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Desde sus inicios como modelo adolescente de pasarela a modelo publicitaria –en su Uruguay natal– hasta su revelación como actriz en la televisión argentina. Años después, su debut y continuidad en el cine. El lanzamiento y reconocimiento como cantante. Más tarde, como empresaria de indumentaria de Las Oreiro, marca que lleva adelante con su hermana Adriana. Pero hoy, desde hace un año y cinco meses, es madre: su principal misión de vida.
Eran las 11:00 cuando llegaba a Pol-ka Producciones, una de las productoras de ficción más importantes de la televisión argentina. Pasaban varios minutos de las 19:00 para que recién me retirara, luego de una completa jornada de grabación de “Solamente vos”, la exitosa tira que protagoniza Natalia Oreiro junto a Adrián Suar. Estaba allí, entonces, en calidad de testigo de un sinfín de situaciones que jamás se verán en pantalla: desde chistes internos entre Oreiro y Suar; hasta una Lali Espósito (ex “Casi Ángeles”) yendo y viniendo por los pasillos, mientras el director planeaba la escena que en pocos minutos se grababa, y el continuo trabajo de los técnicos, controlando cada mínimo detalle.
Corriendo de un estudio al otro en Pol-Ka Producciones, con múltiples cambios de vestuario, y a pesar de la vorágine de vestirse en la piel de Aurora André –su personaje– durante gran parte del día, Natalia regala su mejor sonrisa con la misma calidez que la descubre en pantalla.
Si bien reconoce que la televisión le ofrece la adrenalina de la improvisación y de entrar a diario a la cocina de las personas, tras la llegada de su hijo Merlín Atahualpa –fruto del matrimonio con el músico argentino Ricardo Mollo (55)–, Natalia confiesa que las horas que le consume la grabación de la telecomedia, hoy, le provocan un desgaste físico y mental. “Me está costando mucho tantas horas estar tan lejos de mi familia. El primer mes decía: ‘No voy a poder, no voy a poder…’. ¡No me acordaba la letra! Porque, imaginate que hago una película por día: acá hago 20 escenas por día y en una película hago dos escenas por día (…). Llego a mi casa y estoy con mi hijo, se duerme y me pongo a estudiar. Y duermo cinco horas por día… Entonces estoy muy cansada”, se lamenta.
Mientras ensaya con sus compañeros la próxima escena, Natalia observa cada detalle de la puesta y apunta al director datos de continuidad: desde qué ocurría en la escena anterior hasta cómo subrayar ciertos giros dramáticos de su personaje.
-En las grabaciones tenés una visión creativa en la puesta en escena. Acotás detalles de continuidad que al director se le escapan…
-(Risas). Sí, ¡pero eso es de metida! Me meto mucho. Soy una obsesiva de las continuidades. De todo tipo de continuidad: la dramática, para mí es fundamental. Siempre estoy anotando de dónde vengo, hacia donde voy. Yo tengo diez capítulos diarios, entonces voy y vengo de atrás para adelante, y es difícil acordarte la escena que va pegada atrás, y la que va después. Entonces es muy complicado.
-¿Sos muy perfeccionista cuando te ves en pantalla?
-¡Yo soy insoportable! Veo todos los capítulos siempre, mando mensajes de texto a las 2 de la mañana a mi productor, le digo: “Se me ocurrió tal cosa”. Con Adrián (Suar) charlamos mucho… Trato, primero de estudiarme la letra, y después desestructurarla. Depende del compañero… depende, si surge alguna improvisación. Adrián improvisa mucho, entonces nosotros nos conocemos tanto ya trabajando, que yo lo sigo. Nos acoplamos bien.
-¿Te gustaría volcar, alguna vez, tu visión creativa en la dirección?
-Sí, ¡‘re’!. Pero dentro de muchos años… Digo dentro de muchos años, porque me da cierto pudor. Me gustaría (antes) tener una visión más integral de mi trabajo. En ese caso no sé si yo actuaría, porque siento que es muy difícil poder actuar y dirigir al mismo tiempo. Pero sí, tengo una visión así como más de afuera… y siempre propongo cosas para mis videos.
-¿Te animarías a producir?
