Telepronter: arte revolucionario

El contexto cultural y la política personal de los artistas tienen mucho que ver con sus obras. Es el caso de Ruth Celeste Estigarribia, quien ganó el segundo premio del concurso Henri Matisse 2015 con su obra Telepronter.

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La entrevista estaba pautada para el sábado a la tarde en medio de una charla de café. “Para que sea menos estructurada”, pidió Ruth Celeste Estigarribia. Y así quedamos en encontrarnos en un local del centro. Cuando llegó, la propuesta cambió para ir frente al Cabildo, donde están expuestas sus obras. Desde el momento en que llegamos, la algarabía de los lugareños fue notoria. Los dueños de las casas intervenidas la recibían con mucho afecto, aun sin saber que había ganado un premio por su obra. “Fueron muchas las horas que compartí con ellos”, cuenta. Nos ofrecieron sus sillas y tereré. Así, en medio de la plaza, bajo los árboles con el sonido del canto de los pájaros, las risas de los niños y el ruido de los automóviles se inició la charla, mientras retocaba las frases que habían sido borradas por la lluvia. “Son efímeras, como las promesas de los políticos”, resalta. ¿Cómo se le ocurrió pintar las casas? “Yo creo que todas las obras son productos de acumulaciones de ideas que uno tiene y van madurando, evolucionando con el tiempo y las experiencias. El contexto cultural tiene mucho que ver, además de la política personal de cada uno”, responde. Estigarribia siempre trabajó en espacios públicos con temas controvertidos. “Es una línea que vengo siguiendo, ya sea consciente o inconscientemente”, revela. En el 2010 realizó su primera exposición individual, en la cual utilizó recortes de periódicos y realizó collages con los titulares. En ese año, también, llevó a cabo su primera instalación artística con migajas de panes y en el 2011 confeccionó rosarios de galleta cuartel. “Así fui evolucionando hasta llegar a Telepronter”, cuenta. Para ella, la relación entre arte y política se encuentra mediada por una actitud filosófica capaz de demostrar que existen verdades universales y eternas, pero siempre relacionadas al contexto social y cultural propio. “La expresión artística nos habilita a producir y construir verdades para enseñar y aprender en forma colectiva, acercándonos a reflexionar acerca de nuestra realidad”. Es así que Telepronter fue ideado de forma conceptual desde su punto de vista. El proceso de realización fue un medio para la comunicación. Aportó momentos en los que se fusionaron la empatía e identificación con los otros. “Fue una herramienta de enlace para la inserción de una realidad y clase distinta a la mía y a la de muchos”. Telepronter fue una ocasión en la que el diálogo se trasformó en un código y poética común capaz de reconciliar diferencias y emancipar con la mirada de locales la falta de memoria que caracteriza las tantas décadas de decadencias políticas en el país. Esto permitió que cientos de personas se conecten mutuamente, provocando una contestación, celebración e historias, pero, más que nada, fue terapéutico, por decirlo de alguna forma. “Permitió la catarsis de ideas en cuanto a la situación política actual y las necesidades del pueblo en general”, señala. La noticia de la elaboración de la obra Telepronter, en su momento, se esparció en las redes sociales y por WhatsApp casi instantáneamente sin que Estigarribia ni siquiera lo mencionara. “Desde que presenté la idea a amigos y conocidos obtuve varias negativas. Nadie quería animarse a hacerlo. Temían las represalias. Yo me animé igual”, recuerda. Cuando la obra fue tomando cuerpo y resultó visible no solo por los lugareños, sino también por una ola de manifestantes que invadió la plaza e inmediaciones del Congreso justo ese lunes 19 de octubre, cobró mayor fuerza. “En ese momento me di cuenta de que se transformó en un signo de identidad y en casi todo nivel social. El concepto artístico inicial, al ser plasmado, se convirtió en un logro técnico y eso en un disfrute estético, acompañado de mucho sarcasmo”. Afirma que la gran aceptación y difusión de la obra fue el mayor galardón que obtuvo hasta hoy en toda su carrera artística. Las veces que realizó intervenciones u obras, en general, percibió falta de interés o apatía hacia el arte. Asegura que en el Paraguay es muy difícil llegar a la gente por medio del arte y mucho menos pensar que una instalación o intervención conceptual haga eso. “Haber acertado el espacio público idóneo que facilitó la participación y el contraste necesarios para desarrollar la crítica —que tanto hace falta en nuestro país, especialmente en épocas de elecciones—, cuando las promesas idílicas son el combo de una nueva estafa para mantener al pueblo anestesiado y en coma”. De ese modo, Telepronter facilitó el desarrollo de su creatividad y expresión, y esto puede ser apreciado en la obra de Jimena, una de las niñas que la ayudaron, y que después de que la lluvia borró una de las frases, la reescribió tratando de imitar el hecho anterior. “Ella tiene 11 años y no sabe quién es Stroessner, pero estoy segura de que después de esto preguntó quién fue. Esa es otra pequeña y gran satisfacción”, reflexiona. Estigarribia es consciente de que gracias al arte se puede ayudar a las minorías, personas en riesgo o en exclusión. “Podemos reintegrarlas a la realidad levantando la autoestima, la fuerza espiritual; ayuda a dar voz a aquello que para ellas era un caso olvidado, perdido o ‘situación normal’”. En cuanto al Premio Matisse, refiere que su participación en el concurso es solo una excusa para realizar y mostrar obras artísticas. “El primer premio es el único incentivo que mueve a todos a participar, creo yo. Las demás menciones son solo eso, menciones y palmaditas en la espalda. Lastimosamente, no existen muchas becas nacionales que otorguen el Gobierno o entidades para fomentar residencias artísticas o promover a estudiantes de artes visuales”. Asegura que en el Paraguay es muy difícil vivir del arte, aunque no imposible. Comenta que trabaja 10 h en una oficina, de lunes a viernes, y solo los fines de semana o trasnochadas son los momentos en los que puede dedicarse al arte. “De otra forma, no podría hacerlo y mucho menos vivir de ello. Hoy, mirando todo en forma global, no puedo hacer otra cosa que sentirme feliz y satisfecha por todos los logros y, de hecho, seguiré haciendo arte, intervenciones e instalaciones por amor a la expresión, las luchas sociales, educativas y culturales”. Cuando nos despedimos, las niñas aún nos siguen hasta el auto. Estigarribia le da tiza a Jimena. Es como un acto simbólico de entrega de una posta. Solo el tiempo lo dirá.

mpalacios@abc.com.py

Fotos ABC Color/Arcenio Acuña/Marisol Palacios.

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