Un mundo muy particular

Enfrentados a una hostil naturaleza a la que dominaron y de la que extraen ingentes riquezas, los menonitas del Chaco supieron conjugar sus centenarias costumbres con las comodidades de la vida moderna, asimilándolas ventajosamente, además de interactuar armónicamente con las culturas autóctonas y con otras que fueron sumándose alrededor de sus colonias agroindustriales, integrando todas ellas.A 80 años de la llegada de estos colonos, los jóvenes menonitas de hoy enfrentan nuevos desafíos y miran mucho más allá de la cultura del trabajo.

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Les preocupa el dinero, tener casa propia, bailan cumbia y tecno, pasean en motocicleta y tienen nuevas vivencias personales y profesionales.

Una impresión estereotipada que la mayoría de los paraguayos tenemos es que los menonitas son un pueblo que, además de grandes trabajadores e intensamente religiosos, se visten de manera uniforme y viven encerrados en su mundo...

Nada más alejado de la realidad. Que son laboriosos, es indiscutible. Que son intensamente religiosos, también, pues sólo con esforzado trabajo y una fe a toda prueba se puede domeñar un territorio tan hostil -aunque, paradójicamente, feraz y generoso- como el Chaco. Pero, al menos los menonitas que viven en la Región Occidental no visten, los hombres, sus tradicionales pantalones con pechera y tirador y sombreros blancos de alas anchas; ni las mujeres sus vestidos oscuros, con diseños florales en colores contrastantes, de cintura ceñida y faldas tableadas, y tocadas con graciosos sombreros al tono, caminando unos pasos atrás de sus respectivos maridos.

No. Esos también son menonitas, pero no de los que viven y trabajan en el Chaco. Esos son los que viven en otras regiones del país, pero menonitas del Chaco, no.

Ocho décadas en el Paraguay

Establecidos en el medio del Chaco Boreal -a unos 450 km de la capital del país, los menonitas llegaron al Paraguay a partir de 1921, cuando adquirieron unas 150.000 hectáreas de la compañía Carlos Casado Ltda. Un lustro después llegó el primer grupo que se radicó en el Chaco, de alrededor de 400 personas. Luego de algún tiempo viviendo en Puerto Casado -pues sus tierras aún no habían sido mensuradas-, fundaron la primera colonia -Fernheim-, cuyo centro urbano es conocido con el nombre de Filadelfia, que significa “hermanos unidos”. Posteriormente se fundaron otras colonias, como Menno (Loma Plata) y Neuland; todas ellas están compuestas, a su vez, además de sus respectivos cascos urbanos, por varias aldeas y asentamientos de indígenas.

Los menonitas llegaron al Paraguay luego de siglos de peripecias que principiaron en su mismo origen, signados por la constante persecución religiosa, lo que les obligó a emigrar de Alemania a Rusia y de allí a América, estableciéndose en Canadá, algunos, y en Estados Unidos, otros, en el siglo XIX.

Nuevas adversidades les obligaron, ya a principios del siglo XX, a buscar otros destinos. Así fue como llegaron al Paraguay, estableciéndose primeramente en el Chaco, y en la Región Oriental, luego de huir de la Rusia comunista.

¿Quiénes son?
La denominación menonita proviene del nombre del fundador de la secta, Menno Simons, quien en el siglo XVI agrupó y animó a los cristianos perseguidos y dispersos, a raíz de las luchas religiosas derivadas de la reforma luterana. Uno de aquellos grupos de cristianos eran los anabaptistas -nuevos bautizados-, porque tomaron la costumbre de ser bautizados nuevamente una vez adultos. Estos cristianos, que exigían una separación de Iglesia y Estado, además de negarse a pelear en las guerras, eran rigurosamente perseguidos por las autoridades, por lo que se dispersaron por varios países de Europa.

Fue en esta época que el sacerdote católico Menno Simons conoció a los anabaptistas y empezó a protegerles de las persecuciones políticas y religiosas de las que eran objetos, convirtiéndose en su principal líder, lo que, a su vez, lo convirtió en un perseguido y anatematizado.

