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Siempre se dice que el periodismo es el “primer borrador de la historia”, pero hay momentos en los que los periódicos se convierten en la historia misma. Y este es el caso, sin lugar a dudas. El 21 de mayo se cumplieron 165 años de la aparición del primer número de El Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles (1853-1868), periódico que reemplazó a El Paraguayo Independiente (1845-1852) cuando este cumplió su misión de lograr el reconocimiento de la soberanía nacional. Este año también –entre octubre y noviembre– se cumple el sesquicentenario de su desaparición.
Qué mejor que conmemorarlo con un importante y valioso rescate del olvido de nuestros archivos y de otros países, de la mano del historiador Herib Caballero Campos y el investigador Carlos Gómez Florentín. El resultado es el libro Nación y modernidad en moldes de plomo. La época de El Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles, que incluirá un devedé con el facsímil de todos los ejemplares para facilitar su consulta online. El trabajo de investigación forma parte del proyecto Prociencia del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Universidad Nacional de Asunción (UNA).
El rescate histórico incluye el 90 % de los ejemplares, que abarcan decretos presidenciales de Carlos A. López y Francisco Solano López, las importaciones y exportaciones del Paraguay, cómo preparar el pan en la casa, cuidados para la higiene y la salud en el hogar, orientaciones generales para la población, literatura y, sobre todo, cómo transcurrieron los aciagos días de la Guerra contra la Triple Alianza.
Crónicas y algo más
Cada página de El Semanario es una caja de sorpresas y en cada suelto se puede encontrar un hilo a seguir para entender el contexto histórico o los acontecimientos que sucedieron en nuestro país. Veamos algunos casos.
Festividad de San Carlos (sábado 7 de noviembre de 1857. La información no se puede leer íntegramente porque tiene un parche). El 4 de noviembre era uno de los aniversarios que celebraba el pueblo paraguayo, por ser una festividad que coincidía con el cumpleaños de la dignidad suprema que gobernaba los destinos de la nación. El jolgorio comenzaba en la víspera con juegos de sortijas y varias otras actividades festivas. Entre los obsequios que recibió el mandatario, por ejemplo, se cita uno singular: un atlas geográfico de América y sus islas adyacentes, dibujado por las manos de los alumnos del Instituto de Filosofía.
“En la noche de San Carlos se abrieron los salones de la casa del señor general (Francisco Solano) para dar un baile que estuvo muy concurrido y animado. Este sarao se extendió hasta las tres de la madrugada. En las villas y muchos partidos hubo grandes bailes, abundante comida para todas las clases, juegos de sortijas y hasta representación teatral. (Texto borroso). Lo restante del día transcurrió entre el alborozo y el júbilo que destina el pueblo a este género de festividades”.
La muerte de don Carlos. El sábado 13 de setiembre de 1862, las páginas de El Semanario, cuyo redactor jefe era Ildefonso Bermejo, aparecieron enmarcadas de negro y arrancaban con el título Carlos Antonio López.
“Así como amanecen días tranquilos y serenos, en los que un sol límpido y despejado simboliza la alegría y el contento, también hay días nebulosos y tristes, en los que el firmamento encapotado con su velo ceniciento parece que quiere anunciarnos que hay momentos aciagos y de luto para los pueblos.
El 10 de setiembre de 1862 amaneció fatal para la República del Paraguay. El cañón con su lúgubre estampido fue el primer anuncio que tuvimos de nuestra orfandad; el eco misterioso de esta campana de guerra nos decía que el primer ciudadano de la República se ausentaba para siempre de entre nosotros.
La rapidez con la que vuelan los grandes acontecimientos se demostró esta vez al contemplar las cercanías de la casa mortuoria invadidas por una muchedumbre muda y absorta, pero que dejaba reflejar en su fisonomía la sorpresa dolorosa de la que se encontraba poseída (...)”.
Crónica de la Capital. El sábado 12 de marzo de 1859, en la sección Crónica de la Capital, apareció un suelto bajo el título Retratista. Daba cuenta de un artista italiano de apellido Rossetti. Pero no era cualquier persona, pues se había convertido en el retratista de Basilio López, hermano de don Carlos y primer obispo del Paraguay, quien había fallecido el 16 de enero de ese año.
Decía el suelto: “La principal exigencia de un retrato es la semejanza y esta la traslada al lienzo el señor Rossetti con bastante exactitud. El traslado de su ilustrísima el finado obispo diocesano nacional Basilio López es la obra más perfecta que hasta ahora hemos visto de las manos de este artista. Hay gran semejanza, lo cual es más de admirar, cuanto que el señor Rossetti tuvo presente al modelo pocos instantes y sin la animación natural de los que viven. Sin embargo, ha dado al traslado un carácter de verdad, estampando en el lienzo su verdadera expresión”.
