Setenta años de leyenda

La motocicleta italiana más conocida y referente en el mundo del diseño se ha convertido en ícono de un estilo de vida y, además, este año está de aniversario. La Vespa se puso en marcha por primera vez en Roma el 23 de abril de 1946, hace 70 años.

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La Vespa nació en la Italia de posguerra, en el seno del grupo de transportes de Enrico Piaggio y de la mano del ingeniero aeronáutico Corradino D’Ascanio, con el objetivo de reemprender la actividad comercial de la empresa y contribuir al despegue económico italiano.

La maltrecha economía de la época y el mal estado de las carreteras hacían que el automóvil se descartara como opción, por lo que Piaggio decidió apostar por la motocicleta, que se convertiría en poco tiempo en el primer medio italiano de transporte de masas.

D’Ascanio creó una escúter que no se parecía a nada que se hubiera hecho antes y fue toda una revolución tecnológica. Tres conceptos sencillos fueron la clave de su éxito y explican su auge: era barata, funcional y fácil de conducir; además, en ella podían viajar dos o más personas.

En origen estaba dirigida a los profesionales y mujeres, que podían conducirla fácilmente en falda y zapatos de tacón, sin mancharse de barro o aceite del motor, como refleja la primera publicidad de la marca.

Fue un concepto novedoso en un país en el que las mujeres comenzaban a votar ese mismo año (1946). El ingeniero imaginó a una persona sentada y erguida, y comenzó a construir a su alrededor la motocicleta; con la carrocería de una sola pieza, que sirve como caja para el motor y protección para el piloto, y el brazo delantero inspirado en el tren de aterrizaje de un avión.

Cuando Piaggio vio el prototipo, que había encargado a D’Ascanio, exclamó: “Desde arriba parece una avispa (vespa, en italiano)”, y de ahí viene su nombre, cuenta a EFE el presidente del Vespa Club de Italia, Roberto Leardi.

La “avispa” italiana viajera

En 1948, dos años después de su creación, comenzó a fabricarse en cinco nuevos países de Europa: Alemania, Francia, Bélgica, Inglaterra y España. En 1951 desembarcó en Argentina, con un modelo especial hecho para la ocasión; una constante que se mantuvo a lo largo de su historia. Ahí empezó su viaje en el mundo.

En ese contexto, comenzaron a crearse los “Club Vespa” en diversos países, que reúnen apasionados y propietarios, y en 1953 nació el Vespa Club europeo, que aglutina las diferentes asociaciones nacionales.

“Nace primero la Europa Vespa que la Europa Política”, comenta el presidente del club italiano, quien, además, ha escrito varios libros sobre la historia de esta escúter.

Diez años después de su nacimiento, en 1956, ya se habían vendido en todo el mundo un millón de motocicletas; hoy, el número de ventas asciende a 18 millones de ejemplares, apunta Leardi.

En la gran pantalla

En los años 50 del siglo XX, la Vespa era “el medio más utilizado por toda la familia para ir al mar o pasear en pareja”, explica Leardi, y también era común, incluso, “ir de viaje de luna de miel en Vespa, con la maleta de cartón metida en el maletero trasero”, añade.

Y de parte de ese espíritu romántico y aventurero que estaba en la calle se contagió el mundo del cine, que ha convertido a la Vespa en “actriz de reparto” de numerosas películas, desde su primera aparición en 1949, en Domenica d’agosto, de Luciano Emmer.

Su consagración como “protagonista” en la historia del cine llegó en 1953, con Roman Holiday, de Willian Wyler, con una graciosa Audrey Hepburn, quien conduce feliz por las calles de Roma una Vespa blanca mientras dice a su copiloto Gregory Peck: “Déjame, es divertido”.

Más tarde, a principios de los 60, se convirtió en el símbolo de una época dorada en Italia: los años de la Dolce Vita, vinculados con la película de título homónimo en la que también aparecía la Vespa con los famosos paparazzi a los mandos.

Grandes nombres del cine de esta época, como Marcello Mastroiani, Sophia Loren, Sandra Milo o Henry Fonda, la popularizaron como elegante objeto de culto.

En esa misma época, las carreteras empezaron a llenarse de coches y, entonces, Piaggio decidió mirar al público joven y, en 1963, lanzó la hermana pequeña del modelo clásico: la Vespa 50, que podían conducirla los mayores de 14 años sin carné ni matrícula.

Esto la convirtió en “emblema de la libertad de los jóvenes, que fueron los que llevaron adelante la aventura Vespa”, comenta Leardi.

Mundo deportivo

En el mundo del deporte, la Vespa también supuso una revolución. En los primeros años 50, se competía con ella en circuitos urbanos y, después, se empezaron a construir vehículos para batir récords deportivos. Prueba de ello es la Vespa Siluro, con su peculiar diseño aerodinámico, creada para superar el récord de velocidad para motocicletas de 125 cc; fue un modo de publicitar la marca y una maniobra para superar la desconfianza de la opinión pública en las motos con ruedas pequeñas.

En 1951, el piloto Dino Mazzocini, al mando de la Siluro, batió el récord en la carretera Roma-Ostia al alcanzar los 171 km/h de media en trayecto de ida y vuelta, con ruedas de ocho pulgadas.

Otra competición deportiva en la que Vespa pudo reafirmar su calidad y popularidad fue en la XXVI carrera internacional de los seis días, en 1951, a la que la firma acudió con 10 motocicletas especialmente diseñadas para la ocasión: las Vespa 6 Giorni.

“Los ingleses decían que aquella Vespa no llegaría al primer día; sin embargo, llegó al sexto y conquistó nueve medallas de oro”, cuenta Leardi.

Las vespas deportivas también llenaron España en 1962, con la celebración de la carrera “Las 20 provincias en Vespa”, un recorrido de 3015 km desde las localidades de Córdoba a Madrid, en el que participaron corredores procedentes de distintos países europeos.

Aún se hacen reediciones de aquellas míticas carreras de los años 50 del siglo pasado y es que, después de 70 años de historia, la Vespa se ha convertido en “un movimiento cultural, un objeto de colección”, explica Leardi.

Mito y realidad

En el presente combina mito y realidad. “La Vespa, hoy en día, vive tanto a través de los coleccionistas como de quien la utiliza en su vida diaria”, en palabras de Leardi.

Nunca ha perdido la identidad de imagen que adquirió desde sus inicios, con sus formas redondeadas, “femeninas para muchos”, según Leardi, su mezcla de elegancia y funcionalidad con el toque de calidad propio del made in Italy.

Su practicidad y sus cualidades se han mantenido en el tiempo, aunque se ha ido adaptando a las nuevas técnicas y necesidades ambientales, como el motor de cuatro tiempos, que permite reducir la emisión de humos.

Para muchos, como el presidente del club Italia, la Vespa, esa “avispa” italiana, es un “insecto metálico que no se para nunca”.

Por Lorena Pacho EFE/Reportajes.

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