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Realizó sus estudios básicos de guitarra clásica en el Paraguay, primero en la escuela de Luz María Bobadilla y, posteriormente, en la Escuela Musical Miranda. Luego, eligió la ciudad de Buenos Aires para perfeccionar su música y es donde reside actualmente, afinando sus conocimientos con guitarra clásica, bajo la tutela de la prestigiosa maestra Irma Costanzo.
En el 2012 inició sus estudios de dirección orquestal con el maestro Miguel Ángel Gilardi. Asistió a seminarios de dirección orquestal a cargo de los maestros Dominique Fanal (Francia), con la Orquesta de Cuerdas de Sonidos de la Tierra, y en dos ocasiones con Darío Ntaca (Argentina), con la Orquesta Académica del Mercosur.
Además, dirigió en conciertos con la Camerata Miranda, Orquesta Sinfónica de Sonidos de la Tierra, Ensamble de los Buenos Aires, Orquesta de Cuerdas del CCPA y la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Asunción (OSCA), en calidad de director invitado.
En el 2013 fue invitado en calidad de solista de guitarra por la OSCA e interpretó el segundo movimiento del Concierto de Aranjuez, junto con la dirección del maestro Luis Szarán. También lo acompañaron otros directores, como su maestro Miguel Gilardi, con la Orquesta de Cuerdas del CCPA, y Diego Licciardi, junto con el Ensamble de los Buenos Aires. Dio conciertos como director de orquesta y guitarrista en importantes teatros de la ciudad de Asunción y Buenos Aires, como el Teatro Municipal de Asunción, Teatro de las Américas, Teatro Juan de Salazar, Teatro Municipal de Caacupé y Teatro Leopoldo Marechal (Embajada de la República Argentina en Paraguay). En Buenos Aires se presentó en la Usina del Arte, Teatro de la comunidad judía Amijai, Museo Isaac Fernández Blanco, Templo Libertad, etc. También se presentó en otros puntos de la Argentina, como la localidad de Monte Grande, y Ciudad Esperanza, Provincia de Santa Fe, así como también en diferentes iglesias y diversos auditorios.
-¿Cómo llegaste a la música?
-Vengo de una familia no musical; sin embargo, sentí atracción por ella a partir de los ocho años de edad. Todo empezó cuando escuché los discos de ópera de mis padres. Me enamoré del género y a esa edad pretendía cantar como los grandes tenores. Mis intentos no fueron tan descabellados, dado que rápidamente llamó la atención en mi familia la capacidad de imitación que tenía con solo cantar de oído. Me llevaron junto a una soprano muy reconocida en ese momento y ella me prohibió cantar de esa manera, por mi corta edad, y me sugirió hacerlo con mi voz de niño con una guitarra, y entrar a un coro hasta estar apto en edad y madurez para afrontar la ópera. Hoy, me sigue apasionando con la misma fuerza de siempre, pero ya no la canto.
-¿Por qué elegiste la guitarra?
-Tras mis ánimos postergados por cantar ópera, la guitarra llegó en su lugar. Dejé el canto por completo y también la música. Unos años más tarde, a los 11, fui a un concierto de Berta Rojas en el que quedé atrapado por el sonido, y despertó en mí el interés por la música nuevamente y en la guitarra; esta vez, no popular, sino clásica. Desde ese momento hasta el día de hoy, la guitarra fue mi compañera inseparable.
-¿Cuál es tu mayor logro en la música?
-He tenido varias conquistas, pero creo que la mayor de ellas sigue siendo el poder hacer la música que amo todos los días. Todo lo demás es detalle.
-¿Creés que los concursos son importantes o indispensables para la carrera de un joven músico?
-Son muy importantes como un medio para hacerte notar en el mundo, pero no considero algo indispensable. No soy muy fanático de los concursos. El gran compositor húngaro Bela Bartok decía que la competencia es para los caballos, no para los artistas. Es sumamente difícil en nuestra área definir qué es lo correcto y qué no. Todo es muy subjetivo y así debe ser; si no, sería muy aburrido. El día que hayan dos músicos iguales, el arte ya no tendrá sentido de hacerlo.
-¿Cómo valorás la actividad musical argentina en comparación con la de nuestro país?
-Ambas las valoro profundamente; no hago comparaciones, porque son países con realidades muy diversas. En Argentina hay una tradición artística que en el Paraguay aún no existe. Buenos Aires y el Teatro Colón fueron el foco de atracción de los músicos más grandes del mundo, siempre. Arturo Toscanini, Leonard Bernstein, Richard Strauss, Carlos Kleiber, Pablo Casals, Arthur Rubinstein, Igor Stravinsky, etc., fueron los artistas más importantes a nivel mundial, y en cada visita que hacían no solo interpretaban su música, sino que influían en el pensamiento de la juventud artística argentina del momento. El Paraguay está lejos aún de todo esto, pero hay un despertar muy llamativo en las últimas dos décadas de artistas jóvenes que se formaron en el exterior. Es justo destacar la figura de Luis Szarán, Diego Sánchez Haase, Berta Rojas, Luz María Bobadilla y José Luis Miranda. Creo que para que el arte y la sociedad en el Paraguay evolucionen, es clave que esta gente retorne y funde escuelas y, por sobre todo, influya a la juventud que no tuvo la misma oportunidad. Esto se debe dar no solo en el campo artístico, sino en todas las áreas profesionales. Para mí es hasta un deber patriótico.