Remates. Los remates siempre tenían lugar en El Semanario. Hay casos muy curiosos, como el aparecido en el ejemplar del 12 de marzo de 1859 y que fue realizado por Saturnino Bedoya en su casa de la calle de la Rivera (actual Benjamín Constant). “El miércoles 16 del corriente, a las 8 de la mañana, se procederá a la venta y dinero al más alto precio y dinero de contado de orden de los albaceas de la testamentaria del finado Pedro Goeti y Gachie los artículos siguientes: 50 barricas harina, 49 cajones licores, 1 bolsa almendras, 6 cuarterolas vino dulce, 5 pipas vino tinto, 25 cajones de fideos, 43 cajones vinos frontiñan, 8 barricas cerveza, 10 cajones pasas, 10 docenas lima, dos loéces cadenas, achas y otros varios artículos”. Al parecer, el remate incluyó todo un almacén.
Harina fresca. Otro suelto daba cuenta de la siguiente oferta: “Harina fresca y de superior calidad recientemente desembarcada, se vende por mayor y menor en la casa de comercio de don León Spaldin a precio que agradarán al comprador”.
Gran baratillo de sombreros. Así decía el título y seguía: “Como esta nueva tienda y fábrica de sombreros se halla en un rincón de la plaza nueva hacia el cuartel San Francisco, se ha puesto por enseña un gran sombrero. Sombreros negros regulares a 2p, medio finas y finas a 3p (…)”.
Valioso rescate
El proyecto de sacar a luz estas páginas del olvido, precisamente, responde a un rescate histórico con la primera convocatoria de proyectos de investigación del Conacyt y el Rectorado de la UNA, a través de su dirección general de investigación científica, explica el historiador Herib Caballero Campos.
“La idea, concretada, fue traer los textos microfilmados que estaban en Río de Janeiro. Como allí faltan ejemplares de los años 1863 y 1864, los completamos con la colección microfilmada que la Academia Paraguaya de la Historia trajo de Montevideo. Se completó con las ediciones digitalizadas de los pocos números que se conservan en la Biblioteca Nacional de Asunción”, agrega.
Lastimosamente, no se llega al 100 % de los ejemplares, a menos que exista en alguna colección privada y se puedan obtener copias: “Nosotros indagamos muchísimo, buscamos en muchos lugares, pero no hay. Los que faltan son algunos números de 1868, año en el que dejó de salir. Tenemos los de junio, julio, agosto hasta setiembre y uno solo de octubre. Son varios los que faltan de ese último año cuando se fechaba El Semanario en Luque, pues en febrero de ese año se despobló Asunción y la capital se trasladó a Luque, donde también se había mudado la Imprenta Nacional”.
El Semanario –explica Caballero– “no llegó a ser una prensa independiente en sí, porque la prensa independiente realmente pudo haber sido el Eco del Paraguay, de Ildefonso Bermejo. Era un órgano oficial, pero también servía para sostener el proyecto de modernización de los López”.
Esto se refleja precisamente en el n.° 1, aparecido el sábado 21 de mayo de 1853, en el que se habla de “divulgar los conocimientos, cuestiones científicas, tecnológicas para que la gente pueda comenzar a instruirse. Entonces, aparecían publicaciones de cómo preparar el pan, cuestiones sobre herrería, agricultura, cómo mejorar el cultivo del tabaco e informaciones científicas. Tampoco faltaban los refranes y máximas con gran contenido moral y cívico, y los avisos de remates o novedades en cuanto a productos que aparecían en la capital. También es muy interesante el hecho de que se comienzan a publicar los folletines”.
¿Qué eran los folletines? Eran publicaciones que se hacían por entregas, ya sea de obras de literatura, crónicas históricas o informaciones científicas. Uno de los folletines más famosos que se publicó en El Semanario es Graziella, del autor francés Alfonso Lamartine. Se hicieron varias entregas de esa obra y otros pequeños relatos literarios.
Muchas de las noticias que aparecían en El Semanario escaseaban en El Paraguayo Independiente. “Por ejemplo, noticias de los pueblos, actos oficiales, y aunque no llegan a haber entrevistas, sí se dan crónicas de actos y crónicas de costumbres”. También aparecían noticias internacionales de países tan lejanos, como Filipinas, así como de países hispano-americanos.