Si bien pasaron numerosos años, los menonitas siguieron siendo perseguidos, por lo que tuvieron que, cada tanto, emigrar a otros países. Así, de Suiza, donde se originaron, tuvieron que pasar, algunos a Francia, otros a Alemania y otros a Holanda, de donde pasaron a Prusia y Polonia, donde estuvieron 250 años, hasta que en 1788 se trasladaron a Ucrania, invitados por la zarina Catalina la Grande, para colonizar vastas zonas despobladas a orillas del mar Negro, luego de expulsar a los turcos. La primera colonia se estableció a orillas del riacho Chortitza, un afluente del Dnjepr. A esta siguieron otras, en el Cáucaso, en los Urales y en Siberia. Si bien obtuvieron diversos privilegios para su asentamiento, las características del lugar sólo produjeron incomodidades y privaciones, además de marcar fuertemente la identidad sociocultural de los menonitas, llegando a fundar su propia iglesia, la de los Hermanos Menonitas, en 1860.

La laboriosidad de estas gentes convirtió la región donde estaban asentados en el granero de Rusia. Poco después, en 1874, empezó la rusificación compulsiva de las escuelas y la colectivización de la tierra, el servicio estatal forzoso y las violentas rebeliones, lo que obligó a gran parte de los menonitas a emigrar a los Estados Unidos de América y a Manitoba, Canadá, donde fueron recibidos favorablemente, pues eran los más indicados para poblar extensos territorios deshabitados.

En América, algunos años de tranquilidad fueron enturbiándose cuando en Canadá, los Gobiernos provinciales intentaron forzar la integración mediante un sistema de escuelas públicas. Los menonitas se resistieron, lo que ocasionó serios quebraderos de cabeza, costándoles multas y encarcelamientos.

Mientras tanto, con el advenimiento de la revolución bolchevique, la vida de los menonitas en Rusia se hizo imposible: nuevas y crueles persecuciones y masacres, además del hambre y la miseria causaron estragos entre ellos.

Muchos lograron huir, pero, para empeorar las cosas, poco después se cerraron las fronteras. Fue en esa época que el Comité Central Menonita (MCC por sus siglas en inglés), con base en los Estados Unidos, comenzó a buscar tierras donde asentar a los inmigrados. Una parte se dirigió a México y otra a Belice, Bolivia y Argentina. Mientras tanto, en su búsqueda de la Tierra prometida, el MCC realizó gestiones ante el Gobierno paraguayo que dieron buenos resultados, pues el Congreso nacional sancionó leyes garantizándole el libre ejercicio de su religión y las condiciones que debían regir sus actividades productivas.

En 1926 llegó el primer contingente que se estableció en las tierras compradas de Casado, en el Chaco Boreal central, fundando su primera colonia en 1930, luego de estar varios años en Puerto Casado, donde pasaron mil y una penurias. A este contingente siguieron otros que también se establecieron en el Chaco, donde su presencia fue, en su momento, un acto de soberanía nacional ejercida por el Paraguay, ante las pretensiones bolivianas sobre el territorio.

Durante la Segunda Guerra Mundial, nuevos contingentes lograron salir de Rusia, muchos de los cuales también vinieron al Paraguay, se establecieron en la Región Oriental y fundaron varias colonias. Estos sí son los que fácilmente pueden ser identificados por su peculiar manera de vestir y de comportarse. Son los más ortodoxos de los menonitas que, por eso mismo, en la actualidad se ven involucrados en una feroz y desigual pelea con la amenaza de lo mundano, mientras su estilo de vida, detenido en el tiempo, va desintegrándose cada vez más. Todavía se los puede ver en sus calesas tiradas por caballos, tractores con ruedas de hierro; algunos desdeñan inclusive los beneficios de la electricidad, para impedir la insidiosa invasión de los medios de comunicación masiva, con sus nefastas influencias para un estilo de vida vulnerable en una sociedad que no les pertenece y para la que, probablemente, no están preparados.

La fe menonita

“Nosotros no tenemos una jerarquía eclesial vertical como los católicos -con Papa, cardenales, obispos, vicarios, etc.- Nuestra religión tiene una estructura horizontal”, dicen. “Tal vez esa haya sido la causa de que nos hemos dividido en tantos grupos, a tal punto que hoy, de menonitas sólo tenemos el nombre”, manifestaron. Entre uno y otro grupo hay todo un abanico de diferencias, hasta la antítesis. Para los menonitas, la autoridad máxima es la Palabra de Dios. Nada menos.

Observan fielmente siete artículos, conocidos como la Confesión de Fe de Schleitheim, de 1527. Estos son: el bautismo, que se hace respondiendo a petición personal; la excomunión, por pecados cometidos y reticencia de arrepentimiento; la Santa Cena, tomada por los verdaderos hijos de Dios en memoria de la muerte de Jesús; la separación del mal y de los pecados mundanos; los pastores de la iglesia deben dar testimonio de vida ejemplar; no usar armas, ni en la guerra ni en defensa propia; y no jurar. Para afirmar o negar algo basta con decir sí o no.