-¿Cuáles te gustaría que fuesen tus metas profesionales inmediatas?
-Quiero volver al Paraguay. Hay muchos terrenos vírgenes en los que nadie se ha metido exhaustivamente y es ahí donde me gustaría apuntar. Y, por supuesto, seguir viajando y estudiando.
-¿Cómo fueron tus experiencias como director de orquesta?
-Te soy muy honesto; la dirección es el área de la música que más trabajo me ha llevado. Yo soy guitarrista (instrumento que no es propio de la orquesta) y compositor, o sea, un solitario de cepa. Me llevó mucho tiempo salir de mi mundo individual para poder comunicarme con un grupo de personas y llevar a cabo mis objetivos. Sin embargo, me ha dado enormes placeres. Creo que es muy importante estudiar mucho la obra, estar muy preparado y seguir formándote en experiencia. A esta altura de mi vida no rechazo ninguna posibilidad de dirigir, dado que en cada una salgo sabiendo un poquito más. Es un área desafiante que, además de ser un músico con enormes conocimientos, debés manejar a un grupo, a sabiendas de que son personas y no máquinas; cada quien tiene su personalidad, humor e historia. Creo que comprender esto es dar el primer paso para llegar a un liderazgo exitoso.
-La pasión como director, ¿cómo nace?
-Fue un proceso, no me apasionó de entrada. Empecé siendo guitarrista y un tímido compositor que escribía esbozos sueltos. A los 19 años opté por formarme en el área de la composición, en la Universidad Católica de Argentina. Cuando entré a esta institución, descubrí un mundo nuevo.
Cuando empecé a estudiar composición, no encaré el estudio desde los compositores para guitarra que conocía, sino a través de esta primera línea de la música universal. Ahí tomé contacto por primera vez con estos grandes maestros, a quienes no solo tuve la oportunidad de conocerlos, sino estudiarlos y comprenderlos. Eso me llevó lentamente a apasionarme por el sonido de la orquesta y su repertorio. De ahí ya no pasó mucho tiempo para que me animara a tomar la batuta.
-¿Qué maestro te marcó más en tu carrera?
-Además de mi estudio académico en la universidad, he tomado siempre clases particulares con maestros de altísimo nivel. Siempre me consideré un afortunado por tenerlos al lado mío.
Fue decisiva para mi evolución, mi maestra de guitarra Irma Costanzo, quien me tomó como alumno desde los 15 años y me convenció para que vaya a Buenos Aires a estudiar composición. Aparte de todo eso, fue la persona que me enseñó a tocar la guitarra de la manera en que la toco hoy. Posteriormente, llegaron en la composición el maestro Julio Viera, reconocido compositor de la arena vanguardista en Argentina, quien marcó mucho mi estética y forma de pensar la música. Y ni hablar del maestro Miguel Ángel Gilardi, quien me ha insertado en el mundo de la orquesta con una sabiduría sin desperdicio. También, recientemente empecé a tomar clases de guitarra en el Uruguay con el maestro Eduardo Fernández; en poquísimo tiempo puso en jaque muchos conocimientos que ya los daba por sentados y me ha influido bastante en mi forma de tocar, más que nada en su forma de pensar la guitarra y la música.
-¿Cómo definís la música paraguaya?
-Sumamente bella, que llegó a niveles excelsos de refinamiento y buen gusto, pero debe seguir evolucionando. Esta irá llegando en la medida en que los compositores nos animemos a renovarla y la sociedad se vaya interesando; esto último lo considero fundamental, dado que estamos hablando de música popular. Sin el apoyo de la gente, caeríamos en un academicismo de salón que tampoco es ideal. Sin embargo, creo que la música paraguaya debe desligarse de la guarania y la polca, y apuntar la evolución desde otros lugares. Eso acarrearía un cambio cultural bastante dificultoso, dado que nadie concibe la música paraguaya fuera de estos dos géneros. Creo que en el Paraguay la revolución no se puede pensar desde un tono desafiante para con el público, sino todo lo contrario, hay que apelar a la seducción.
-¿En qué te inspirás para tus composiciones?
-Siempre me interesa representar algo que existió o existe; no me gusta hacer música sin un trasfondo real por detrás. Los conflictos sociales y las tragedias humanas siempre me han movilizado para escribir algunas obras.
-¿Estás inmerso en alguna nueva composición?
-Sí, tengo un encargo de una orquesta paraguaya. Me pidieron una obra sinfónica para abrir un concierto en octubre de este año, así que ya la podrán escuchar pronto.
-Finalmente, ¿cuáles son tus próximos compromisos profesionales?
-Me agarrás en una época del año en la que todos los compromisos están por confirmarse, así que mucho no te puedo decir todavía. Sí tengo planeado dar conciertos de guitarra. También tengo tres grupos diferentes para hacer música de cámara y seguir dirigiendo orquestas. Todavía no tengo tiempo para armar una orquesta propia, pero próximamente lo haré. Por el momento, vivo la sana experiencia de ser un director invitado.
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