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“¡Dediquemos nuestros esfuerzos a llenar nuestro mundo de felicidad!”, fue uno de los mensajes enviados por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en el 2015, en ocasión a la celebración del Día Internacional de la Felicidad.
Uno de los principales fines de las Naciones Unidas es que toda la familia humana sea feliz. Es por eso que, desde hace cuatro años, se festeja este día, para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos, y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno.
Todos los países deberían sumarse a los festejos como una forma de lograr una sociedad más feliz, armónica, con una ética y moral cristiana que haga feliz a la gente para humanizar a las personas, y así formar una sociedad más justa.
El Dr. Gustavo Piñeiro afirma que vivimos en una sociedad que se torna cada día más materialista, pero, a la vez, indica que depende de cada uno tomar la decisión de dar, porque la ley de la felicidad dice: “Todo lo que recibes es para dar”. “La persona que se queda con lo que recibe, corre el riesgo de intoxicarse de egoísmo. Aprender a dar significa cerrar el círculo, expresando también las necesidades de recibir del otro”, sostiene el sicólogo clínico.
Agrega que si se convierte al prójimo en “la lámpara de Aladino”, seguramente, la existencia de uno y otro se va a transformar en una sucesión de demandas, reclamos, reproches y expectativas no cumplidas. “No somos más fuertes cuando recibimos que cuando damos; en todo caso, somos igualmente débiles cuando recibimos sin dar que cuando damos sin recibir”.
Piñeiro insiste en el hecho de que la felicidad no depende del otro, sino de uno mismo. “Yo soy la única persona de quien depende mi alegría. Yo determino ser feliz en cada situación y momento de mi vida. Si mi bienestar dependiera de otra persona, cosa o circunstancia sobre la faz de la tierra, estaría en serios problemas”.
Todo lo que existe en esta vida cambia continuamente: el ser humano, las riquezas, el cuerpo, el clima, los placeres, todo. Y se podría nombrar una lista interminable. “A través de toda mi vida aprendí algo: yo decido ser feliz y el resto son ‘experiencias o circunstancias’, como ayudar, comprender, aceptar, escuchar, consolar, y junto con quienes me rodearon practiqué muchas veces”.
Piñeiro dice, también, que la felicidad siempre se apoyará en el verdadero perdón, el amor a sí mismo y los demás. “No es responsabilidad de los demás hacerme feliz. Ellos también tienen sus ‘experiencias o circunstancias’. Los amo y ellos me aman, muy a pesar de sus ‘detalles’ y los míos. Todo cambia: los demás, yo, el entorno. Habiendo amor y perdón verdadero, y observando esos cambios (los cuales, tal vez, puedan ser fuertes o no, pero existen), hay que enfrentarlos con el amor que existe en cada uno. Si amamos y perdonamos, los demás cambios serán solo ‘experiencias o circunstancias’ que nos enriquecen y darán fortaleza; de lo contrario, solo habremos sido compañeros, hijos, padres o cónyuges de ‘paso’. El amar verdaderamente es dar amor y perdonar incondicionalmente; vivir, tomar las ‘experiencias o circunstancias’ como son, enfrentarlas juntos y ser felices por convencimiento”, se explaya el sicólogo.
La felicidad, según grandes filósofos
Para Platón, la felicidad está en el movimiento tranquilo, lo cual significa –en el pensamiento griego– la evolución o cambio sereno de las cosas, incluidas las que afectan a la vida. Este filósofo define diferentes tipos de bien, en función de los tres tipos de alma que identifica. Así, habrá un bien que será el que afecte el alma que alberga los deseos. Otro que satisfaga al alma irascible, que contiene la valentía y nobleza. Y un tercero que sea el que cubra las necesidades del alma racional, que es la única inmortal de las tres y cuya virtud es la sabiduría, que es lo que tiende a acercarse al mundo de las ideas que, para Platón, es el único real. Estas tres aspiraciones se han de armonizar para conseguir la felicidad.
Otro de los filósofos contemporáneos que se preocupó por el tema de la felicidad fue José Ortega y Gasset. En palabras del propio Ortega: “Si nos preguntamos en qué consiste ese estado ideal de espíritu denominado felicidad, hallamos fácilmente una primera respuesta: la felicidad consiste en encontrar algo que nos satisfaga completamente. Mas, en rigor, esta respuesta no hace sino plantearnos en qué consiste ese estado subjetivo de plena satisfacción. Por otra, qué condiciones objetivas habrá de tener algo para conseguir satisfacernos”.
Para este autor, la felicidad se produce cuando coincide lo que él llama “nuestra vida proyectada”, que es aquello que queremos ser, con “nuestra vida efectiva”, que es lo que somos en realidad.
Otros grandes pensadores, como Aristóteles y Epicuro, también se preocuparon y ocuparon del tema. Lo cierto y claro es que la felicidad, ese sentimiento de plenitud, la logramos cuando contactamos con nuestra parte más íntima, cuando estamos en armonía con nosotros mismos, sin conflictos entre lo que queremos y vivimos.
El filósofo Epicuro aboga por necesidades simples que procuren placeres sencillos que puedan satisfacerse fácilmente, como un simple paseo por el campo o espacios verdes. Lo prudente es buscar los placeres sencillos. Como serán fáciles de alcanzar, se propiciará la serenidad y se evitará la ansiedad de no obtener lo que se desea.
El Dr. Piñeiro nutre y trae a colación expresiones como: “No puedo ser feliz porque estoy enfermo, no tengo dinero, hace mucho calor, me insultaron, dejaron de amarme, no me valoraron”. “Pero lo que no sabes es que puedes ser feliz aunque estés enfermo, haga calor, tengas o no dinero, alguien te haya insultado, o no te amó o no te haya valorado”, asegura el profesional y concluye diciendo: “Ser feliz es una actitud ante la vida y cada uno decide”.
Esto no significa que solo podemos ser felices si no tenemos problemas. Si nos sentimos bien con nosotros mismos y desarrollamos una actitud adecuada, podemos solucionar los problemas, vivir los momentos dolorosos y seguir adelante.
Endorfinas
Las endorfinas tienen un rol importante en la salud. Promueven la calma, crean un estado de bienestar, mejoran el humor, reducen el dolor, retrasan el proceso de envejecimiento, potencian las funciones del sistema inmunitario, reducen la presión sanguínea; en fin, son muchos los beneficios. Pero ¿cómo aumentarlas? Hay muchas actividades que aumentan los niveles de endorfinas, como comer chocolate, tomar sol, hacerse masajes, meditar, hacer yoga, bailar, cantar, escuchar música, pintar, moldear, hacer ejercicios respiratorios, correr, andar en bicicleta, nadar, entre otras. Una de las razones por las que el hecho de “jugar” es tan importante es porque solo el acto de dedicar un rato a pasarla bien ya hace aumentar los niveles de endorfinas. Sonreír o hacer el tonto con los amigos ya es saludable de por sí. Es hora de perder el tiempo haciendo el tonto, jugando, como los niños saben hacer. Otra manera de producir más endorfinas es simplemente siendo feliz; estado que, para muchos, resulta más raro que normal. “Es mal visto andar alegre y si todos andan con el ceño fruncido por la calle, el que anda muerto de la risa es loco, se fumó algo o no es digno de confianza”, dice el sicólogo Vladimir Huber, máster en Sicología de la Universidad de Santa Mónica, California.
Modelo niña: Cecilia Irala Méndez. Modelos jóvenes: Silvana Ojeda y Dany Pereira. Maquillaje: Marissa Macoritto.
Por Nancy Duré Cáceres ndure@abc.com.py
Fotos ABC Color/Gustavo Báez.