Menonitas chaqueños

Un imponente monumento recientemente inaugurado, celebrando los 75 años de la fundación de la colonia Fernheim, cuyo centro urbano se llama Filadelfia, recibe al visitante al final del ramal asfaltado de una veintena de kilómetros de largo, a partir de la ruta Transchaco. El paraje es típicamente chaqueño: en medio de esa vegetación espinosa y hostil, con algarrobos, verdeolivos, cactus y otros ejemplares de la flora lugareña, se encuentra la ciudad. Sus calles son amplias y polvorientas, tal que las autoridades de la cooperativa las hacen regar constantemente por medio de camiones especiales.

Basta con llegar a Filadelfia, para que toda esa imagen que uno tiene del estilo de vida de los menonitas se disuelva: shoppings, centros comerciales diversos, playas de venta de lujosos automóviles, imponentes camionetas y poderosos tractores, hoteles, restaurantes, supermercados, museos, amplios centros educativos y templos religiosos -menonitas, claro, y católicos-, asilos de ancianos, librerías y editoriales (existe una muy interesante producción bibliográfica), etc., enmarcan la avenida principal.

En las otras, las viviendas de los colonos. En fin, una ciudad como ninguna y... ¡en el medio del Chaco!

Hasta parece otro país. Lo que se dice, un mundo muy particular. La población característica: hombres, mujeres y niños rubios.

Son los hijos y nietos -y en algunos casos, bisnietos- de los pioneros. Los actuales habitantes de las colonias son los que ya disfrutan del
esultado del esfuerzo y las privaciones que sus mayores sembraron. ¡Tan diferente es hoy de lo que habrá sido décadas atrás, cuando ni siquiera caminos apropiados tenían para sacar sus productos hasta los mercados! El empujón lo dio la Transchaco, camino empezado hace medio siglo y que tan importante papel desempeñó en el desarrollo de esa parte del país. Con la Transchaco, con la electricidad y con los diversos medios productivos, el titánico esfuerzo de los pioneros dio sus frutos: estancias, granjas, fábricas de lácteos, de cárnicos y procesadoras de productos agrícolas, dieron a los colonos un alto nivel de vida, muy superior a los estándares normales del país.

Polo de desarrollo como ningún otro en la región, desde sus inicios, las colonias menonitas atrajeron a la población autóctona. Primero fueron los lengua, posteriormente, los nivacle, a estos siguieron los ayoreo silvícolas, contactados a partir de finales de la década del '40, a los que se sumaron otras parcialidades como guaraní, guarayo, angaité, etc., además de paraguayos, constituyéndose en un crisol etnocultural sin parangón. Y con una población joven con otras perspectivas, diferentes a los de sus padres y abuelos, pero que saben asimilar los cambios sin traumatismos negativos, si bien no están ausentes en la sociedad menonita y flagelos modernos como el alcoholismo, el consumo de tabaco y hasta algún que otro caso de drogadicción, vicios a los que enfrentan con la fuerza de voluntad que les brinda su fe.

Eso y mucho más son las colonias menonitas del Chaco. Mucho se gana visitándolas, pues ayudan a comprender realidades distintas de un solo país y a romper los estereotipos y generalidades en que fácilmente caemos.

La comunidad del anillo.

El monumento erigido a la entrada de Filadelfia simboliza las cuatro culturas que se conjugan en la zona (menonitas, paraguayos, indígenas y rusos). El anillo, de grosor dispar, representa el poder adquisitivo de cada grupo poblacional. En el medio está la cruz, símbolo de la religión, y a su alrededor interactúan todas la culturas.

Fábricas

La actividad industrial es el eje de crecimiento económico de las tres colonias menonitas del Chaco (Neuland, Filadelfia y Loma Plata). En las que predomina la producción láctea; en otras la agrícola y en algunas los productos en conserva. En ellas, en general trabajan alrededor de 45% de indígenas y el resto menonitas.

Paraguayos o menonitas

La identidad de los colonos es un tema que no termina de definirse. Las viejas generaciones se sienten más alemanes que paraguayos. Y las nuevas se consideran en su mayoría paraguayos, aunque no faltan los que se aferran a sus raíces rusas o alemanas.

