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Mía Luján Duarte Quintana (15) lanzó su libro de cuentos Relatos Espectrales a finales de febrero. Esta no es la primera vez que la precoz escritora publica un libro. Los primeros fueron dos cuentos breves en una antología: Aullido sin luna, un relato corto, escrito en prosa poética, y La Mutación, una narración breve de ciencia ficción, y La Sonrisa y La Sombra de los cuentos, en 2017.
Ávida lectora y fanática de las novelas góticas, cuenta que posee una colección de H. P. Lovecraft, Edgar Allan Poe, entre otros maestros del terror. “Pero no solo de maestros del terror. También tengo obras de Dickens o sagas de fantasía, como El Señor de los Anillos y unas cuantas antologías de obras más románticas, como las de Jane Austen o Louise May Alcott”, refiere.
Dueña de una inteligencia atípica, a los dos años, Mía ya había aprendido el abecedario de la mano de su madre, Noelia. A los cuatro, leía cuentos cortos; y a los ocho la mayoría de los cuentos infantiles, como Caperucita, Blancanieves, etc., ya habían pasado por sus manos, ínterin empezaba a escribir relatos cortos y le pedía a su madre leer historias más de “grandes”. Ella le recomendó Romeo y Julieta, de Shakespeare. Le tomó un poco más de un mes leerlo. “Lo leí sola, sin ayuda”, recuerda.
Ni bien terminó la lectura, pidió otra obra del mismo autor. Y así fue completando su colección. “No tengo una fuente concreta de inspiración. Por ejemplo, puedo sacar una obra de una palabra equis que no pudo encajar en otro cuento, de una situación que viví, pero de una forma más fantasiosa. Los personajes, a veces, están basados en personas que conozco o en mi mascota”, comenta.
Asegura que para escribir una obra, de un determinado género, uno debe tratar de alimentarse con libros que tengan relación con ese género. “Y para poder escribir Relatos Espectrales, me sumergí por completo en obras de Lovecraft, Allan Poe; tuve la suerte de conseguir un libro de Henry James. Todo eso para poder escribir sobre el tema de terror sicológico”, señala y agrega que hace un buen tiempo que comenzó a redactar esta obra.
Los cuentos de La Sombra los escribió después de los 10 años. En cambio, en La Sonrisa, hay cuentos que serían los primeros que escribió; por ejemplo: Libertad, el primer cuento de La Sonrisa lo empezó a escribir a los seis años. “Después de su publicación, me dije que seguiría escribiendo cosas de terror, pero que sería una novela. Está, pero a medio escribir, porque la historia quedó muy larga. Pensé: ‘No voy a poder terminar todavía. Requiere de mayor atención y una buena investigación’”, señala.
Optó por escribir otro relato de terror. Pero tenía que elegir un subgénero, porque, de lo contrario, tendría que dar muchas vueltas y cada parte requiere de una atención muy especial. Decidió que fuera solamente de terror sicológico, pero todo visto desde otras perspectivas: la mente de los personajes o enloqueciendo. “El terror sicológico es un tipo de miedo que crece dentro de los personajes, ya sea en sus cabezas o emociones. Y, al experimentar ese tipo de miedo, comienzan a cuestionarse cosas, porque la obra gira alrededor de sus dudas y sus temores, entonces, se relata desde dentro de ellos”, explica.
La obra contiene cinco cuentos largos. El más extenso es El brujo de Múnich, dividido en cinco capítulos, y abarca, prácticamente, la mitad del libro. Detalla que en ese relato existe otro tipo de miedo, hay una historia. Se desarrolla durante la caza de brujas, y, además, tiene monstruos mitológicos, de la demonología, específicamente. Escribir cada cuento le llevó un tiempo diferente. “Aproveché mis vacaciones, porque luego del primer cuento tuve un receso involuntario y, luego, retomé la escritura, pero tardé alrededor de 24 meses en terminarlo porque no tenía una idea muy concreta después de que la novela se me hizo tan larga”.
Decidió traer las ideas que quería introducir en la novela y las separó parte por parte. Entonces comenzaron a surgir diversos cuentos, a partir de otros, porque, aunque no iban a encajar, no se separaron. Confiesa que tiene una gran expectativa respecto a este segundo libro, porque su complejidad es mayor que la del primero. “La forma en que está escrito, el vocabulario que usé; sobre todo la profundidad de las tramas en la que se desarrollan los personajes son de una altura bastante interesante”.
La joven resalta que espera tratar de introducir el género del terror al mundo de la literatura paraguaya, porque si bien es muy fluida, no trabaja mucho este aspecto. “El terror es un género que está en todas partes y es uno de los pocos que podría no tener un límite. Por ejemplo, Lovecraft, el maestro del terror, introducía el miedo a través de la ciencia ficción, y aunque lo que yo hago es traer de regreso al primer monstruo, el fantasma tradicional, en esta ocasión es un monstruo que siente”.
Explica que son los miedos del fantasma, no del personaje, los que crecen dentro de la obra; por ejemplo, El Sempiterno, el primer cuento, lidia con el fantasma del olvido. Es un fantasma que tiene amnesia y se le olvida quién era y por qué quedó reducido a la nada. Después están los fantasmas de la soledad, la culpabilidad y en el último cuento está el de la demencia. “Para la Sombra Testigo, que es el último, traté de introducirme en lo más profundo de la mente de una persona ante diversas situaciones, pero que no reacciona de una forma normal por sus trastornos mentales y es así como la obra va tomando distintos tintes hasta caer en el pozo que tanto tiempo trató de evitar”.
En cuanto a su futuro, Mía Luján afirma que las letras siempre estarán con ella, sin importar la profesión que elija. “Por eso, ahora que pasé al primero de la Media, seleccioné un bachillerato de Ciencias Sociales. En el futuro quiero estudiar Derecho internacional o Relaciones internacionales y después entrar en la Academia Diplomática, porque disfruto mucho de dos cosas: la literatura y la diplomacia. Me quiero desempeñar como embajadora en un futuro”.
Mía insta a los jóvenes a que se animen a desarrollar la pasión por la literatura. “Sé que hay jóvenes que tienen mi mismo entusiasmo, pero me gustaría que fuesen más. Desearía que pudieran entrar en su interior y empezaran a escribir sus propias obras”, concluye. Y, en realidad, sería esperanzador para la literatura paraguaya que más jóvenes como ella se animaran a hacer oír su voz a través de las letras.
mpalacios@abc.com.py • Fotos ABC Color/Heber Carballo.