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El fuerte viento levanta una polvareda que recibe a los visitantes en Isla Po’i, departamento de Boquerón. Allí, el teniente coronel José Félix Estigarribia (que llegaría póstumamente a mariscal) instaló su puesto de comando durante la Guerra del Chaco (1932-1935), que nuestro país libró contra Bolivia. La Villa Militar albergó reservistas y en sus alrededores se instalaron campamentos militares, grandes talleres y depósitos de materiales para la guerra.
Hoy, dos perros macilentos deambulan buscando comida. La desolación es tremenda en el que fuera el Comando General de las Tropas del Chaco o Comanchaco. El abandono es palpable en cada recodo de este lugar, donde 9500 soldados paraguayos se reunieron para combatir contra los bolivianos.
El Comanchaco, donde Estigarribia y otros oficiales estudiaban estrategias para ganar la guerra, es habitado por una familia que desde hace décadas está allí. Una casa fue construida para ellos en el mismo predio, pero prefieren vivir en la histórica edificación perteneciente a las tropas.
Donde debiera de haber un museo, para recordarnos la importancia del sitio y de la valentía de miles de hombres que tuvieron que dejar a sus seres queridos para defender la patria, cuelga carne vacuna, las telarañas cubren el techo en su totalidad, algunas piezas albergan suciedad y objetos en desuso y otras son utilizadas como dormitorio por la familia que vive allí.
Varios artículos, publicados en distintos años, alertan esta situación lamentable, pero parece que a ninguna autoridad le importa. Hay una placa que señala que en 1993, durante el gobierno de Juan Carlos Wasmosy, se hizo una restauración.
Además del Comanchaco, aún están en pie dos construcciones más: una donde dormían los soldados y la otra, la enfermería y el casino. Con el tiempo, sin el cuidado debido, se echarán a perder para siempre.
En el Fortín Isla Po’i no hay ni siquiera un guía o carteles suficientes que aporten información sobre este sitio histórico, tan importante en la toma del Fortín Boquerón el 29 de setiembre de 1932, porque poseía una laguna de agua dulce de la cual se proveían los soldados paraguayos. De aquí salían los camiones aguateros en auxilio de las tropas.
Camino a Boquerón
Según la historia, los preparativos para el asalto a Boquerón comenzaron en agosto de 1932, en Isla Po’i, donde estaban 9500 soldados. El 7 de setiembre, una tropa de 5000 soldados paraguayos marcharon desde la Villa Militar hasta Boquerón, el tercer fortín paraguayo tomado por los bolivianos. Fueron 60 km de camino.
El 9 de setiembre comenzó la batalla en Boquerón y duraría 20 largos días. Con el grito de “¡Viva el Paraguay!” comenzó la ofensiva paraguaya. Ráfagas de bala fueron la respuesta de los bolivianos. “Los muertos seguían siendo soldados”, dice Carlos Agüero, guía del Fortín Boquerón, mientras realiza un apasionado relato de aquel fatídico encuentro entre las tropas paraguayas y bolivianas. “Los caídos fueron colocados uno encima de otro para armar una especie de trinchera, para resguardar a los combatientes vivos”, detalla el guía. “Fue difícil para el ejército paraguayo superar la barrera de fuego de los bolivianos porque era a campo abierto”, agrega al pie de una gran cruz donde está el cementerio paraguayo.
La orden que tenían los soldados bolivianos era “no retirarse hasta haber quemado el último cartucho”. “Los que querían rendirse eran ajusticiados y puestos como ejemplo para que otros no quieran hacerlo”, comenta Agüero.
La estrategia de los comandantes paraguayos fue cortar la comunicación entre Boquerón y el Fortín Arce, de donde se guarnecían los bolivianos, de modo a encerrarlos en un círculo y evitar que tuvieran entrada de alimentos, agua y municiones. El propósito dio resultados y, luego de 20 días de resistencia, los bolivianos finalmente se rindieron.
El 29 de setiembre, el gobierno de Eusebio Ayala decretó el Día de la Victoria, que le valió a Estigarribia el ascenso al grado de coronel así como de otros oficiales.
El Fortín Boquerón ofrece en la actualidad un interesante museo, bien cuidado, con objetos y fotografías que rescatan parte de nuestra historia; esa que también se debe rescatar en Isla Po’i. Ojalá alguna autoridad competente se haga cargo antes de que las reliquias de Isla Po’i se pierdan para siempre. Van camino a eso.