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“El futuro pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños”, había dicho Eleanor Roosevelt, primera dama de los Estados Unidos. Y esta expresión bien puede aplicarse a Dominga Flores (57), quien siempre soñó estudiar en la secundaria y recibirse de bachiller. Pero por esas circunstancias de la vida, su humilde situación económica, principalmente, y las duras condiciones que llevaba, Dominga solo pudo concluir la primaria. Además, ni bien terminó la escuela, comenzó a trabajar como empleada doméstica y seguir estudiando se hizo imposible.
Y después empezaron a llegar los hijos: primero, Rodolfo Antonio, el mayor, ahora de 25 años; después, María Mercedes, de 22, quien ya le dio su primera nieta hace menos de un mes. Su sueño de seguir estudiando siguió postergándose aún más. Pero ¿qué son los castillos en el aire que el ser humano construye sin una base? Dominga, pese a todo, nunca se rindió. Ya llegaría su momento... y se cumplió.
Para mantenerse, Dominga lava ropa ajena a mano, sin más ayuda que un cepillo y una latona. Pero un día, hace cinco años, miró la pila de ropas sucias que tenía enfrente y se decidió: tenía 52 años, muchas responsabilidades e hijos a quienes debía sacar adelante. Volvería a estudiar. ‘“Esfuérzate y sé valiente y yo estaré contigo’, dice el Señor”, cita Dominga, quien profesa la religión cristiana. Se recibiría de bachiller. Se fue y se inscribió en el curso nocturno de educación de adultos, del colegio Patricio Escobar, del barrio Nuestra Señora de la Asunción, situado a pocas cuadras de su casa. “Un día tomé la decisión. Siempre me gustó el estudio y deseaba salir adelante. Quiero, sobre todo, que mi nieta se sienta orgullosa de mí”.
Ella trabaja toda la mañana hasta la tres de la tarde. A partir de esa hora, se dedica a los estudios. Y gracias a su perseverancia, doña Dominga logró su objetivo: este año termina su bachillerato, con notas entre cuatro y cinco en casi todas las materias. “Aunque tengo un tres en inglés, a pesar de ser mi materia favorita junto con el guaraní”, confiesa. Cuenta que le encanta nuestra lengua vernácula y que cuando va a su iglesia, habla con sus “hermanas” en inglés.
Y no solo eso, también llevó a estudiar con ella a su hijo Fernando. “Claro que él estaba en otra área”, dice. Rodolfo, si bien tiene una pequeña dificultad en el aprendizaje, también se recibe de bachiller junto con ella. “El año pasado fui el mejor alumno; este año no”, indica. Rodolfo comenta que el colegio en un principio le resultó difícil, porque no sabía leer ni escribir. “Pero aprendí y me gusta mucho. Ahora leo de todo”, asegura y añade que ahora quiere estudiar peluquería.
Lo cierto es que madre e hijo ya tienen preparadas sus togas para la gran ceremonia de egreso del próximo 19 de diciembre en el colegio. Califica este logro como un gran mérito, dado que retomar los estudios después de mucho tiempo no es fácil. Agradece a sus profesores por la paciencia que han tenido con ella. “A medida que uno va pasando de curso, los estudios se van poniendo cada vez más difíciles y ellos han sido muy buenos conmigo”, afirma.
Pero los sueños de doña Dominga no terminan aquí. Es solo el principio. Piensa seguir instruyéndose. “Quiero estudiar nutrición o confitería”, confiesa. Pero es consciente de que en su situación es difícil. “Tal vez con alguna beca podría estudiar confitería y abrir un negocio en mi casa”, reflexiona.
Doña Dominga, como cada año, espera que le otorguen una mención de honor y, por qué no, el de mejor egresada. “Todavía no lo sé”, dice y un pícaro brillo de esperanza destella en sus ojos. “Recién ese día, cuando nos llamen, lo voy a saber. Pero cada año recibo menciones. ¡Imaginate si salgo la mejor! ¡No voy a pisar todo!”.
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