“Es como un reflejo de lo que era el Paraguay en esa década, en la que empieza la modernización. Justamente por eso, el libro habla de nación y modernidad, porque lo que tienen los López es un proyecto de ir consolidando la nación paraguaya y, a la vez, modernizarla”, sostiene el historiador.
El Semanario tuvo varias etapas, según quién estaba al frente como redactor principal. La primera época va del número 1 al 116, y aunque el redactor jefe no estaba identificado, ese papel lo cumplía el mismo Carlos A. López, precisa Caballero. La segunda etapa empieza en el número 117 hasta 190 y está a cargo de Juan Andrés Gelly, con periodos en los que el redactor principal no estaba identificado. La tercera etapa iniciada con el 191 llegó hasta el 453 y estuvo a cargo de Ildefonso Bermejo. La cuarta etapa, del 454 al 750, correspondió a Gumersindo Benítez.
¿Por qué deja de aparecer El Semanario?
Deja de aparecer cuando se pierde a este último redactor principal (Gumersindo Benítez), quien es acusado de traición a la patria, es procesado y fusilado en esos últimos meses de 1868. “Evidentemente, ya no quedaban hombres que se hagan cargo del periódico, por culpa de la guerra, y ya no había casi papel. Esa es una de las carencias que siempre se tenían durante la contienda”.
Es destacable que El Semanario, que duró unos 15 años, pudo seguir circulando durante la guerra y tenía bastante difusión, porque se enviaban los ejemplares a los pueblos y las guarniciones militares para que la gente se enterara del contenido. Los oficiales o las autoridades eran los que se encargaban de leer las informaciones al pueblo. “De esa manera, El Semanario tenía una gran llegada a toda la población de la época en plena guerra”, afirma Herib Caballero.
Los primeros números se imprimían en papel de algodón, de ahí que perduran en el tiempo, y los ejemplares se conservaron muy bien a lo largo del tiempo. Esto no ocurre con los periódicos impresos en papel de celulosa, que se deterioraban más rápidamente.
El futuro de los archivos
Todos estos ejemplares estarán incluidos en un material digital para que estén al alcance de toda la gente. Esta parte del trabajo correspondió a Carlos Gómez Florentín, quien detalló que se ha utilizado un escáner que pasa materiales de microfilm a PDF. “Entonces, si hallamos un microfilm en cualquier biblioteca del mundo, lo traemos al Paraguay y automáticamente lo reproducimos para incorporar a nuestro acervo cultural”, detalla.
A decir del investigador, este artefacto se constituye en el futuro de los archivos paraguayos. Por ejemplo, el Archivo Nacional, que está digitalizando todas sus fuentes, podrá obtener microfilms de otros archivos, que serán incorporados directamente con esta máquina sin que el responsable deba viajar a otros países para lograrlo.
Con la versión digitalizada de El Semanario se estará completando una verdadera colección, junto con otros periódicos que ya se tienen en ediciones facsimilares. “Es una excelente manera de conservar los documentos históricos, aprovechando los microfilms. El resultado es como una fotografía del pasado que uno puede consultar desde su casa”.
Importación y exportación de antaño
Sábado 13 de enero de 1855
Importaciones paraguayas. En 85 embarcaciones, 8 nacionales y 77 argentinas. Lienzos, zarasas, muselinas, cintas, sombreros, ferreterías, pañuelos, bayetas, caldos (bebidas), géneros de seda, lana, bramantes, hilos, paños, tules y linos, vestidos de señoras, sal, libros, medicamentos, zapatos de goma y otros calzados, cotines, azúcar, harina, cristales, losa, cohetes, sillas de montar, encajes, perfumerías, especerías y “otras muchas menudencias que por ser partidas pequeñas no se ponen en separación”. (El Semanario detalla en un cuadro las cantidades, que obviamos).
Las exportaciones dan cuenta de 158 embarcaciones, 27 nacionales y 131 argentinas. Productos: tabaco en mazo, tabaco en sartas (atados), dulce, cueros buenos, cueros inferiores, yerba, zuelas buenas, zuelas inferiores, tablas (madera) en tirantillos, masas, ejes de carreta, palmas y tacuaras, cáscaras de curupay, miel, aguardiente, almidón, cerda, cigarros, naranjas, maní, maíz, porotos y “otras varias frioleras”.
Esta imprenta sirvió para las ediciones de El Paraguayo Independiente y, luego, El Semanario. Se conserva en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional.
Fotos: ABC Color/Javier Cristaldo/Silvio Rojas.