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La figura del dragón es omnipresente deseando buenos augurios para este 2012, su momento en el calendario chino, y la bandera de la República de China flamea en todos los rincones. Sobre el rojo, un cielo azul y el sol blanco del espíritu de progreso con sus doce rayos, que significan las doce horas tradicionales chinas del día y los doce meses del año.
Me cupo visitar Taipéi durante la asunción del segundo mandato del presidente Ma Ying-jeou cuando la ciudad mostraba toda su efervescencia de finales de la primavera boreal.
Una urbe sencilla con calles impecablemente limpias, ordenadas y llenas de flores, que aparecieron no solo porque haya fiesta, sino se mantienen así todo el año.
Desde cualquier punto de la ciudad, se puede apreciar la esbelta silueta del Taipéi 101, que simula un bambú de 509 m de altura con 106 plantas, de las cuales cinco son subterráneas.
Y aunque no pude escapar a la tentación de ser el primer lugar en visitar a mi llegada, la capital de la República de China tiene muchísimo que ofrecer al turista. Es un conglomerado de culturas, de gastronomía, de efervescencia.
Treinta y siete segundos son suficientes para llegar al mirador del Taipéi 101, la cuarta torre más alta del mundo, que identifica a la capital taiwanesa y uno de los puntos turísticos por excelencia, que actualmente recibe a unos 10.000 visitantes al día. Una gran mayoría proviene de China continental.
Desde su mirador, se puede tener una vista de los cuatro puntos cardinales, aunque las más de las veces muy brumosa.
Sus tiendas con cinco niveles de shopping son muy lujosas y con las marcas más afamadas del mundo. Los precios no son de otro mundo, salvo por algunas esculturas de marfil, jade o corales que se exponen y venden en la galería superior. Un Momo de coral, por ejemplo, cuesta 168 millones de dólares taiwaneses, es decir, unos 5.600.000 dólares americanos.
En Taiwán, la libertad que se vive frente a un territorio inmenso del cual está solo separado por el Estrecho de Formosa, unos 180 km de ancho, también es un motivo de asombro y curiosidad para los continentales.
“Toda nuestra cultura vino de allá y hablamos el mandarín con miles de acentos. Pero ahora nosotros somos la base de cómo ellos se comunican en la vida moderna, porque somos más abiertos y nos conectamos con el mundo. Creo que los jóvenes chinos miran y nos ven como una influencia sobre ellos en esos aspectos”, reflexiona Ignacio Chou, guía de turista, de 26 años y estudiante de Música en una universidad de Taipéi.
Chiang Kai Shek es considerado el máximo líder de la República de China. Pero uno tiene la sensación de que la gente habla más de Madame Chiang, su esposa. Es una mujer que marcó época en la historia de Taiwán, tal vez tanto como Madame Lynch en Paraguay.
El corazón histórico de Taipéi es el Centro Cultural de la Ciudad, donde están el Memorial de Chiang Kai Shek y el Mausoleo, un enorme complejo en torno a un “sendero sagrado”.
Luego de asistir al singular acto del cambio de guardia, a las cuatro de la tarde, pasamos a un recorrido por el museo. Toda la historia gira en torno al líder que había llevado la República de China a la Isla de Formosa en 1949, ante la victoria del comunismo en el continente.
Una fotografía muestra el lugar donde nació Shek. “Según el feng shui, los grandes personajes de la historia siempre nacen entre el agua —el río o el mar— y la montaña como fondo”, dice nuestra guía Sonia Su, mientras muestra los enseres personales de los gobernantes y héroes de la patria.
Sin embargo, quien aparece marcando presencia en todo el recorrido es Soong Mei-Ling, Madame Chiang, en quien todas las orientales fijaban las miradas de aceptación o rechazo por su apego a lo occidental, su elegancia y glamour.
Soong Mei-Ling fue en realidad la segunda esposa de Chiang Kai Shek. Vivió 106 años, era muy rica y su matrimonio había sido “la boda del siglo” en la China de 1927. “Nunca estaba detrás, sino al lado”, cuenta Su.
