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Pero primero vayamos a la historia del vino. Ella se remonta al Antiguo Testamento (Génesis 9:20) cuando es mencionado por Noé. Luego, en la Grecia antigua, el vino era tomado con agua. Más tarde, Teócrito describe a los vinos como venerables cuando cumplían los cuatro años de edad; en aquel entonces eran guardados en toneles, recipientes hechos en pieles de cabra, impermeabilizados con aceites y trapos engrasados. Los romanos demostraron mejor cuidado y mejor vino a tomar, con los Falernianos, de un año de añejamiento, introduciendo otros recipientes. Pero recién se llegó a la maduración completa cuando se introdujo el corcho.
Los romanos plantaron viñedos en todos los lugares en que la uva soportó el clima. Los cultivos permanecieron para consumo particular para la Sagrada Comunión, por lo que su cuidado pasó a ser preocupación de los eclesiásticos.
Si bien las plantaciones más importantes son atribuidas a Carlomagno, no fue hasta el siglo 12 que las grandes plantaciones encontraron lugar y grandes mercados. Debido a las dificultades para transportar mercaderías de la época, la mayoría de los viñedos que subsistieron fueron aquellos que estaban a orillas de ríos importantes como el Rin en Alemania, Garona y Loira.
La utilización de botellas y corchos apareció para finales del siglo XVII, y se atribuye su creación a Dom Pierre Perignon de Hautvillers, padre del mercado del Champagne.
Los sentidos
En fin, contada parte de la historia querrá saber cómo distinguir un buen vino, cómo degustarlo. Oliver Gayet, nos dice que, en primer lugar, la observación del corcho y su olfateo demuestra tentativamente el estado de un vino. "En este punto, uno puede detectar si el vino está picado o no", asegura Oliver. El corcho debe estar húmedo por efecto de la permanencia en la cava en posición de costado (horizontal), pero su aroma no debe transmitir sensación de humedad, acidez u oxidación. De todas formas, el servicio en la copa permitirá apreciar las cualidades fundamentales del vino: color, aromas frutales, florales y otros detalles.
Una copa nunca debe ser servida hasta su borde, sino hasta la mitad, incluso a un tercio. El espacio restante es necesario para que el vino pueda ser removido en forma de circulos para oxigenarse. Esto permitirá a la persona que lo va a degustar, percibir los aromas del vino. La vista también juega un papel importante; a través de ella se puede apreciar el color del mismo que puede ser sinónimo de calidad, así como su edad. Para apreciar el color, se debe alzar la copa y ponerla a contraluz o tener una buena iluminación, de arriba hacia abajo, con un fondo blanco para poder observar los reflejos del vino.
Después de ver y oler hay que probarlo. En primer lugar es necesario sorber una pequeña cantidad y repartirla completamente en la lengua, aspirando aire al mismo tiempo. ?Con esto se comprueba la explosión de sabores, ácido, dulce, seco o astringente de la bebida. Lo más interesante de esta etapa es que uno puede apreciar el bouquet del vino que está degustando?, finaliza Oliver.
Ahora, solo resta hacer la prueba. ¿Quedó conforme? Entonces, vuelva a oír el borbotear del vino sobre la copa y... ¡salud!
Nunca se exceda en el consumo de bebidas alcohólicas. Si consume alcohol no conduzca ni opere máquinas.
Cómo y con qué servir el vino
No se toman vinos blancos con carnes rojas o platos de caza.
No se toman vinos tintos con mariscos o pescados.
Los vinos blancos secos, antes de los vinos tintos.
Los vinos ligeros, antes de los vinos fuertes.
Una carne roja, con grasa, servida con una salsa espesa, debe acompañarse con un vino robusto y pesado, que pueda contrarrestar los embates gastronómicos de ese plato. Ideal: un Cabernet Sauvignon Reserva.
Un salmón cocinado en aceite y bañado por una salsa espesa puede ir acompañado por un Pinot o un Merlot ligero.
La comida tailandesa, a pesar de ser muy condimentada, no es pesada. En esos casos se recomienda probar con un vino liviano, pero fuertemente aromático como el Gewurztramener. Lo mismo aconseja para acompañar un pollo cocinado con curry, jengibre y comino.
Para una carne roja especiada, pruebe con un Merlot joven o con un Malbec.
Una combinación clásica: el queso Roquefort con el vino de Sauternes o un Late Harvest.
