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¿Quiere una propiedad en Puerto Madero con vista al Río de la Plata? Le puede costar hasta 7600 dólares el metro cuadrado. Siempre se dijo que Buenos Aires no es una ciudad grande, sino una gran ciudad. Ha tenido momentos de esplendor y de decadencia, mas permanece tan cosmopolita y fascinante. Pero lo más exclusivo está en el renovado barrio de Puerto Madero, uno de los más notables y atrayentes para los turistas actualmente y el más caro de la capital argentina. Al amanecer y al atardecer, el "skyline" marca el resplandor solar y el avance de la luz sobre la ciudad y las turbias aguas del Río de la Plata.
Hay gente de todo tipo y los nuevos espacios públicos se llenan de bullicio los fines de semana. Entre el colorido del jacarandá y los rosales hay niños, jóvenes y adultos que conviven en un sano entretenimiento. La última moda son las competencias sobre patines, patinetas y rollers o los paseos en bicicletas a lo largo de las nuevas bicisendas para el día y la noche. En tanto, sobre la vieja y tuneada Costanera Sur de Buenos Aires, la gente disfruta de una cerveza y un choripán o un café con medialunas. En Puerto Madero todo es posible. Mientras los grandes camiones contenedores aguardan para enfilar hacia el concurrido puerto de Buenos Aires, a pocos metros, lujosos vehículos ingresan al acristalado lobby del Hilton. Los restaurantes más variados y lujosos aguardan a todo tipo de comensales con las mejores carnes, mariscos y vinos, que no faltan en la gastronomía.
Elogiado por unos y criticado por otros, Puerto Madero atrae diariamente a miles de turistas de todo el mundo y a los mismos visitantes bonaerenses.
“Esto se parece a Manhattan, y los edificios hacen pensar en cualquier capital mundial; puede ser Nueva York o Kuala Lumpur. Los jardines colgantes de Babilonia habrán sido así”, piensa en voz alta la joven Ximena Orsi, de padre argentino y madre paraguaya. “Representa la lujuria y la avaricia del poder económico. Aquí existe la mayor concentración del poder adquisitivo por parte de los políticos, exgobernantes y gobernadores actuales. Concentra todo el potencial económico del país, pero sus impuestos están subsidiados por todos los argentinos”, agrega su padre, Javier Orsi.
“Se ve mucho lujo, pero todo parece especulativo. ¿Quién pagará todo esto? No es un modelo de barrio integrado en la ciudad, pero se parece un canto al sol; aunque no sería raro que luego se presente desértico”, dice Alejandro López Rivera, con su mentalidad de empresario catalán, pensando un poco en la crisis española.
Los contrastes de Puerto Madero son interesantes y reflejan la condición humana. De hecho, se da una interacción espontánea y cordial. Muchos de los trabajadores de los lujosos restaurantes, hoteles y tiendas son de las zonas más humildes del Gran Buenos Aires y pueden atender a jeques árabes, miembros de la realeza, personalidades del espectáculo. Un reality de verdad.
Reconversión urbana
Independientemente de todo esto, Puerto Madero es el símbolo del milagro que puede hacer el reciclaje, la reconversión urbana, la revitalización y puesta en valor de los lugares más degradados de una ciudad. Aquí convive la arquitectura industrial del siglo XIX con la más moderna expresión urbanística del siglo XXI.
Históricamente, el barrio surgió como una necesidad de controlar los embates de la naturaleza devenidos del caudaloso Río de la Plata. Desde la fundación de la ciudad de Buenos Aires (1536) y su refundación (1580), surgieron miles de problemas con las embarcaciones que no podían acercarse a la costa. Por tanto, debían bajar las mercaderías y pasajeros en lanchas u otra embarcación menor para mantenerse a flote.
En los tiempos del presidente Julio Argentino Roca, en 1882, el gobierno contrató al comerciante Eduardo Madero —que dio nombre al paraje— para la construcción de un nuevo puerto que diera solución a todas estas dificultades. Las obras incluyeron la construcción de los diques, dársenas y puentes movibles para la navegación junto a grandes extensiones de tierras ganadas al río.