-Te volvés loco con la producción… ¡siento que es muy estresante! Me gusta todo lo que tiene que ver con la producción, tengo personalidad de productora: de pensar cosas, salir, llamar, imaginar, pero después –en lo diario– hay algo que a mí no me sale, que es el manejo de la gente. ¡Me cuesta mucho bajar línea! Apurar a la gente, retar al que llega tarde, toda la parte fea no la puedo hacer… Me gusta la parte de producción creativa, eso sí me gusta bastante. Es más, creo que no voy a volver a hacer nunca más una novela, si algún día la hago tendría que producirla yo misma.
-¿No tenés pensado volver a la tele?
-No, ¡nunca más! (bromea, entre risas). La verdad es que, por el momento, no… Me costó siete años de la última (protagonizó “Sos mi vida”, junto a Facundo Arana, su excompañero en “Muñeca brava”). Esos siete años hice mucho cine, pude hacer otras cosas y me di cuenta de que es un ritmo que es difícil. Seguramente no en los años cercanos. Quizás para cuando cumpla 40…
-Década tras década, se ven cambios radicales en tu carrera. De actriz a cantante, de la televisión al cine y, en medio de eso, la moda. ¿Cómo vivís tanto éxito en la diversidad?
-Trato de ser fiel a lo que voy sintiendo en el momento, y el día que me deje de divertir en esta profesión… (Piensa). A mí me encanta ser actriz, es como que me divierto. Hoy compartiste un día muy loco, de corridas, pero siempre con mucha alegría. Tengo un buen equipo. La verdad que me gusta. Se me hace muy difícil combinar, hoy por hoy, las dos cosas. Porque yo siempre fui muy proactiva y siempre trabajé mucho, pero el hecho de ser mamá hace que tenga más ganas de estar en mi casa que estar acá, y entonces ahí es donde las prioridades verdaderamente han cambiado (por suerte).
Igual, hacer una comedia es muy placentera, la verdad es esa… pero no me doy cuenta de todas las cosas que hice. Es como que voy paso a paso, haciendo, queriendo nuevos proyectos. Ahora es como que estoy conociéndome más como actriz, y creo que el cine, en ese sentido, me ayudó muchísimo. Me dio la posibilidad de bucear en nuevos personajes que –hasta el momento– no había tocado: otra faceta más dramática. Me abrió para poder hacer más cosas.
Desde “Un argentino en Nueva York”, en 1998, Natalia Oreiro descubrió el cine, y hoy es su gran amor. La pantalla grande la tuvo como protagonista en filmes como “Cleopatra” (2003), “Francia” (2009), “Música en espera” (2009), “Miss Tacuarembó” (2010), “Infancia clandestina” (2011), “Mi primera boda” (2011) y “Wakolda”, a estrenarse este año.
-En cierto momento, cierta parte del periodismo tuvo cierto prejuicio, encasillándote como “la chica de la tele”. Con la música ocurrió lo mismo. Tu acercamiento al cine le dio un giro a tu carrera…
-Yo creo que el ser humano, por esencia, es prejuicioso, no solamente en mi ámbito, sino en general. Uno siempre tiende a prejuzgar al otro, sobre todo en lo diferente. Creo que el otro se asusta con lo diferente…
Y yo siempre me aburrí con lo que es ser igual. Yo soy muy inquieta, muy curiosa, y no me gusta siempre quedarme en el mismo lugar, y –sobre todo– me gusta crecer artísticamente. Entonces, cuando decidí hacer cine, no me fijé… me pasó lo mismo con la música, fui, hice lo que tenía ganas. Y empecé a hacer personajes distintos, me ofrecían protagónicos que se parecían mucho a los personajes de la tele. Preferí hacer participación, hacer películas de cine independiente, eso me dio la posibilidad de experimentar. Poco a poco me fui forjando, ¡y hoy tengo más películas que novelas hechas!
-Pero sos consciente de que hubo un cambio, tanto en los espectadores como en la prensa, a partir de tus trabajos en cine…
-Sí. Pero creo que eso es un trabajo que uno tiene que construir, es de adentro hacia afuera, y también es un tema de tiempo. Creo que el tiempo es como todo. Y también me siento más preparada para interpretar algunos personajes que a los 20. La experiencia, la vida, los compañeros mismos me han enseñado mucho. Creo que, además, uno se hace mejor actor con los años, si la vida te atraviesa bien, ¿no?
