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“Al principio lo llevé muy mal, porque pasaron muchas cosas. No salieron las cosas como había querido pero ahora, gracias a Dios, las cositas van mejor”, cuenta desde el otro lado del teléfono la española Cecilia Giménez, de 82 años y pintora, sin quererlo, de fama mundial.
Elías García Martínez era un catedrático de la Escuela de Arte de Zaragoza y durante sus vacaciones, en los años 30 de la centuria pasada, iba hasta la ciudad de Borja, al noreste de España, para pintar. En una de ellas pintó el Ecce Homo (en latín) – “He aquí el hombre” – en el Santuario de la Misericordia de la ciudad. La obra tenía muy poco valor artístico y económico para los expertos.
Unos 80 años después, el Ecce Homo de García Martínez se convertiría en un fenómeno mundial de la mano de la octogenaria Cecilia Giménez, una mujer que se autocalifica como pintora aficionada y devota católica hasta los tuétanos.
En agosto de 2012, a finales del verano boreal, España primero y el mundo después se conmovió por un hecho que inicialmente fue anecdótico. Una pintura del propio Jesucristo había sido destruida en un intento de restaurarla. Todos los ojos, micrófonos y teléfonos apuntaron a Cecilia Giménez.
“Ese cuadro lo estaba arreglando durante muchísimos años porque estaba pintado en una pared que tenía salitre y se iba la pintura. Llegó el momento en donde se venía toda la pintura. Lo manché y dije: ‘cuando esté seco lo termino’. Y viajé con mi hijo. Al volver, me encontré con este jaleo (alboroto)”, señala Giménez en comunicación telefónica con ABC Revista, desde su casa en Borja.
Cecilia no pasó buenos ratos cuando este caso se le fue de las manos hace más de un año. El asedio de los periodistas, las crisis de ansiedad y pánico posteriores, el desconcierto de no saber si había hecho bien o mal al intentar salvar una pintura que casi nadie veía. Convertir a Borja en una atracción turística improvisada descolocó a todo mundo, más aún cuando Borja era solo un punto perdido en la Comunidad Autónoma de Zaragoza.
“¿En serio? Mire usted”, exclama Cecilia Giménez cuando le contamos que nosotros también tenemos una ciudad, un distrito más bien, en el Guairá, que se llama Borja.
El bochinche traspasó fronteras. Pronto, tras la publicidad que recibió, el Ecce Homo deforme comenzaba a verse en camisetas. Algunos se reían y otros crearon hasta páginas de internet en apoyo a doña Cecilia Giménez, quien supo sobrellevar esas burlas injustas con hidalguía. El año pasado dijo a El País, uno de los diarios más importantes de habla hispana, que “no la dejaron terminar”.
Cuando le preguntamos a doña Cecilia adónde está, tras un año de ajetreo, nos cuenta que todo va para mejor, que está muy contenta y que los tiempos que llegan son solo de alegría. Nunca mejor aplicado ese término cursi y tantas veces repetido que dice algo así como “después de la tormenta, llega la calma”.
“Sí, he hecho una exposición (de pinturas). He expuesto 25 cuadros aquí en el museo (de Borja) y he vendido 14, he vendido bien. Tengo un hijito de 54 años, paralítico. Está en una silla de ruedas. Y otro que se me murió con 20 años que se anduvo desde los ocho hasta los 20 en una silla de ruedas. Mi marido murió y ahora estoy haciendo todo lo que puedo”, manifiesta Giménez , sin que la voz se le corte.
La dueña de la pintura
Luego de un año y tras un acuerdo con el Ayuntamiento (la Municipalidad) de Borja, Cecilia Giménez se hizo acreedora de todos los beneficios que puedan reportar las visitas o el mercadeo del Ecce Homo. Aun así y tras varios problemas, Giménez donó el 51 por ciento de sus regalías a la Municipalidad, con la condición de que lo donen al hospital regional de Borja, que se llama Sancti Spíritu.
“Me quieren mucho. Hoy se ha venido un autocar (colectivo) desde Alemania con chicos. Se han hecho muchas fotografías conmigo. Es que la gente se porta muy bien conmigo. El Ayuntamiento es el que es el administrador de esta iglesia porque esto es un Patronato. Pertenece a Madrid. Es un Patronato en donde el Ayuntamiento es el patrocinador. Todo lo que se saque ahí dije… que todo lo que se saque ahí va para el hospital”, indica la mujer.
¿Y ahora, qué? A Cecilia Giménez la contrataron para que sus propios Ecce Homo sean figura de una línea de vinos y las regalías que vendrían de la venta de los mismos sí irán a parar a su bolsillo.
“La exposición de cuadros que haga y los vinos que venda, eso va para mí, porque yo también tengo un hijo en silla de ruedas y tengo que mirar el bien para el día de mañana para él. El Ecce Homo que está aquí lo he dado al hospital. Entonces, lo que me pertenece a mí, yo se los doy. Luego, he hecho unos cuadros que los hemos vendido y los he hecho para (la fundación) Cáritas”, se justifica la mujer.
El después
“Estoy contenta”, no duda en responder Giménez. Y consultada sobre cuál sería la anécdota que recordaría más y mejor desde que se armó el culebrón, reflexiona y cuenta: “Hace un par de días me escribió un periodista y me dijo: ‘Te vi cuando hablabas con el Ecce Homo y le decías ¡Cuánto me has hecho sufrir con todo lo que te he querido yo!’”. “El periodista me dijo que le hice llorar. Me han reconocido mundialmente, ahora me quieren”, dice Giménez.
Y concluye: “No he hecho cosa mala para que no me quieran”.
Más de 70.000 personas de diversas partes del mundo visitaron en un año la ciudad de Borja para ver al Cristo de doña Cecilia Giménez. Esto ha generando una ganancia de 50.000 euros, donados (en parte) a un hospital local.
El escándalo desatado en agosto del año pasado ha dejado un saldo positivo para la autora de la pintura como para la localidad de Borja, en España. Ahora, doña Cecilia Giménez gana regalías por ilustrar vinos de la marca Ecce Homo.
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Fotos ABC Color/Archivo/Internet.