Puerto Madero se concretó entre 1887 y 1898 y, para el 1900, ya habían surgido los grandes depósitos, galpones y silos de almacenaje de las compañías que se dedicaban a la exportación de cereales y productos agrícolas, muchos de los cuales se recuperaron y están convertidos hoy en restaurantes y otros mantenidos como simples vestigios. Los guinches y grúas se conservan como parte del decorado, al igual que todos los elementos que alguna vez sirvieron para echar anclas al agua y sujetar las embarcaciones. Incluso, el buque escuela Domingo Faustino Sarmiento es un museo abierto a todo público.
No obstante, la solución que había dado en su momento a la ciudad de Buenos Aires, al poco tiempo Puerto Madero quedó obsoleto y debió ser abandonado debido al crecimiento de la flota y el tráfico fluvial que llegaba a Buenos Aires en los tiempos de mayor esplendor.
Otro puerto dispuesto a modo de peine fue la solución. En 1919, ya se tuvo que habilitar el Puerto Nuevo, que funciona hasta hoy entre la Costanera Sur y la Costanera Norte, en el estuario del Río de la Plata.
Desde los años 20 en adelante, Puerto Madero entró en una etapa de decadencia, situación que lo llevó a ser una de las zonas más degradadas y deterioradas de Buenos Aires. Los enormes terrenos recuperados se convirtieron en baldíos poblados de malezas. Pero así como la zona iba perdiendo valor, iban surgiendo ideas, proyectos y planes de revitalización; entre ellos, el más famoso quizás fue el del año 1929, cuando el destacado arquitecto francés de origen suizo Le Corbusier pensó en unos rascacielos construidos sobre una gran plataforma con pilotes, pero no pasó de las buenas intenciones.
La actualidad
Afortunadamente, la historia cambió para bien cuando, en 1989, se crea la Corporación Antiguo Puerto Madero integrada por el Ministerio de Obras y Servicios Públicos, el Ministerio del Interior, y la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires para urbanizar y recuperar el área.
A los pies de las torres más altas y famosas de Buenos Aires, que deslumbran con su presencia, hoy se extiende la Costanera Sur, habilitada ya en 1918, con grandes escalinatas que descendían sobre el río, farolas y macetas gigantes importadas de Francia. Fue un lugar muy concurrido, aunque también había caído en el olvido, y Buenos Aires le dio de nuevo las espaldas al río con la degradación del lecho y las aguas del Río de la Plata. El balneario se perdió cuando se rellenaron los terrenos de la costa, donde hoy está la gran Reserva Ecológica.
Todo este sector fue recuperado con la revaloración del distrito moderno de Puerto Madero, aunque existen bolsones marginales, grandes depósitos y construcciones en ruinas, que están en la mira de los inversionistas y las multinacionales. La primera etapa de la revitalización comenzó en 1994 con el reciclaje de los depósitos, que se convirtieron en un polo gastronómico y que, en muy poco tiempo, se puso de moda. La planta baja fue destinada a restaurantes y los pisos superiores a oficinas y lofts que cambiaron el estilo de vida de gran parte de los porteños.
Unos años después, el proyecto se extendió al otro lado de los diques con el trazado de bulevares, extensos espacios verdes, coloridos jardines y acristalados rascacielos.
La crisis argentina en los tiempos del “corralito” determinó que muchos proyectos quedaran en stand by. Pero tras una nueva recuperación, empezó la fiebre de los rascacielos con una decena de torres que se pueden divisar desde los puntos más alejados de la ciudad. De la docena de edificios más altos de Buenos Aires, varias torres gemelas están en Puerto Madero: las torres Mulieris con 44 pisos; torres El Faro, de 46 pisos; torres Le Parc Puerto Madero con 43 pisos. También se destaca la de Repsol YPF con sus 36 pisos, pero que tiene como distintivo un jardín en altura donde existen verdaderos árboles, mezclando la naturaleza con la intervención más tecnológica y moderna.
Puerto Madero es hoy una de las zonas más exclusivas de Buenos Aires y el barrio más caro de la ciudad. Sobre la estructura de un antiguo puerto se levanta un imponente distrito financiero, comercial y de distracción. Y aunque muchos piensan que podría ser una gran burbuja, es un símbolo de la Buenos Aires cosmopolita y contemporánea, que siempre presumió de ser como Europa.
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