Lo que no es muy conocido es que la Pascua es una festividad de antigua data en las más diversas culturas y tiene sus remotos antecedentes en celebraciones en honor de míticos dioses helénicos. La fiesta de la Pascua se celebra en el mundo cristiano recordando la Resurrección de Jesús. Pero ella es celebrada por los más diversos pueblos desde tiempos inmemoriales.
El término pascua viene del latín paschá, deriva del hebreo pesah, que significa sacrificio por la inmunidad del pueblo, y que es la fiesta más solemne de los hebreos que se celebra a la mitad de la luna de marzo, en memoria de la libertad del cautiverio de este pueblo de Egipto.
En la Iglesia católica se celebra, en el rito latino, el domingo siguiente al plenilunio posterior al 20 de marzo (su conmemoración oscila entre el 22 de marzo y el 25 de abril).
Los orígenes de la Pascua
La celebración de la Pascua tiene sus orígenes en la mitología del mundo helénico, específicamente en el culto de la gran diosa Cibeles.
En la mitología griega, la divinidad principal al igual que en numerosos cultos asiáticos tenía carácter femenino (la gran diosa, la madre universal, etc.). Esta deidad que reunía todos los atributos y funciones de la divinidad simbolizaba, ante todo, la fecundidad (de las plantas, de los animales y de los hombres) y su dominio era el universo entero. Como diosa celeste, regulaba el curso de los astros y presidía la sucesión de las estaciones. Hacía brotar los productos de la tierra, daba riqueza a los hombres, a quienes protegía en los combates y favorecía los viajes por mar; mataba a las fieras o las amansaba. También reinaba en el mundo infernal: Señora de la vida, era, asimismo, soberana de la muerte.
El culto a Cibeles y Atis
Los antiguos asociaban a la principal divinidad femenina, un dios secundario ya como esposo, ya como hermano o hijo el que era conocido como "Asterio" ("el Estrellado"). La primitiva y primigenia deidad femenina, en el mundo helénico fue Gea, que personificaba a la Tierra, cuyo culto subsistió a través de los tiempos con otros nombres.
Desde remotas épocas, los griegos presentaban a Gea como la madre de todos los seres. También a Rea se le dio esa función, al adjudicársele la maternidad de los grandes dioses soberanos del Olimpo. Posteriormente, Rea se convirtió en la gran diosa frigia Cibeles, cuando el culto a Rea ingresó a Grecia.
Cibeles personificaba a la Tierra en su estado primitivo y agreste, la que también ejercía su dominio sobre las bestias salvajes que solían figurar en su séquito (célebre es la representación de esta diosa en un importante punto de Madrid). La iconografía de esta divinidad la representa acompañada de leones y empuñando un látigo provisto de huesecillos, que simboliza su poder. Con este tipo de látigo se flagelaban los sacerdotes de su culto.
El culto a esta gran diosa frigia se celebraba con danzas frenéticas al son de flautas, tambores y címbalos y, en su furor orgiástico, los seguidores de la diosa llegaban a la mutilación voluntaria de sus genitales.
A esta gran diosa solía asociarse un dios menor, Atis, divinidad de la vegetación, a quien consideraban como el padre. Según la mitología griega, Atis se convirtió en el hermoso pastorcillo Celenos, de quien se enamoró Cibeles, convirtiéndolo en sacerdote e imponiéndole el voto de castidad.
Atis-Celenos rompió el juramento casándose con la hija del río Sangario. Como castigo, Cibeles le "infundió" un delirio frenético, en el curso del cual se mutiló y se flageló con su miembro. Para evitar que se suicidase, la diosa madre lo convirtió en un árbol de pino.
Cada año, al empezar la primavera, los griegos celebraban grandes y multitudinarias fiestas en honor de Atis, las que duraban cinco días: El primero era día de luto, y en él se efectuaba, entre lamentos, una procesión por las calles de la ciudad, llevando un pino sagrado envuelto en bandas de lana; en el segundo día, los sacerdotes entraban en trance por medio de músicas delirantes; el tercer día se caracterizaba por sangrientas mutilaciones; el cuarto era un día de júbilo, en el que se conmemoraba la resurrección de Atis-Celenos, y por último, el quinto día se dedicaba al descanso.
Proyección a través del tiempo
Estas celebraciones, con el tiempo fueron extendiéndose según las corrientes hegemónicas de los pueblos a otros territorios y otras culturas, llegando así a la actualidad a través de las festividades pascuales cristianas, durante las cuales, uno de los ritos es el de congratular a través de palmadas en las espaldas, simbolizando las flagelaciones de los seguidores de Atis. A esta también se suma la tradición de obsequiar huevos de chocolate o huevos decorados para celebrar este día.
