Un canto de libertad

Recuperar la memoria histórica del país o hacerla conocer a los más jóvenes a través del teatro es el propósito la puesta teatral El mensú, un unipersonal que trata del padecimiento de los trabajadores en los yerbales de Alto Paraná a fines del siglo XIX.

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Mediados de la década del 70, del siglo XIX. Apenas un lustro después de finalizar la Guerra contra la Triple Alianza, se inicia la era de una nueva forma de esclavitud: el mensú, el preso de la selva, el trabajador de los yerbales de La Industrial Paraguaya, cuyos accionistas principales eran brasileños, o la Compañía Matte Larangeira, del lado brasileño. “Al mensú le daban 2000 pesos de adelanto, dinero que después tenía que devolver con 18 horas de trabajo, de lunes a lunes, sin descanso, pero, además, tenía que comer y vestirse; entonces, su deuda, lejos de disminuir, iba aumentando día a día”, relata el director y guionista Carlos Piñánez.

Destaca que la intención de llevar a escena El mensú es, principalmente, recuperar un poco la memoria histórica del país a través del teatro. “Estamos incursionando con obras unipersonales. En esta obra, apelo al talento del actor para que durante 50 minutos capte la atención del público y no se aburra con una historia conocida por muchos, pero por otros no tanto, como, por ejemplo, comunidades que viven fuera del país que no conocen nada de nuestra historia”.

Para Piñánez, realizar la investigación no fue fácil, porque encontró poca bibliografía sobre el tema, a excepción de los escritos del autor español Rafael Barrett, quien se radicó en nuestro país a principios del siglo XX, y de Augusto Roa Bastos, El trueno entre las hojas, que también fue llevada al cine. “La parte más sufrida del mensú es la que tratan ambos en sus obras y ahora nosotros en teatro”.

El director revela que el protagonista, Rodrigo Caballero, fue seleccionado, principalmente, porque su físico era el adecuado para interpretar el rol, además de su talento. Resalta, también, que la obra no necesita, a excepción del sonido, de escenografía ni luces para ser representada. “El mismo caso se dio con el unipersonal Yegros, el brigadier, que también fue una creación mía”.

El mensú es el segundo eslabón en esta cadena de unipersonales de Piñánez; el tercero será Mariscal, presidente, que está preparando ahora. “Para llevar adelante un unipersonal, sin el soporte de todo lo que concierne a la escenografía, se requiere de mucho talento, porque el protagonista, dentro de su locura, escape, inanición, una enfermedad venérea que padece –contagiado por mujeres mensús, esclavas sexuales–, va pasando por varios estados”.

La obra empieza cuando siete troperos con perros de caza están tratando de atrapar al mensú prófugo. “Si los tomaban vivos, si servías para el trabajo, los dejaban vivir; de lo contrario, se los estaqueaba, es decir, les ataban las manos y los pies con tiras de cuero mojado sobre los takuru puku (hormigueros). Una vez que el cuero se secaba, les cortaban las manos y los pies, y las hormigas hacían el resto. Un hombre de 23 años parecía de 40 y el administrador le llamaba ‘peón viejo’”.

El director cuenta que este mensú existió en la vida real. “Él logró llegar hasta su casa, pero sus padres habían vendido su propiedad en Hernandarias, y cuando va a retirar el dinero, lo matan. Se sospecha que los mismos capangas fueron sus asesinos y que además se llevaron el dinero”.

Magalí Martínez, productora de la obra, refiere que tienen planeado presentar la obra en los colegios, pero que todavía les falta que sea declarada de interés educativo. “Aunque ya conseguimos que sea declarada de interés cultural por la Secretaría Nacional de Cultura, resolución SNC 447, y de interés municipal por la Municipalidad de Asunción, resolución 2165”.

Rodrigo Caballero, el protagonista, comenta que no dudó cuando Piñánez le propuso hacer la obra, porque ya había trabajado con él anteriormente. “Pero nunca hice unipersonales. No es fácil estar solo 50 minutos sin escenografía mostrándose al público. Fue un desafío importante y muy lindo para mí”.

Caballero, de origen uruguayo, no conocía la historia de los mensús y, además de llevar solo el peso de la obra, también tuvo que sortear la dificultad de la lengua guaraní. “Es difícil porque gran parte de la obra está en guaraní; además, mi personaje pasa por varios estados. En un constante flashback, pasa de un delirio pleno de recuerdos de promesas y de las circunstancias del fallecimiento de mis compañeros, con quienes hablo todo el tiempo, a la dura realidad actual que atravieso, con padecimientos físicos y psíquicos”.

El actor subraya que el espectador, además de atento, sentirá lo mismo que siente él. “Tal vez, algunas partes le causarán gracia; otras, incluso, le harán emocionarse y llorar al ver el sufrimiento de este hombre que lucha por su libertad. Todo eso lo va a sentir el público”.

El final de la obra es un canto de libertad, en el cual el protagonista expresa: “Yo soy Josafá Palomino; soy paraguayo teete”. “Y termina con una música paraguaya. Lo escribí a propósito, porque últimamente se tiene vergüenza de ser paraguayo o de ser latino. Y dice además: ‘Para ser un prófugo de la selva, hay que estar loco o ser un héroe’”, menciona Piñánez.

Asegura que la obra no es un panfleto en contra de los que sometieron a los mensús, sino es una forma de mostrar lo que pasó. “Y que la gente saque sus conclusiones”, concluye el director.

El mensú se presentará los días sábado 9 y domingo 10 de noviembre, a las 21:00 y 20:30, respectivamente, en el Teatro Municipal de Asunción.

Argumento

Alto Paraná. En medio de la selva, tres mensús de las cercanías de Tacurú pucú −asentamiento de los trabajadores de la yerbatera La Industrial Paraguaya− en su intento de fuga, son perseguidos ferozmente por perros de caza y siete troperos con órdenes de llevarlos de nuevo a la empresa, “vivos o muertos”. Dos de ellos no logran alcanzar el río Paraná; mientras, el tercero y más joven, Josafá Palomino, entre delirios, fiebre, oscuridad y conversaciones imaginarias con sus compañeros fallecidos, sigue afanosamente el escape hacia la frontera, cansado de los abusos, maltratos físicos y estafas a los cuales es sometido todo aquel que va a trabajar a los yerbales. “Para ser prófugo de los yerbales, hay que ser un héroe o estar mal de la cabeza”, retumba en su cabeza a cada paso y caída, los dichos del agente yerbatero.

mpalacios@abc.com.py 

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