-El actor tiende a necesitar una dosis de narcisismo y egocentrismo. Por lo que se ve, es algo que lo manejás bien…
-Es difícil. Creo que a todos los que nos gusta que nos aplaudan tenemos un problema grande con el ego, la verdad que sí. Yo creo que es como que me relajo bastante en mi vida personal, ya tengo bastante puesta la energía en la actriz, pero es raro querer que todos te quieran y acepten tu trabajo. La verdad que es raro, es de terapia. Pero trato de tomármelo de forma natural, y también entender que si bien para mí es un juego, no deja de ser un trabajo. Es como para vos tu trabajo; para mi mamá peluquera, su trabajo, es así. Es algo divertido, por suerte, pero es natural, es normal.
-Llama la atención la falta de divismo y la cercanía con tus compañeros y la gente, en general. ¿Cuál es el secreto para mantener la humildad?
-Me gusta pasarla bien y respeto mucho al otro. Yo me siento una persona normal, común, por ahí con un trabajo que tiene cierta trascendencia, pero para mí este trabajo es un trabajo de equipo. Yo no podría hacer nada de lo que hago sola. Tiene que ver, supongo, con mis padres, la crianza. A mí siempre me han respetado y yo he aprendido eso de muy chica. Además yo siento que darle una sonrisa a la gente es mucho más fácil que tirarle mala onda, y del otro lado siempre te devuelven algo hermoso…
Mi experiencia es así. Yo tengo buena energía, y el otro tiene buena energía conmigo. Cuando veo que alguien tiene una mala energía, por lo general se genera alrededor de esa persona una energía muy densa… Yo soy como muy transparente, me gusta pasarla bien y respeto el trabajo de todos, porque obviamente me gusta que me respeten. Ahora, si no me respetan, soy brava… ¡no es que soy tranquila! (Risas).
-También lograste, en estos años, conservar tu vida privada…
-Y eso también es experiencia. En un momento me costó, era muy chica, la falta de experiencia. Después uno va forjando su personalidad, el otro va entendiendo cuál es tu manera de trabajar.
Yo, por suerte, tengo mucha variedad en mi trabajo y siento que si me hacen una nota tengo de qué hablar. Entonces no necesito hablar de mi vida privada para que me hagan una nota. Y después me siento tan expuesta, que si encima tengo que exponer eso, me da como mucho pudor.
A mí me gusta que reconozcan mi trabajo, pero no me gusta que me reconozcan a mí, personalmente, en la calle. Eso me cuesta, cuando me saludan… agradezco el cariño, pero no es que me gusta que digan: “Ahí va Natalia Oreiro…”. Es como que me gusta ser una persona común, me gusta salir a andar en bicicleta, me gusta ir al supermercado, me gusta ir al cine; y si yo encima expongo mi vida privada, es como que no tengo nada para mí.
-¿En algún momento sentiste que te consumía el personaje? Quizás en los primeros momentos de exposición masiva…
-Claro, cuando era chica por ahí no sabía tanto como manejarlo, pero la verdad que nunca la pase mal, nunca tuve un momento que diga: “La verdad que en este momento la pase mal”. Siempre me manejé relajadamente. Nunca fue traumático, por ahí antes sí… pero no, ahora lo veo a la distancia y no me resulta tan grave. (Risas). El tiempo cura todo, ¿viste?
Un día Natalia Oreiro quiso cantar, y no lo hizo a medias: firmó un contrato con la multinacional BMG y vendió más de un millón y medio de discos alrededor del mundo, con “Natalia Oreiro” (1998), “Tu Veneno” (2000) y “Turmalina” (2002). En países de Asia y Europa del Este se convirtió en la reina del pop latino, y estuvo nominada a un Grammy Latino. En diciembre próximo, volverá a los escenarios de Rusia, y posiblemente Polonia e Israel.
-En tu carrera es llamativa la faceta musical. Lograste algo que pocos actores o actrices consiguen: una repercusión internacional fuerte. ¿Cómo analizás, hoy, la experiencia de haberte jugado tan chica? ¿Fue un acto inconsciente?