¡Felices Pascuas! ¡Paf!
Por Bernardo Gutiérrez - surucua@abc.com.py
El término pascua viene del latín paschá, deriva del hebreo pesah, que significa sacrificio por la inmunidad del pueblo, y que es la fiesta más solemne de los hebreos que se celebra a la mitad de la luna de marzo, en memoria de la libertad del cautiverio de este pueblo de Egipto.
En la Iglesia católica se celebra, en el rito latino, el domingo siguiente al plenilunio posterior al 20 de marzo (su conmemoración oscila entre el 22 de marzo y el 25 de abril).
Los orígenes de la Pascua
La celebración de la Pascua tiene sus orígenes en la mitología del mundo helénico, específicamente en el culto de la gran diosa Cibeles.
En la mitología griega, la divinidad principal al igual que en numerosos cultos asiáticos tenía carácter femenino (la gran diosa, la madre universal, etc.). Esta deidad que reunía todos los atributos y funciones de la divinidad simbolizaba, ante todo, la fecundidad (de las plantas, de los animales y de los hombres) y su dominio era el universo entero. Como diosa celeste, regulaba el curso de los astros y presidía la sucesión de las estaciones. Hacía brotar los productos de la tierra, daba riqueza a los hombres, a quienes protegía en los combates y favorecía los viajes por mar; mataba a las fieras o las amansaba. También reinaba en el mundo infernal: Señora de la vida, era, asimismo, soberana de la muerte.
El culto a Cibeles y Atis
Los antiguos asociaban a la principal divinidad femenina, un dios secundario ya como esposo, ya como hermano o hijo el que era conocido como "Asterio" ("el Estrellado"). La primitiva y primigenia deidad femenina, en el mundo helénico fue Gea, que personificaba a la Tierra, cuyo culto subsistió a través de los tiempos con otros nombres.
Desde remotas épocas, los griegos presentaban a Gea como la madre de todos los seres. También a Rea se le dio esa función, al adjudicársele la maternidad de los grandes dioses soberanos del Olimpo. Posteriormente, Rea se convirtió en la gran diosa frigia Cibeles, cuando el culto a Rea ingresó a Grecia.
Cibeles personificaba a la Tierra en su estado primitivo y agreste, la que también ejercía su dominio sobre las bestias salvajes que solían figurar en su séquito (célebre es la representación de esta diosa en un importante punto de Madrid). La iconografía de esta divinidad la representa acompañada de leones y empuñando un látigo provisto de huesecillos, que simboliza su poder. Con este tipo de látigo se flagelaban los sacerdotes de su culto.
El culto a esta gran diosa frigia se celebraba con danzas frenéticas al son de flautas, tambores y címbalos y, en su furor orgiástico, los seguidores de la diosa llegaban a la mutilación voluntaria de sus genitales.
A esta gran diosa solía asociarse un dios menor, Atis, divinidad de la vegetación, a quien consideraban como el padre. Según la mitología griega, Atis se convirtió en el hermoso pastorcillo Celenos, de quien se enamoró Cibeles, convirtiéndolo en sacerdote e imponiéndole el voto de castidad.
Atis-Celenos rompió el juramento casándose con la hija del río Sangario. Como castigo, Cibeles le "infundió" un delirio frenético, en el curso del cual se mutiló y se flageló con su miembro. Para evitar que se suicidase, la diosa madre lo convirtió en un árbol de pino.
Cada año, al empezar la primavera, los griegos celebraban grandes y multitudinarias fiestas en honor de Atis, las que duraban cinco días: El primero era día de luto, y en él se efectuaba, entre lamentos, una procesión por las calles de la ciudad, llevando un pino sagrado envuelto en bandas de lana; en el segundo día, los sacerdotes entraban en trance por medio de músicas delirantes; el tercer día se caracterizaba por sangrientas mutilaciones; el cuarto era un día de júbilo, en el que se conmemoraba la resurrección de Atis-Celenos, y por último, el quinto día se dedicaba al descanso.
Proyección a través del tiempo
Estas celebraciones, con el tiempo fueron extendiéndose según las corrientes hegemónicas de los pueblos a otros territorios y otras culturas, llegando así a la actualidad a través de las festividades pascuales cristianas, durante las cuales, uno de los ritos es el de congratular a través de palmadas en las espaldas, simbolizando las flagelaciones de los seguidores de Atis. A esta también se suma la tradición de obsequiar huevos de chocolate o huevos decorados para celebrar este día.
¡Felices Pascuas! ¡Paf!
Por Bernardo Gutiérrez - surucua@abc.com.py