Punta Carapã, en la punta

Un grupo de profesionales tiene a su cargo remozar la casa donde pasara su niñez José Asunción Flores, en Punta Carapã, el emblemático sitio de la Chacarita, desde donde se atrapa la mejor vista de Asunción y se puede bucear en su pasado.­

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Punta Carapã no es sólo un lugar, es la historia esencial de la ciudad. Nació con ella bajo el signo de la frustración y la desesperanza. Mientras se levantaba a puro pulmón el pequeño centro urbano, los más pobres, los marginados de siempre, encontraron abrigo en Punta Carapã. Instruidos en la nueva religión, los nativos buscaron amparo en san Blas, el santo que favoreció a los conquistadores en una pelea decisiva con los indios.

Pero estos se vengaron al hacer de san Blas, no un héroe celestial, sino un santo farrista enteramente terrenal. En su homenaje, a más del oratorio, nacieron las galoperas; el contoneo arrebatador de las caderas; las promesas a cambio de un amor imposible; promesas que no obligan a un sacrificio que exige el cristianismo para entrar en los cielos, sino más danzas y músicas briosas para el año entrante. San Blas hizo ganar a los españoles, pero después fue ganado por el encanto de las “raída poti”. O sea, mujeres pobres pero limpias; descalzas, pero enjoyadas de la cabeza a los dedos.

Nos cuenta Mauricio Cardozo Ocampo que tales mujeres se ataviaban “con sus mejores galas; las anchas polleras con volados cubrían las crujientes enaguas almidonadas, adornadas con randas y aromadas con hojas de pacholí (planta aromática), mientras cubrían sus bustos el clásico typói nativo (especie de blusa, indumentaria indígena precolombina) bordado en negro o rojo, con sus medias mangas de primoroso encaje ju o de ñandutí. (...) La pequeña, pero ruidosa banda más cotizada para amenizar estas fiestas, era la Banda Jhyecué, de Trinidad (...) La más memorable galopa se realizaba en el barrio de la Chacarita”. (Mis bodas de oro con el folklore paraguayo, 1980))

Punta Carapãme Serrato ndive

José Asunción Flores, en Punta Carapãme Serrato ndive y Musiqueada che ámape, hace una completa, concisa y graciosa descripción de las costumbres populares en una función patronal o en una serenata. Ambas composiciones fueron grabadas en 1935, en Buenos Aires, por la Orquesta
Ortiz Guerrero.

Flores y Darío Gómez Serrato estaban unidos por una sólida amistad nacida en la adolescencia y la penuria económica. Encontraron en la Banda de Músicos de la Policía de la Capital el rumbo de un destino que fuera incierto. Acostumbraban, junto con otros amigos, asistir a las fiestas barriales, las que animaban espontáneamente con sus instrumentos musicales.

La de san Blas, en Punta Carapã, tenía el atractivo especial, o adicional, de las hermosas y alegres galoperas, a más de las concurridas lotería y calesita, animadas por algunas orquestas populares.

Los versos de Punta Carapãme, de Carlos Miguel Jiménez, son una divertida descripción de la fiesta. En la primera estrofa se anuncia que en la noche de san Blas habrá caña, música y mujeres. Mientras Flores y Serrato comentan las escenas de la función en las pausas de la lotería, se escucha a los cantantes en el bullicio de la calesita. Acerca de la grabación de esta música, Agustín Barboza nos cuenta que “el teniente Luis Velilla encarna a José Asunción Flores; Emilio Bobadilla Cáceres hace la vez de Darío Gómez Serrato; Rubito Larramendia se queja del descuido de Chaló por ensuciarle sus zapatos nuevos; Félix Pérez Cardozo canta con gracia los números de la lotería y el propio Flores le pide detenerse cuando, con el número noventa, comprueba que su cartón ha sido premiado. Rubito Larramendia y yo cantamos la canción de fondo”. (Ruego y camino memorias) Asunción Flores compuso Punta Carapãme Serrato ndive en 1926, un año después de la creación de la guarania.

Dice el maestro: “Mis primeras guaranias han sido ejecutadas al pie de la ventana de los ranchos de la Chacarita, Loma Valentina, Ycuá pacová, San Roque, Loma Clavel, Punta Carapã. En el silencio de las noches de luna del Paraguay, tan lindas, hacíamos escuchar la música nueva con Darío Gómez Serrato, Abel, Pascual, Vicente’i, Chaló, Loito y otros. No es por casualidad que en esa época, 1926, escribí Punta Carapãme Serrato ndive”. (Sara Talía, José Asunción Flores, Buenos Aires, 1976).

Arturo Pereira, el rabelero

El músico, compositor y teatrista Arturo Pereira fue otro de los afamados pobladores de Punta Carapã. Conocido como “el rabelero”, integró por muchos años la conocida agrupación de la Banda Koyguá, de Alejandro Cubilla, también morador de la Chacarita.

La casa donde vivió Arturo, fallecido en diciembre de 1994, está pegada a la de José Asunción Flores. Pero no sólo este hecho les unió. A más de la pasión por la música, tuvieron en común el sueño de un país mejor. Comunista de pies a cabeza, también Arturo Pereira pagó sus ideales con incontables penalidades. En la cámara de tortura de la policía stronista dejó reiteradamente jirones de su cuerpo, pero nunca de su espíritu. Salía con su humanismo intacto, con su bondad íntegra, con las ganas reverdecidas de ayudar a construir una sociedad con el soplo del arte comprometido.

Arturo dedicó su esfuerzo y su modesto peculio en convertir en museo y biblioteca la vivienda que fuera de Magdalena Flores, la madre del maestro.

Como actor, fue destacado integrante del Grupo Aty Ñe’e. Uno de sus hijos, Remigio, heredó y enriqueció el talento musical del padre.

Varios intentos de desalojo

La Chacarita, y todos los barrios que la componen, sufrió a lo largo de su historia varios intentos de hacerla perecer bajo la picota municipal o estatal. Con el argumento de que se brindaría a la población una vida mejor en otros sitios, aparecían decretos y ordenanzas que pretendían, en rigor, acabar con la fea imagen de la pobreza, acentuada por la opulencia vecina.

En 1908, el dos veces intendente municipal y luego senador Juan Manuel Sosa Escalada dijo en la Cámara de Senadores: “Aconsejé a su debido tiempo que esos barrios inmundos (la Chacarita y Punta Carapã, entre otros) debían ser arrasados sin consideraciones, ni contemplaciones de ninguna clase, sin vacilar un momento; y cuando se me preguntaba qué se debía hacer con esas gentes, sin titubear aconsejaba que si no querían irse a las buenas se las sacarán a las malas”. (Citado por Gustavo Laterza en Historia del Municipio de Asunción, 1995.) Hubo otros intentos, con las mismas razones de salubridad y estética. Pero allí están los pobladores de Punta Carapã a punto de reinaugurar el museo y la biblioteca en un espacio innovado que recordará por siempre al creador de la guarania.
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