Una escritora atípica

Chiquita Barreto es la autora de Los nombres que habito, novela ganadora del Premio Literario Roque Gaona 2015. La obra aborda el tema de la mujer y las diversas circunstancias a las cuales se debe enfrentar diariamente, como la discriminación, violencia y sometimiento.

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La escritora Chiquita Barreto nos recibió en su hogar, una tarde calurosa que presagiaba una tormenta. En medio de una charla de café hablamos de todo, de la mujer, la literatura y, principalmente, del galardón que recibió tan solo unos días atrás: el Premio Literario Roque Gaona 2015, por su novela Los nombres que habito, y de su pánico a las entrevistas. “¿Qué querés que te diga? Soy muy tímida. Supongo que soy una tímida muy osada. No sé por qué me asustan. No es mi primer premio. Miedo es poca cosa. Es así. ¡Ah!”. (Pone cara de terror).

Chiquita no sabía que su novela fue enviada al concurso por la editora. “La verdad es que no me lo esperaba”, cuenta acerca del galardón. Una amiga editora le avisó que ganó. “Estoy muy contenta, sobre todo porque el premio no es solo ‘cartoncito’, porque fijate que detesto las ‘menciones de honor’. Es importante ganar, pero no es mi objetivo. Gane o pierda, eso no me inhabilita seguir escribiendo”. La novela, a propósito, también recibió una mención especial en el Premio Nacional de Literatura 2015.

También, el año pasado obtuvo el segundo lugar del Premio Municipal de Literatura 2014, por su obra Al amparo del tiempo; una mención del Premio Municipal de Literatura 2010, por Mujeres de cera, y La voz negada, la primera novela que escribió, salió entre las 10 obras seleccionadas del Premio de Editorial Planeta.

Prolífica escritora, entre sus obras se destacan por igual novelas y poemas; sin embargo, no se considera poeta, aunque ya tenga otro poemario terminado. “No puedo considerarme poeta. El poeta tiene la palabra exacta; yo no. Creo que ese título de poeta me queda muy grande”. Lectora ávida, desde temprana edad, entre sus obras favoritas estaban Ana Karenina o Madame Bovary. “Pensaba que no las entendía a profundidad. Después, con el tiempo, me di cuenta de que sí las comprendía, por eso pensaba que mis personajes no podían llamarse Eleuteria o Aquilino. Tenían que ser ‘Ivanova’, por ponerle un nombre” (risas).

Sus primeros esbozos de novelas y poemas, ya en su niñez, los plasmaba en unos cuadernos que se fueron perdiendo con las mudanzas. Pero sus versos no eran de amor, tema muy común entre los adolescentes. Ya en esa época afloraría en su pluma la preocupación social característica de toda su obra. “Se las dediqué a un mendigo que veía a la entrada de la iglesia. En esa época iba todos los domingos a misa, porque esa era la tradición de mi familia, por lo menos desde que nos mudamos a la ciudad”.

Amelia “Chiquita” Barreto (1947) fue inscripta en la —entonces— colonia Dr. Cecilio Báez, Caaguazú, pero se crio hasta los ocho años en Karandayty, un pueblito rural del mismo departamento. “Karandayty es mi Comala”, subraya. Después, se mudó a Coronel Oviedo, donde realizó sus estudios. Su familia siempre estuvo en la oposición. “Parece ser nuestro destino”, reflexiona.

Su padre, quien militaba en el Partido Liberal, con el advenimiento de la Revolución del 47 perdió todos sus bienes. No obstante, hombre industrioso —era acopiador de petitgrain—, pronto logró recuperarse. Chiquita y sus ocho hermanos ya no sintieron los efectos económicos, pero sí los políticos: tanto su hermano mayor como su padre fueron asesinados y las circunstancias de sus muertes hasta hoy no han sido aclaradas.

“Yo siempre estoy escribiendo”, dice mientras nos muestra unos cuadernos manuscritos llenos de apuntes. “Las anoto y las voy juntando; si no, las ideas se van. Ahora estoy terminando una novela”. Sus primeros tres libros los publicó estando todavía casada. Dos de ellos son de cuentos y el tercero, Setiembre para Manolo, es un poemario elegiaco dedicado a su hijo fallecido.

Sus temas son recurrentes. Siempre aborda la problemática de las mujeres y se declara feminista, aunque le digan que ya no hace falta. “Por mucho que hayamos avanzado, yo creo que sí. Ya no hará falta cuando no se le obligue a una niña de 11 años a llevar a cabo un embarazo que su cuerpo no puede soportar, y a parir y amamantar... ¡cuando debería estar jugando!”. Resalta que la mujer ha sido y sigue siendo objeto de deseo, en algo que se puede poseer, pero no se la desea como sujeto pensante o creador, porque la inteligencia no se puede poseer, pero se puede frenar. “Hasta las mujeres más inteligentes se hacen de las tontas por mantener a un hombre. Mientras las leyes nos dan todos los derechos en los medios, nunca la mujer estuvo tan expuesta al manoseo. Es morboso”.

En referencia a su obra galardonada —Los nombres que habito—, reseña que habla, esencialmente, de las tantas etapas en la vida que pasan las mujeres. “Llega un momento en el que te asumís como aquella joven de la Intendencia de Limpio, por ejemplo, y pensás en todas las cosas que pudieron haber pasado por su mente. Necesitamos que nos habiten esas mujeres. Reflexionar acerca de las situaciones que pasan otras, por las cuales nosotras no hemos pasado, porque si no, es muy fácil juzgarlas, ya sea en lo frívolo como en lo profundo. Y lo profundo no sabemos nunca, porque hasta el ser más simple es el más complicado”.

Con todo, asegura que no se siente una intelectual, dado que no escribe como tal y nunca vuelve a leer lo que publicó. “Parafraseando a Clarice Lispector, te puedo decir que yo escribo con el cuerpo”. Es Chiquita Barreto, una escritora atípica.

El concurso

Fue organizado por la familia Gaona Giardino, con el apoyo de la Sociedad de Escritores del Paraguay. La novela Los nombres que habito, de Chiquita Barreto, fue elegida por un jurado integrado por los escritores Susana Gertopán y Alcibiades González Delvalle, y la señora Liliana García. El segundo premio fue para Goiburú, la odisea del insumiso, de Alfredo Boccia Paz, y la mención especial para En el Parque de Gaudí, de Milia Gayoso Manzur.

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