Perfume acústico

Una familia lleva entre las cuerdas de su historia la melodía que emana de una tradición universal. Al tiempo de conocer a una de sus representantes, nos empapamos con las anécdotas, estacatos y cinceladas de la construcción de un sello guitarrístico que promueve el acervo cultural paraguayo.

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Cada familia es una composición sin semejanzas en la partitura de las costumbres.

Así pues, una de ellas hace tiempo demuestra en su taller, ubicado en la ciudad de Luque, que –pese a los inconvenientes– la melodía más sutil y gratificante resuena en las sinestesias de un oficio artesanal como lo es la construcción de guitarras.

“La tradición de las guitarras está en mi familia hace más de 125 años. Nació con mi tatarabuelo Florentín Borja, pasando de generación en generación hasta llegar a mi abuelo el lutier Aníbal Borja, quien se dedica a esto hace más de 50 años. Él fue enseñándonos el oficio”, rememora Luz Borja, una de las pocas mujeres involucradas en este arte y que posicionó –con la ayuda de varios familiares y amigos– el valor estético de su ascendencia.

“Desde niña comprendí el proceso de construcción de las guitarras y aprendí a valorar todo lo que conlleva este arte. El arpa y la guitarra paraguayas son reconocidas mundialmente, pero poco se conoce sobre los artesanos que las fabrican”, acota la también instrumentista.

“Desde los seis años ya le ayudaba a mi papá a lijar las guitarras, buscar los huesitos y las maderas. De adulta realicé mi primer instrumento. Mi papá quería dejar el oficio, debido a que habían guitarras suyas por todo el mundo, pero sin su sello. Eso le frustraba y me dijo que dejaría de hacerlas. Fue entonces que yo dejé mi carrera y empecé a trabajar con él acá en el taller. De esa mágica aventura pasaron cinco años”, comenta la artesana.

“Mi padre trabajó para terceros por más de 40 años, quienes compraban las guitarras y le ponían otro sello. Descubrimos en internet que estas se cotizaban muchísimo, a él apenas le pagaban unas sobras y no le reconocían el esfuerzo. Eso me dolió mucho. La empresa familiar trabajaba detrás del escenario y, pese a todos los años de dedicación, no había ningún reconocimiento”, agrega sobre sus inicios.

“Esa realidad cambió. Actualmente, las guitarras Borja están entre las más importantes del mercado global, no solo por la tradición y el hecho de trabajar en la ciudad de Luque –cuna histórica de estos instrumentos–, sino también porque enseñamos el oficio de construir instrumentos musicales”, subraya la profesional.

Taller de lutería

“Después de renunciar a mi profesión, y ya asimiladas las técnicas para construir guitarras, creamos la escuela de lutería, para incentivar el amor a esta vocación, ya que la mayoría de los artesanos son adultos mayores y dejan de transmitir la tradición a los jóvenes. Por consiguiente, fundamos la primera escuela de lutería del Paraguay. De aquí salieron, al menos, 60 personas que abrazaron el oficio. Enseñamos a niños, adolescentes y adultos. También lo hacemos con personas privadas de su libertad, y prestamos servicios a embajadas, como la de Brasil y México, en todo el contexto de nuestra labor, revalorizando el concepto de las microempresas desde el fomento de una tradición”, asegura.

El tiempo para elaborar los instrumentos entra en juego con varios factores. “Todo es relativo; depende mucho de la voluntad, las ganas y el interés, ya que estos factores te llevarán a aprender mucho más rápido. En las clases con niños, algunos de ellos terminan sus guitarras en seis meses, aproximadamente, obviamente bajo la dirección de los maestros”, refiere.

“En el curso de constructor de guitarras, que lleva dos años, se aprenden varias disciplinas ligadas a lo que hacemos. Tenemos clases de física, teoría, botánica de la madera, manejo de las herramientas manuales y las maquinarias”, subraya la emprendedora.

“Trabajamos con la Federación Paraguaya de Maderas (Fepama), de acuerdo al régimen que establecen las leyes vigentes. Por este motivo construimos instrumentos sostenibles, ya que las dimensiones que utilizamos para la elaboración son mínimas. Es muy poca madera; son planchas de muy bajo grosor y, para la construcción en sí de los instrumentos, es poca materia prima la que usamos en comparación con otros rubros, como las mueblerías o construcción de casas”, esgrime al respecto.

“Trabajando en beneficio de la sostenibilidad del medioambiente, llevamos armonía y los efectos positivos que tiene la música que emana de nuestras creaciones”, acota.

“Es más fácil trabajar con el cedro nacional, ya que es más noble y maleable. Ahora, si querés una guitarra significado y con estética, es mejor el palo santo. Esta madera es dura y cuesta muchísimo trabajar su estabilidad, pero el resultado final es increíble. También me gusta mucho trabajar con el palo de rosa nacional, por su belleza acústica y la nobleza de la madera. En serio es una de mis favoritas. Finalmente, la preferida de muchos continúa siendo el algarrobo nacional. Su sonido es exquisito e incomparable”, describe Luz con mucha pasión.

Para todos los gustos

“Aquí pueden encontrar, por lo menos, 50 instrumentos disponibles, aunque la mayoría los hacemos por encargo y todos son bajo medida. Cada quien viene con sus especificaciones técnicas o estructurales, ya sea la madera, el tipo de sonido, etcétera. Los hacemos únicos, definitivamente. Trabajamos mucho con los guitarristas clásicos. Nos preocupábamos mucho por importar maderas, como el jacarandá indio o brasileño, la caoba o el ciprés, pero la madera nacional no tiene nada que envidiar”, resalta esta admiradora de las obras de Barrios.

“También construimos guitarras de estudio, aunque ahora nos centramos en las clásicas más que otras, sin dejar las populares. Exportamos mucho a los Estados Unidos. Nuestras creaciones son muy cotizadas allá. Enviamos instrumentos al Brasil, Argentina, Bélgica y Alemania, solo por citar los mayores mercados. Hacemos el esfuerzo de responder esas demandas con el espíritu artesanal paraguayo y cada instrumento lleva un poco de la persona que lo construyó”, manifiesta la artista.

Recientemente iniciaron en la escuela un módulo de construcción de arpas financiado por la Fonacide y, aunque los alumnos solo abonan la cuota por los materiales, la significancia es la misma.

“Al tratarse de instrumentos distintos, la técnica también lo es. Una guitarra popular puede estar lista en ocho a nueve días, y una clásica, en 20, aproximadamente, teniendo en cuenta los apliques que pueda llevar. La que le hicimos a la presidenta de Chile estuvo lista en 40 días y la que hicimos para Bono –vocalista de U2– también en un plazo similar. Un arpa está lista en 10 días cuanto mucho”, explica Aníbal Borja, uno de los maestros lutieres de la familia.

Disfrutar del sonido cuando proviene de una obra de arte pensada, concebida y ejecutada no solo por el mero hecho de hacerla, agrega acordes fragantes a esa leve sinfonía.

El perfume acústico que envuelve la música tras la interpretación del artista nos recuerda que las guitarras de esta familia brillan en el pentagrama de las puntualidades culturales que deben seguir resonando. “La guitarra paraguaya conjuga el arte y la cultura de nuestro país. Creemos que con cada instrumento contamos un poco de su historia y, con ella, le damos ese acento familiar a un legado cultural”, finaliza Luz Borja.

carlos.canete@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Silvio Rojas.

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