-Eso sí, absolutamente. Yo, para ser actriz estaba preparada, para ser cantante no estaba preparada. Y, de alguna manera la actriz llevó a la cantante y, en ese momento, me encontré con una carrera de cantante y, sí, eso me sobrepasó un poco.
El éxito en países tan raros… pero también lo disfruté mucho, porque viajé muchas veces a Europa del Este. Yo siento que en alguna otra vida yo fui rusa, y ahora vuelvo (en diciembre). Tengo una conexión con ellos muy fuerte. Pero siempre me sentí una actriz que canta. Yo no siento que sea una cantante, soy una actriz que canta. Y cuando puedo unir las dos cosas, o en el cine o en la televisión, es donde más completa me siento. Me gusta poder bailar, poder cantar, poder hacer trapecio… prepararme para poder ser otra, para poder brindar distintas cosas, y creo que además la música y el canto –sobre todo- es un arma de comunicación muy fuerte. Uno puede comunicar muchos sentimientos, muchas veces mucho más que actuando. Y así me preparé, y seguí estudiando muchísimos años durante mucho tiempo, y de alguna manera ahora estoy retomando esa faceta.
-Con “Tu Veneno” lograste una repercusión internacional en la música, momento que coincidió con una época más oscura de tu vida privada (N. de la R.: se separó del actor argentino Pablo Echarri). ¿Sentiste, en ese momento, que la música fue tu cable a tierra?
-No, no… por ahí, en esa época yo me estaba separando o me había separado, y uno siempre cuando cambia de amor, sobre todo, siempre es doloroso. Pero estaba de gira, tenía mi banda –con la misma que vuelvo ahora–. Sí, seguramente, si quizás no hubiera tenido esa parte hubiera sido más traumático, pero no sé…
Yo siempre, como que trato de tomarme todos los procesos con mucha naturalidad. No hay en mi vida una marca traumática, ni de lo malo ni de lo bueno. Siempre es como que, bueno, fluí. Lo que sucedió, ya sucedió. Como que no me quedo pensando en lo que pasó. Estoy como en el presente. Entonces eso hace que yo no me quede aferrada a nada de eso. Ni siquiera con los personajes, por eso no quiero volver a interpretar personajes que yo ya hice con 20 años, porque soy una mujer, tengo otra edad. Por eso muchas veces me cuesta aceptar papeles, porque siento que la gente quiere volver a verme en algo que yo ya hice, y yo ha estoy para otra cosa.
-La idea de no querer repetirte también se ve en lo musical; de hecho no volviste a editar un disco con la misma compañía discográfica… ¿sentís que es miedo a repetirte?
-No sé si es miedo, es –sobre todo– a no traicionarme, a ser yo, y yo no soy la de los 18-20 años, yo ya soy otra persona, que me pasaron otras cosas… que tiene eso, porque eso acompaña mi crecimiento y mi vida, pero yo no puedo seguir haciendo lo mismo. Yo creo que a todos nos pasa.
-¿Te costo ponerle ‘stop’, en ese momento?
-No, en ese momento sentí que era el precio de mi libertad. Yo, cuando era chica, sentía algo y lo hacía… ahora, de grande, me pongo como más reflexiva, y a veces me cuesta más tomar una decisión. La termino haciendo, pero lo pienso muchas veces más. De chica no me gustaba algo, iba y lo dejaba. No me importaba qué repercusión tenía o si iba a impactar de alguna forma mala. Sentí que era lo que estaba necesitando, y en ese sentido me siento contenta conmigo porque siento no me traicioné.
-¿Cómo surgió tu regreso a las giras?
-Me venían invitando bastante de Europa del Este, de Rusia, y yo por distintos compromisos no podía ir. Y el año pasado fui a un festival grande, y ahí me di cuenta que la gente seguía ahí, seguía súper efusiva, como que no se habían olvidado de mí. Y eso me dio las ganas de volver a tocar, y acepté la propuesta. También es posible que viaje a Polonia, y a lo mejor se arma algo en Israel también.
-¿Tenés pensado grabar un nuevo disco?
-Puede ser. Es posible que esto me dé más ganas para perfilar algún disco el año próximo…
De niña a mujer, y con los cambios que conlleva ese crecimiento, Natalia Oreiro conserva la frescura, curiosidad y alegría de la misma chica que, con 17 años cumplidos, dejó su país para jugarse la vida. Algunos sueños cambiaron, pero otros seguirán para siempre: aquel viejo anhelo de ser (y hacer) feliz.