Nuevas generaciones

La cultura del trabajo por el trabajo ya dejó de ser prioridad para las nuevas generaciones de menonitas. En general hay un mayor interés hacia otras áreas de trabajo que salen de la agricultura y la ganadería. Por ejemplo, hay quienes al terminar el bachillerato viajan al exterior y otros vienen a Asunción a estudiar carreras como Administración, Informática, Piloto aviador u otras. Cuando entran en crisis existencial hay líderes como Robert Reimer, quien trabaja con ellos buscando el motivo por el que "laten sus corazones". Reimer dice que en la actualidad también tropiezan con problemas como la drogadicción y el alcoholismo y para solucionarlos tratan de fomentar la diversión sana entre los chicos.

¿Qué es diversión sana? Pueden ser partidos de fútbol, reuniones, excursiones y trabajo de voluntariado. "Esta generación es muy distinta a las anteriores, tienen otras preocupaciones, entendemos que pasen por crisis pero para superarlas todo depende de la voluntad de ellos mismos, nosotros no podemos obligarlos", enfatiza Reimer, quien suele organizar campamentos y excursiones con los jóvenes. "Lo principal es ganarse su confianza, ya que ellos cuestionan todo lo que se les dice. No son tan crédulos y todo lo que se diga se tiene que demostrar que es verdadero", añade. Por otro lado, también existen jóvenes motoqueiros que están durante la noche en la calle principal de Filadelfia, que normalmente no frecuentan los programas de la iglesia. No son miembros de la iglesia, sino que forman parte del paisaje nocturno de fin de semana.

Iglesias y colegios

En Filadelfia hay seis iglesias menonitas y una católica. Todas las iglesias menonitas tienen un encargado juvenil. En cuanto a instituciones está el Colegio Filadelfia, el Instituto de Formación Docente, al que asisten jóvenes de las tres colonias del Chaco y también de la Región Oriental. Tiene educación bilingüe (alemán y español).

El Colegio Departamental de Boquerón es de la Gobernación, al que asisten menonitas, paraguayos, indígenas y brasiguayos. La escuela primaria 1° de Mayo tiene la peculiaridad de agrupar a alumnos de varias culturas, idiomas y religiones del Chaco.

El Centro de Formación Profesional (CFP) en Loma Plata prepara a jóvenes en casi una decena de profesiones y es dirigido por Edwin Reimer.

¿Qué bailan?

La diversión de algunos chicos y sus familias son las jornadas de fútbol los fines de semana, así como las reuniones familiares. En las colonias menonitas oficialmente no hay discotecas pero sí se organizan bailes en las casas de familia o casas de juventud. ¿Qué bailan?, pues de todo. Los gustos en ritmo varían de acuerdo con la edad. Los adolescentes prefieren la cumbia, en tanto que los de 25 para arriba se "desarman" con el tecno dance y la música retro. En las décadas del 80 y el 90 se desató una polémica, ya que los padres sólo querían que sus hijos tuvieran como baile de diversión el bonsch (baile típico alemán), pero con el tiempo las restricciones se fueron levantando. Ahora los bailes se hacen en fiestas en las que se permiten todos los ritmos y todas formas de diversión; lo que está terminantemente prohibido es el consumo de alcohol.

Medios de comunicación
En la ciudad de Filadelfia funciona la radioemisora La voz del Chaco Paraguayo, que cuenta con varios programas. Uno de ellos es "Punto límite", conducido por el locutor y periodista Julio Díaz, que transmite un programa especial para jóvenes en horario nocturno. Esta radio tiene su programación en siete idiomas distintos. Existe un sistema de cable con siete canales de televisión (Canal 9, Canal 4, canales deportivos, National Geographic y TNT), además de otras radios como Nuevo Amanecer, Samu’u y Pa’i Pukú. Los sistemas de comunicación telefónica incluyen los servicios de Copaco, Telecel, Personal y Porthable.

Tecnología

Las comunidades cuentan con acceso full a internet. En algunas casas o instituciones se puede "entrar" a internet vía Bluetooth. No existen cines, aunque hace 20 años sí existían salas. Con la irrupción de la videocasetera, cada uno pudo tener su propio cine en casa, por lo que los grandes cines que funcionaban en las escuelas o salones se cerraron. Las cintas que se veían eran más bien de tinte informativo, también llegaban películas pero con la consabida censura de las autoridades de la iglesia. Ahora existen videoclubes que cuentan con todo tipo de materiales; "los que te puedas imaginar", dice un lugareño. Algunas de las copias son pirateadas, como las traídas de Alemania o de los Estados Unidos por estudiantes menonitas que estuvieron por esos lugares.
Enlance copiado
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