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La Segunda Guerra Mundial apenas había terminado. Las heridas, poco a poco, empezaban a cicatrizar y todavía, como un eco, las ráfagas de ametralladoras rompían la quietud de la noche. Italia comenzaba a resurgir de sus cenizas. Giorgio y Nella Cossovel decidieron huir de la ruinas y empezar una nueva vida. Y vinieron al Paraguay... en el revolucionario 1947.
La pequeña Mirella, de 10 años, y sus cuatro hermanas venían con ellos. Lectora ávida, a pesar de las dificultades para conseguir libros durante la contienda, al igual que cuadernos. “La maestra pasaba banco por banco el único libro de lectura para que todos los alumnos pudieran leer”, recuerda. Era Corazón, de Edmundo de Amicis. “Cuando vivíamos en Sajonia, ya en el Paraguay, llegué a leer hasta con la luz de la luna. Éramos muchas hermanas y no quería molestarlas”, evoca.
Sus primeros escritos, en italiano, se remontan a los nueve años con las famosas composiciones escolares, en cuarto grado. Entonces, todavía vivía con su familia en un pequeño pueblo de Génova. “Cuando leía mis escritos, las compañeritas se emocionaban”, comenta. Con el cambio de país e idioma, le tomó un tiempo retomar la escritura. Recién en la secundaria volvió a conmover a sus compañeras con sus escritos.
A los 20 años, en una fiesta del Club Deportivo de Puerto Sajonia, conoció al director de teatro Fernando Oca del Valle, quien la invitó a participar en la obra Cristo, de Enrique Volta Gaona. “¡Se representó 29 veces!”, subraya. La puesta se llenó de público las dos temporadas que estuvo en cartelera, en Semana Santa. En la compañía de Oca del Valle, Mirella conoció a José Adolfo Cuéllar, quien sería su marido. Luego vinieron el trabajo, casamiento, cuidar la casa, sus cuatro hijos... y la escritura quedó en letargo.
Así como todo vino junto, también se fue. Se jubiló y, cuando enviudó, sus amigas la apoyaron muchísimo. La llevaron a los encuentros de gente de la tercera edad. “Estoy en grupos del Centro de Educación Permanente de Adultos Mayores (Cepam), tuve suerte; allí siempre hay muchas actividades. Primero comencé con el coro de Cepam. El ambiente es muy familiar. Me siento muy a gusto allí”, resalta.
Tanto que Mirella también suele modelar en los desfiles organizados por la entidad y, el año pasado, hasta se dio el gusto de grabar un cedé a los 77 años. “Pero no es para la venta. Lo hice por gusto”. El disco contiene más de 10 temas con repertorio variado, que incluye, entre otras, guaranias, sambas y canciones en italiano. “Mi intención fue hacer resurgir canciones que ya casi no se escuchan. Pero la escritora quedó latente”.
Lo retomó cuando una de sus hijas le pidió que escribiera la historia de su vida. “Comencé a escribir hace unos 15 años ya, después de jubilarme. Siempre me gustó”. Lo hizo en un cuadernito, a mano y con lápiz. “Pero eso nunca se termina. Entonces, mi hija me enseñó a utilizar la computadora. Al principio me resistí, pero después me acostumbré. Aunque me cuesta mucho”.
Escribía, no le gustaba y empezaba de nuevo. Un día, ya tenía como 300 páginas y ¡se le borró el archivo! Tuvo que empezar todo de nuevo. “Y así, fui practicando”. Asegura que hay que escribir 500 palabras por día para mejorar la escritura y, sobre todo, leer mucho. “Entonces, mientras escribía mi autobiografía, también empecé mi novela”.
Pero no estaba conforme, quería manejar bien la computadora. Coincidencia o no, un día leyó un aviso en el diario en el cual el escritor Augusto Casola ofrecía ayuda a los que querían escribir un libro. Con su tutoría y “muchos intercambios de opiniones”, salió el libro. “Él me ayudó mucho, y hasta ahora me guía”.
Casola presentó el primer libro de Mirella: Tape Porá, así como el tercero: El taxista. En 2012 publicó El cantar de la cigarra. Ahora está casi listo para la imprenta Cuando estoy lejos de ti, ¡Oh Patria mía! La obra constará de dos partes: la primera trata de su infancia en Italia; la segunda, de su vida en el Paraguay.
“Me gusta escribir”, revela. Y piensa seguir escribiendo. “Tengo dos proyectos más. Aunque lo que me gustaría es escribir libros para niños, porque me doy cuenta de que los textos infantiles tienen un lenguaje muy difícil y deben recurrir a su madre”.
Y sí, la vida de escritora de Mirella apenas empieza. Todavía hay muchas historias que contar.
“Una obra de arte”
El escritor Augusto Casola presentó El taxista en la XXI Feria del Libro de Capel, el 1 de junio. “Sencillez y elegancia, respeto a la preceptiva, que impone el arte de escribir sin estridencias y sabiduría madura en la administración del relato, hacen de El Taxista, más que una obra testimonial, una obra de arte.
Estoy seguro de que Mirella no se va a detener aquí. Va a proseguir su avance sobre el sendero que hace pocos años se abrió ante ella, cuando inició su paseo, por lo que podemos aplicarle, sin temor a parecer exagerados, estos versos de Dante que dicen: ‘Del mezzo del camín di nostra vita —que es donde ella se encuentra ahora— ya que poco antes ‘Tant’era di sonno a aquel punto’ hasta que despertó y está aquí, entre nosotros, dueña de un exquisito talento, una férrea voluntad y apacible belleza”.
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