-De chica decías que tu sueño era vivir en una isla…
-(Risas) Hoy me conformo con vivir en la naturaleza. Hoy divido mis días entre la ciudad y el campo. (Tiene campos en la ciudad de Carmelo, Uruguay). Y yo me siento completa, ya con tener mis perros, mi huerta orgánica, mis árboles, un poco de naturaleza. Era muy pretencioso lo de la isla (risas).
-¿Pero dejarías tu carrera en algún momento, por una vida más tranquila?
-Creo que más adelante voy a tener una mirada más integral, me gustaría dirigir, estar más tranquila, no tan expuesta. Pero es probable que siga actuando toda la vida. O haciendo trabajos creativos en la intimidad…
-La aparición de Ricardo Mollo fue un momento fuerte en tu vida. Lograste un equilibrio con tu vida personal…
-Sí. Cuando uno está contenido en lo personal, las tomas de decisiones son más fáciles, porque no estás solo. Sabés que lo importante pasa de las puertas para adentro de tu casa… el resto deja de tener importancia. No se te va la vida en un éxito o un fracaso. Y Ricardo siempre fue muy contenedor conmigo, siempre me brindó su experiencia, siempre desde su lugar, dejándome ser. Me apoyó y me contuvo, y eso siempre me dio mucha fuerza para comerme el mundo…
-Este vínculo con Ricardo Mollo también va a lo creativo: escribieron varios temas juntos. ¿Cómo trabajan en la composición, codo a codo?
-Nosotros en casa tenemos una sala de ensayo y la música en nuestra vida es algo que está todo el tiempo presente. Él, de hecho, colabora en las películas en las que yo participo, en la música, y él me ayuda… Lo hace desde el amor, no lo hace desde el músico; desinteresadamente. Y nadie más que él me conoce, me atiende y, en general, él hace la música y yo escribo la letra.
Por estos días, Natalia presta su imagen para la campaña de Unicef Argentina y Uruguay, “Amamantar es dar lo mejor de vos”, que busca generar conciencia sobre los beneficios de la lactancia durante los primeros dos años de vida del niño. El mensaje no es casualidad: el vínculo con su hijo crece cada vez que le pide “la teta”.
-La llegada de Merlín supone un antes y un después… ¿Cómo vivís esta etapa?
-Voy aprendiendo día a día a ser mamá, porque todos los consejos que te pueden dar, en el momento, no sabés si los vas a poder usar. La realidad es que yo me siento más fuerte como persona, pero al mismo tiempo más vulnerable. Si bien antes yo trabajaba –y lo sigo haciendo– en muchas entidades con chicos carenciados, o con algún tipo de problema de salud, yo antes atravesaba esa situación brindado alegría… y no quedaba como impregnada del sufrimiento. Ahora me cuesta mucho más salir, me emociono con mucha más facilidad, no puedo ver a un niño sufrir… ¡lloro!
El otro día vi una obra de Ana María Piccio (compañera de elenco en “Solamente vos”), donde hablaban del secuestro de chicos, y yo no podía verla: ¡lloraba toda la obra! Y eso tiene que ver con un sentimiento muy maternal, que antes de ser madre desconocía. Podía imaginar, me lo podían contar, pero no tenía idea verdaderamente cómo era.
-Desde el primer día de madre hasta hoy, ¿qué fue lo que más te emocionó?
-¡Todos los días me emociono! Mi hijo sigue tomando la teta; le voy a dar hasta los 2 años, y me dice todas las mañanas: “¡Mama, tetita!”, ¡y eso me desarma!, es como que me mata…
-¿Cómo es Merlín?
-Es muy alegre. Él es todo en mi vida: es mis ojos, mi guía. Es muy despierto, y ojalá le pueda dar las armas para que sea un hombre libre, que sea él.
Cuando nombra a su hijo, se le ilumina la cara, le brillan los ojos y la emoción parece erizarle la piel. Es cuando busca una serie de fotos que lleva guardadas y nos muestra con orgullo. Ahí está Merlín: el bebé que la espera en su casa, para sonreír con ella.
jorge.coronel@abc.com.py