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Héctor “Tito” García está realizando un programa para chicos de primer ciclo en el canal educativo Arandurape, que involucra radio, televisión y web. “Es una herramienta muy importante porque se va a poder llevar en las escuelas; los profesores de todo el país podrán bajar los materiales y estar al tanto de todos los avances educativos”, refiere.
Admirador de los Muppets y Plaza Sésamo, su consigna para educar es que el programa sea muy entretenido y, al mismo tiempo, sirva para aprender. “Convertir matemáticas para niños de 1.º, 2.º y 3.er grado en algo digerible resultó muy interesante”, comenta acerca del programa denominado Juguemos a aprender.
Trabajar en un programa educativo no es nada nuevo para él, porque en El mundo fantástico de Tito o en Tatetito siempre tenía como base elementos instructivos que estimularan la creatividad de los niños en arte, música y estética. “No estamos para enseñar buenas costumbres o modales, pero sí valores, como el respeto, y brindar información, que les van a ser muy importantes para su desarrollo y, además, muy entretenidos”.
Un teatro de títeres
Pero ¿cómo nació en Tito la idea de crear este “mundo fantástico” con muñecos? “Desde niño, en la panza de mi madre, pero no sabía cómo encauzarlo”, confiesa. En la pequeña ciudad al sur de Chile donde vivía había pocos sitios de entretenimientos, solo el cine y algunos eventos de teatro en la escuela. “Para los cuales nunca me elegían porque era tartamudo”, cuenta. Hasta que un día, tendría unos ocho años, vio un teatro de títeres en la escuela y enloqueció. “Llegué a mi casa a fabricar muñecos como loco y hacía obras con ellos. Creé mi propio teatro”, afirma. “Mi abuela Teresa era mi cómplice; me ayudaba. Toda mi familia lo veía como un juego muy divertido”, recuerda.
Su infancia estuvo marcada por la sobreprotección de sus abuelos, siendo el primero de siete hermanos. “Me cuidaban como un cristal. Mi niñez fue muy de la casa, con la compañía de la radio, porque la televisión llegó a Chile en el 58, pero nosotros comenzamos a ver tevé poco antes del Mundial del 62”, recuerda.
Por eso creó “su” mundo, sus amigos; dibujaba, pintaba y, como tenía habilidad, El mundo fantástico de Tito es producto de toda esa imaginación. Con el paso de los años, llegó el tiempo de la universidad y, para entonces, ya estaba decidido: estudiaría teatro en la Universidad de Chile, sin importar la oposición violenta de toda su familia. “Me decían que era una cosa de vagos, farristas, etc., pero mi abuela me apoyó siempre”, rememora.
García llegó a nuestro país en el 78, luego de una gira por Bolivia que no prosperó debido al golpe de Estado que aconteció en ese país. Huyeron al Brasil, pero el teatro quedó en la Paz. “Allí participamos de un festival internacional; nos fue muy bien, había mucho trabajo, pero no podíamos firmar contratos porque habíamos entrado sin documentos”, refiere.
Tras muchos esfuerzos, pudieron retornar a Chile, pero antes hicieron una pequeña escala en Asunción para hacer una temporada de un mes en el Municipal con un circo con marionetas. “Fue una cosa explosiva; el teatro se llenaba”, evoca. Entonces, el Canal 9 les ofreció hacer un programa para niños. “Enseguida comencé y ya con escenografía, casita, árboles, muñecos, y el programa tuvo un éxito rotundo; llamó mucho la atención en esa época”.
Pronto empezó a hacer escenografías para los noticieros y programas. De esa pequeña escala transcurrieron 35 años. “Nunca pensé vivir fuera de Chile, pero este fue el único lugar donde me sentí muy cómodo, por la calidad de su gente”, cuenta.
A los trabajos en el canal, se sumó el teatro y se llenó de compromisos. Cuando se dio cuenta, su abuela ya había venido a vivir con él. “La trajo mi primo Juan Carlos Moreno, quien también se quedó con nosotros”, menciona. De regreso a Chile, se encontró con un país desconocido; llevaba tanto tiempo fuera que estaba desarraigado. “Cada vez que voy es maravilloso; tengo a mis hermanos, mi familia, mi madre, quien me reclama por qué no estoy allá con ella. Trato de ir lo más que puedo, pero le digo que mi casa, mi familia, mis amigos están en Paraguay; yo ya soy uno más de allá”, revela y agrega que nadie sabe por qué pasó. “Se dio nomás”.
El programa
Y ahora todo este bagaje creativo lo utiliza para Juguemos a aprender. Vestido de profesor, interactúa con un ratón y una tortuga. Después de esto, el proyecto del ministerio (de Educación y Cultura) es realizar materiales que los profesores lleven a las aulas. “La idea es que ellos, como forma parte del currículum, tomen el programa y les sea más fácil trabajar”.
Revela que él ha luchado muchos años para lograr esto, porque piensa que el teatro de títeres es una herramienta educativa de un valor incalculable. “No solamente el muñeco como maestro enseñando, sino que además promueva su creatividad y que los niños también fabriquen sus muñecos, los muevan y los hagan actuar. Además de aprender sobre plástica, la estética, el trabajo de los colores, la parte visual y motriz, la coordinación de movimientos, el trabajo en grupo, que se asocien e intercambien ideas”.
Asegura que el teatro debería ser una materia más del currículum en las escuelas, porque cuando los niños entran a jugar al teatro, se produce en ellos toda una transformación: vencen su temor de hablar delante del público, saben cómo defenderse. Si son tímidos y tienen ese complejo, todo les cuesta más. “Tendría que haber un plan para llevarlos a eventos culturales, porque el arte rescata lo mejor del ser humano; nos aleja de las bestias, pero la sensibilidad no se enseña en la escuela, sino en la familia. Los profesores están para enseñar matemáticas, ciencias, etc., y apoyar en las actividades, pero la educación básica y esa sensibilidad vienen de los padres; desde el día en que nacemos, ellos son los encargados de conducirnos”.
Creativo imparable, el artista expresa que siempre tiene varias ideas y proyectos, entre ellos hacer teatro, pero no tiene tiempo; además, dirige cuando puede. Actualmente, está creando un grupo de teatro en el Instituto de Bellas Artes y también está reconstruyendo el Teatro Nacional de Marionetas de Chile. “Que fue la compañía con la que llegamos acá”.
Finalmente, afirma estar muy agradecido de todo lo que ha vivido y que gran parte fue en Paraguay. “Quiero mucho a este país, tengo ya familia paraguaya. Y espero tener vida y salud para poder seguir haciendo más cosas, porque me divierte mucho. No me quiero morir todavía, porque se me van a quedar las marionetas de recuerdo nomás”, concluye.
mpalacios@abc.com.py