Museo Británico

Considerado uno de los más antiguos del mundo, el Museo Británico de Londres alberga una de las colecciones de antigüedades más grandes y famosas que existen. Es el más concurrido de Reino Unido, con cerca de seis millones de visitantes por año.

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Fundado el 7 de junio de 1753, el Museo Británico es el primer museo público nacional en el mundo. Sus colecciones permanentes, de cerca de ocho millones de objetos, se encuentran entre las mayores y más completas del mundo, e ilustran y documentan la historia y cultura humana desde sus inicios hasta la actualidad. Desde su apertura al público, el 15 de enero de 1759, el acceso ha sido gratuito. Ese año, el número de visitantes fue alrededor de 5000. En la actualidad, recibe cerca de seis millones de personas por año, lo cual lo convierte en uno de los museos más visitados del mundo, a la par del Louvre de París y el Metropolitan Museum de Nueva York.

Los orígenes del Museo Británico están ligados a los deseos del médico, naturalista y coleccionista sir Hans Sloane (1660-1753), quien coleccionó más de 71.000 objetos a lo largo de su vida y anhelaba que fueran preservados intactos después de su muerte. Con ese fin, legó toda la colección al rey Jorge II, para el Estado británico, a cambio de que sus herederos reciban un pago de 20.000 libras.

Entre los objetos de la colección estaban incluidos más de 40.000 libros y antigüedades procedentes de Grecia, Roma, Egipto, Oriente Medio y América. Estos consistían, principalmente, en libros, manuscritos y especímenes naturales con algunas antigüedades (incluyendo monedas, medallas, grabados y dibujos) y material etnográfico. En 1757, el rey Jorge II donó el Old Royal Library, de los reyes de Inglaterra y, con ella, el privilegio de recibir los derechos de autor.

Desde su origen, el museo se ubicó en Bloomsbury (centro de Londres), en la casa Montagu, una mansión del siglo XVII que pronto resultó pequeña debido al rápido crecimiento de las colecciones, tanto por las adquisiciones como por las diferentes donaciones.

En 1782 aumentó considerablemente la colección de piezas de origen griego y romano y, después de esto, en 1801 el museo adquirió una gran cantidad de antigüedades egipcias, entre las que se incluyen las momias; la impresionante Piedra Rosetta (en 1802), gracias a la cual se han podido traducir los jeroglíficos egipcios, y las esculturas del Partenón (en 1816).

Cuando el rey Jorge IV donó la biblioteca completa de su padre en 1823, el edificio del museo comenzó a resultar pequeño, por lo cual, en 1852, se construyó uno nuevo en el mismo lugar, que es el que se mantiene hasta nuestros días. En 1887, debido a la falta de espacio, la colección de objetos naturales se trasladó al Museo de Historia Natural y, en 1973, la Biblioteca Británica se independizó del museo.

Exposiciones

Los más de siete millones de objetos, procedentes de todos los continentes, que cobija el museo se encuentran ordenados según su lugar de procedencia. El museo tiene una extensión tal que, para visitarlo sin prisa, sería necesario dedicar más de un día, aunque, para ver lo más importante, una mañana puede ser suficiente. Una de las áreas que merece la pena destacar es el Gran Atrio, ubicado en el centro del museo, un enorme espacio con techo de cristal en el que se encuentra la sala de lectura de la Biblioteca Británica.

A lo largo de las diferentes salas es posible encontrar cualquier tipo de objeto, desde porcelana china hasta antigüedades prehistóricas y medievales, o monedas y medallas de diferentes periodos. Las partes más llamativas del museo son la sección del Antiguo Egipto (la mejor después de la del Museo Egipcio de El Cairo) y la de la Antigua Grecia.

Con la excepción del periodo de las dos guerras mundiales, el museo nunca se ha cerrado desde su habilitación en 1759. En 2003 celebró su 250.° aniversario con la restauración de la Biblioteca del Rey, la sala más antigua del museo, y el lanzamiento de una nueva exposición permanente de la Ilustración: Descubriendo el mundo en el siglo XVIII.

Sin lugar a dudas, si viaja a Londres y le gustan las exposiciones, el Museo Británico merece una visita y es la perfecta elección para pasar un frío día londinense disfrutando de la cultura.

Cómo llegar

Ubicado sobre Great Russell Street, para visitarlo tiene varias opciones. Si toma el metro, las estaciones más cercanas son Tottenham Court Road, Holborn, Russell Square y Goodge Street. En autobús, hay paradas en New Oxford Street, Tottenham Court Road, en dirección norte; en Gower Street, en dirección sur, y en Southampton Row. También puede ir en bicicleta; hay estacionamientos a la entrada del museo en Great Russell Street. El museo se encuentra dentro de la zona de peaje urbano y existen pocas plazas de estacionamiento en las inmediaciones, lo cual hace difícil llegar en automóvil; la más cercana se encuentra en Bloomsbury Square.

Horario

El Museo Británico abre todos los días, desde las 10:00 hasta las 17:30, y algunas galerías abren hasta las 20:30, los viernes. Solo permanece cerrado los días 1 de enero, Viernes Santo; 24, 25 y 26 de diciembre. Se necesitan unas cuantas horas para verlo a fondo, pero si no dispone de mucho tiempo y no quiere perderse ningún detalle, también puede acceder a visitas guiadas en español. Previo pago, hay agencias que cuentan con guías que en dos horas le muestran lo más importante del museo.

El edificio

El crecimiento de los fondos del Museo Británico hizo que la casa Montagu quedase pequeña, por lo que en 1852 se construyó el edificio actual, con la sala de estudio circular, de estilo neoclásico, obra del arquitecto Robert Smirke. En su fachada principal, en el frontón, se instaló un conjunto escultórico del artista británico Richard Westmacott.

La sala Duveen, que alberga la colección del Partenón, fue construida en 1938 por el arquitecto John Russell Pope, pero luego de que en 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, fuera dañada por una bomba de aviación, tuvo que ser reconstruida. Se habilitó nuevamente al público en 1962.

En el 2000 se inauguró el Gran Atrio de Isabel II (Great Court), la última gran ampliación: una plaza cubierta con techo de acero y vidrio, obra de Norman Foster, ubicada en el centro del museo; sitio que antes ocupaba la Biblioteca Británica. El Gran Atrio se ha convertido en la mayor plaza cubierta de Europa (90 x 70 m) y el techo está compuesto por 1656 pares de cristales.

En el centro del Gran Atrio se encuentra la sala de lectura, que antes formaba parte de la Biblioteca Británica, ya trasladada a su nueva sede. Los volúmenes de la sala han sido consultados por grandes personalidades a lo largo de su historia, como Karl Marx, Oscar Wilde, Mahatma Gandhi, Rudyard Kipling, George Bernard Shaw, Vladímir Lenin y H. G. Wells. La sala de lectura está abierta para cualquier persona que lo desee.

Texto y fotos

Marisol Palacios

mpalacios@abc.com.py

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