Entre los objetos personales de Chiang Kai Shek resaltan su Cadillac del año 1955, cuya placa 0888 significa esperanza de prosperidad, y el collar del Mariscal Francisco Solano López, que le entregó el Gobierno paraguayo en mayo de 1962.
El Mausoleo, uno de los monumentos más importantes e imponentes de Taipéi, alberga a una inmensa escultura de bronce de Chiang Kai Shek. Su cuerpo, junto con el de su hijo, reposa en Toayuan, a 21 km de la capital, donde espera alguna vez ser llevado de nuevo al territorio continental, como todos los antepasados que alguna vez cruzaron el estrecho con la esperanza de regresar.
“Ese ha sido su sueño y ese pensamiento se ha transmitido en la República de China entre las generaciones de los adultos mayores de hoy".
Sin embargo, los jóvenes ya no lo sienten así y prefieren tener una identidad isleña propia, una vida libre y democrática, sin olvidar su pasado, ni sus orígenes.
La rutina en Taipéi se ciñe a las doce horas chinas de la salud. Todo está estrechamente relacionado con el ser humano en perfecta armonía con la naturaleza. La mayoría de los taiwaneses lleva una vida saludable, sin nada de excesos.
Las excentricidades son las propias de las costumbres orientales.
La actividad diaria empieza con los niños, que van a las escuelas bien temprano y permanecen hasta las 16:45 o las 17:00, reciben el almuerzo y la merienda. El estudio es muy intensivo, pero el resultado es una educación de primer nivel y muy competitiva a nivel mundial.
La actividad laboral empieza a las 09:30 o 10:00 y los shoppings abren de 11:00 a 23:00 normalmente. Estos horarios escalonados hacen que los taiwaneses puedan organizar cómodamente sus actividades a las horas chinas asociadas a las necesidades del cuerpo.
Sopa de cascavel y tortugas
El almuerzo indefectiblemente se da entre las 11:30 y las 13:30.
La cocina taiwanesa es de la más variada y exquisita. Delicia en mariscos, pescados, hortalizas y frutas. “La comida es la mejor del mundo y la gente aquí es muy amigable”, dice Ignacio Chou, en perfecto español con acento costarricense.
También hay comidas muy raras, entre las que se puede tener una sopa de cascavel, aunque hoy preparada solo sobre pedidos por su alto costo, unos 80 dólares por persona.
“Es lo más parecido a una sopa de pollo. Por poner un ejemplo, es como el cuello de la gallina, pero con un poco más de carne y un poco más consistente que el pollo”, dice el exembajador paraguayo en Taiwán, Carlos Martínez Ruiz Díaz, quien dice haberlo probado alguna vez.
Las mujeres taiwanesas la consideran muy nutritiva y buena para la piel, pues las serpientes se renuevan cada seis meses. Los hombres, en cambio, prefieren un licor afrodisíaco hecho con la sangre del cascabel mezclada con Kaoliang, licor de sorgo de 58 grados de alcohol, o con licor de arroz.
En el mercado nocturno de Shilin los restaurantes que ofrecen serpientes como una exquisitez utilizan enormes boas albinas en unas vitrinas para llamar la atención de los comensales. También hay una sopa de tortugas.
Y aunque este mercado abre 24 horas, más bien está dirigido a los turistas. La vida nocturna en Taipéi es escasa y tranquila. En un 70 %, los taiwaneses reparten las horas de ocio por la noche, sin alcohol. Van al cine, prefieren sentarse en una plaza o pasear por los centros comerciales. Las discotecas, en su mayor parte, son para extranjeros y turistas, pues para el budismo, la religión mayoritaria de Taiwán, prevalecen los valores de la vida familiar, lejos del ruido.
Las complicaciones en esta rutina pueden surgir para los extranjeros a la hora de la cena, que es de 18:00 a 21:30. Si uno piensa cenar a las diez de la noche, solo tendrá que optar por una 7-Eleven, aunque estos shops no precisamente están en una estación de servicios.