresca arboleda, reúne a los fieles católicos todos los domingos en torno a la fe. Penosamente las antiguas imágenes de madera tallada que conservaba sufrieron la misma suerte que varios templos del Guairá: fueron copiadas y cambiadas por burdas réplicas. Se salvó una Virgen Morena con el Niño en brazos. Pero el Cristo articulado y otras piezas importantes ya no son las originales.



A pocas cuadras de la iglesia, una funeraria cumple el ingrato rol de encajonar a los que pasan a mejor vida. Un argentino de apellido Vera, casado con una paraguaya, vino a instalarse en el pueblo y se dio cuenta de que cada vez que alguien moría se recurría a localidades vecinas para cumplir con las necesidades protocolares del entierro y optó por abrir la funeraria. Y le va muy bien con el negocio.
Quienes tienen a su cargo educar a los chicos de Coronel Martínez admiten que el nivel de escolaridad raya lo bueno. Rafael López (35), profesor de primaria, indica que se está implementando la escolaridad completa hasta el 2° grado. "Con este sistema, la educación está mejorando bastante. Los alumnos vienen a las 7 de la mañana y se retiran a las 3 de la tarde. Se les da alimentación y conviven mayor tiempo con la enseñanza", explica el docente.

En Coronel Martínez existen una escuela primaria N° 55 "Don Trifón Monges González" y el colegio nacional "Adela Lichi de Rachid", para la secundaria.
Con 14 compañías y 6.800 habitantes, Coronel Martínez es una sociedad pacífica y relativamente tranquila, a decir del suboficial inspector Juan S. Mora, jefe de la comisaría N° 24. "Suele haber casos de peleas, a veces denuncias de abigeato y delitos menores", confirma el uniformado que junto a 2 suboficiales se encarga de la seguridad pública.
Entre mayo y diciembre, los hombres de la comunidad se dedican al trabajo. Es la época de zafra y la Azucarera Paraguaya emplea gran cantidad de mano de obra en el proceso de convertir la caña dulce en azúcar. Es también la época en que hay dinero en Coronel Martínez. "Esta es una comunidad eminentemente agrícola, entonces, la mayoría de la gente se involucra con la azucarera que es el principal medio de vida que tenemos", indica Ramón Magín Lichi (54), intendente municipal.

Proveniente de una familia tradicional de la política paraguaya, el jefe comunal aprendió el oficio detrás de su padre, Luis Lichi, recorriendo seccionales coloradas. "Uno se mete en esto para ayudar a los más humildes, pero después ya no puede salir", reconoce. Padre de 6 hijos y dueño de una flota de colectivos y camiones de carga, Lichi se acomodó a un sistema que le resulta práctico para manejar la intendencia de Coronel Martínez. Hace oficina los lunes, miércoles y viernes. No obstante, a su casa recurren los vecinos a cualquier hora en casos de necesidad. "Aquí es así, nos conocemos todos y ellos vienen a golpear la mano cuando necesitan. Yo les hago de ambulancia para trasladar enfermos, ayudamos a solucionar hasta problemas particulares", comenta el intendente y se ríe.

La administración de Ramón Lichi maneja para el 2003 un presupuesto municipal de 142 millones de guaraníes provenientes de los impuestos a la construcción y 205 millones de royalties a municipios de escasos recursos. No existe el cobro de impuestos inmobiliarios, porque en Coronel Martínez nadie es propietario de la tierra que ocupa. El pueblo se formó en las 5.245 hectáreas pertenecientes a Francisco Martínez del Monge, un español que en tiempos de la colonia era recaudador de los impuestos reales. Al no tener descendientes, el hombre cedió una porción de terreno a todas las personas que trabajaban con él, y estas a la vez a sus descendientes. Hace poco, la Municipalidad ordenó el levantamiento catastral y ahora se halla abocada a la titulación de los lotes. "Lo que cobramos es una suma ínfima por arrendamiento de terreno, no hay impuesto inmobiliario, porque los ocupantes no son propietarios", reitera Lichi.
Los ingresos municipales se destinan a arreglo de calles, pago de salarios a funcionarios y a la construcción de obras sociales. "Estamos construyendo un polideportivo techado que va a contar con canchas de futsal y básquetbol, con graderías para 1.500 espectadores", detalla.

La obra, que costará 300 millones de guaraníes, se lleva adelante con la intención de dotar a la juventud local con centros de recreación deportiva y sano esparcimiento.
Suman 5 las calles empedradas, aunque la idea es que se extiendan a varias cuadras más.
Coronel Martínez posee un puesto de salud, pero no cuenta con un médico permanente. Si hay enfermos, estos deben ser trasladados a Villarrica para su atención.
Tierra de gente apacible, sencilla y amistosa, la localidad lleva el nombre del Coronel Francisco Martínez, héroe de la guerra del 70. Son escasos los datos relativos al porqué de la denominación. Pero, averiguar el tema es algo que mucho no inquieta a los lugareños. Porque esa sí, es otra historia.

Hoja de ruta
Coronel Martínez se transformó en municipio el 11 de junio de 1919. Celebra su fiesta patronal cada 28 de octubre, día del Sagrado Corazón de Jesús. Se llega al pueblo por dos vías de acceso; por la ruta 2 existe en San José de los Arroyos un desvío de 36 kilómetros de camino de tierra. Yendo por Villarrica queda a 22 kilómetros, sin pavimento pétreo.
En verano, uno de los atractivos es la playa que se forma en la ribera del río Tebicuarymí.


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