Una tarta de frambuesa, unos duraznos al jugo, una banana con miel, un flan de leche combinan perfecto con un Late Harvest.
Los quesos más ácidos, como los de cabras jóvenes, se complementan muy bien con los vinos de una acidez más pronunciada, como un Sauvignon Blanc de cosecha reciente.
Para los quesos salados, como el Roquefort o el stilton inglés se recomiendan los vinos dulces o de estilo Oporto, mientras que un Camembert debe acompañarse por un Cabernet Sauvignon o un Merlot poderoso.
Los quesos ahumados pueden combinarse con un Gewurztramener nacional con algunos años.
Con los quesos frescos como, por ejemplo, los de cabra o leche de vaca con especies como finas hierbas, orégano o ajo, el frescor y aroma del Sauvignon Blanc es ideal.
Los quesos tipo provenzal que son macerados con finas hierbas y aceite de oliva, acompañarlos con un rico pan crujiente y un Cabernet Sauvignon.
El pollo y el pavo grillados van bien con Merlot. Si estas carnes van acompañadas de salsas, aderezos o especies que les dan más intensidad de sabor, se debe pasar a Merlot tipo reserva o a un Cabernet Sauvignon.
Para masas, pastas, un Merlot del tipo varietal.
Cómo presentar los quesos
El queso siempre es bien recibido y se acomoda, solo o con un aperitivo, durante una comida o al final de ella. Actualmente, en los mercados encontramos una gran variedad de quesos que esperan ser servidos en su mesa. Le contamos cómo.
Se debe ser generoso con la cantidad de queso y no con las variedades. Se deben servir pocos quesos, generalmente no más de tres o cuatro tipos. Demasiadas texturas y sabores confunden. La mezcla recomendada en una mesa de queso es: Un queso maduro o firme (suizo, gruyere, parmesano), un semiblando (Brie, Camembert, etc.), uno muy blando (un queso fresco de cabra) o tal vez un azul (Roquefort).
¿Con qué acompañar?
El principal acompañamiento del queso es el pan y/o galletas saladas. La fruta también hace una buena combinación con el queso. Puede probar con peras, manzanas, uvas y cerezas. Las frutas secas como higos, nueces y castañas también resultan.
¿Antes o después de la comida?
Depende del tipo de comida. Si es italiana, antes de la comida servir queso con un poco de salame. Si es griega, servir queso de cabra fresco con aceitunas negras o verdes, rellenas con almendras. Si es una comida formal, no se debe servir al comienzo sino antes del postre, una vez finalizada la cena.
Según los entendidos, es uno de los productos más complicados para combinar con vino. ¿Sorprendido? Así mismo. Y esto se debe a que, frecuentemente, el queso tiene sabores muy fuertes. Además, es alto en contenido graso, puede ser bastante ácido; a veces muy salado; y puede tener una textura gomosa que cubre la boca. Todos estos atributos también corresponden al vino, complicando así sus avenencias.
Los vinos tintos secos son los que más sufren con el queso, no así los blancos secos; los vinos blancos dulces son más exitosos que los secos.
Para tener en cuenta
*Mientras más ácido el queso, más ácido deber ser el vino. Así también mientras más complejo el queso, más complejo debe ser el vino.
*Como el tanino de los tintos generalmente entra en conflicto con el queso -echando a perder el vino más que el queso-, es mejor elegir un tinto maduro a uno joven.
*Vinos tintos con algo de tanino encuentran como mejor aliado un queso duro, siempre que no sea muy fuerte o salado, ya que la sal acentúa lo amargo del tanino.
Clases de quesos
Quesos blandos: Tengan costras rugosas o lavadas, los quesos blandos son los más complicados de combinar, especialmente cuando maduran. Probar con tintos jóvenes.
Quesos duros: Siempre que no sean muy viejos o muy fuertes, aceptan una gran variedad de vinos; vinos tintos secos de bastante o mediano cuerpo, se puede acompañar el Parmesano Manchego, Gouda maduro, Gruyere y Cheddar.
Quesos azules: Siempre fueron asociados a vinos dulces y son clásicas las combinaciones de Roquefort con Late Harvest, o bien, un queso Stilton con Oporto.
Queso de cabra: Su gran afinidad es con un Sauvignon Blanc, o bien, un Chardonnay.
Quesos ahumados: Muy difíciles de combinar. Probar con vino dulce.