Cargando...
No puede uno imaginarse el traslado de María grávida y José, el carpintero, hasta Belén para registrarse en el censo realizado hace poco más de dos mil años. Los dolores de parto de María obligaron a la pareja a hacer un alto en el camino, buscar refugio en un establo. De esa manera, cuando el Niño Dios nació, entre pajas, pastos y vacas, también estuvo el burrito, calentando con su aliento al recién nacido. De allí a la representación del pesebre por Francisco de Asís, pasaron más de mil años y hoy es infaltable en todo pesebre que se precie.
La iconografía de la huida de la Sagrada Familia a Egipto, con José, María y Jesús, tampoco puede ser separada del borrico andador. Así como acompañó al Elegido desde su primer hálito de vida, también le condujo a su Pasión, treinta y tres años después, cuando Jesús entró triunfalmente en Jerusalén, montado en otro burro.
Entre plumas, tintas, escuderos y caballeros
Con el Quijote, el burro entró en las páginas gloriosas de la literatura y no hay autor que alguna vez, aunque sea de paso, no haga referencia al asno -su otro nombre en cuentos, novelas y poemas-, como el burrito de san Vicente (el que lleva carga y no lo siente), el burrito cordobés, con que iniciamos este trabajo; el Platero de Juan Ramón Jiménez, el Asno de Buridán, de Camilo José Cela; El asno de oro, de Lucio Apuleyo; el Bebé burrito, de Nadia Solotareff; El burrito que quería ser azul, de Hilda Perera; El burro marqués, de Helene Suzzoni; Los secuestradores de burros, de Gerald Durrell.
Además de estos autores, modernos muchos de ellos, mencionaron al burro en sus páginas autores de la talla de Aristóteles, Catón, Varrón, Plinio el Viejo, Eliano, Columela o Paladio.
Abundante en la antigüedad, el burro es un animal en proceso de extinción y, aunque usted no lo crea, como diría Ripley, el mundo está cada vez más vacío de burros, aunque para contrarrestar esa cada vez más pronunciada escasez de burros, por otro lado, abundan los asnos, y así nos va como nos va.
Orígenes del burro
Hay mucha controversia sobre el origen del burro, pero, según parece, proviene de dos troncos, uno originario del norte de Africa y otro del sudoeste asiático. En la especie de origen africana se desarrollaron dos tipos: el nubio y el somalí. El primero fue el principal protagonista de las regiones donde se desarrollaron las diversas culturas, bases de nuestra civilización.
Con el transcurso del tiempo, las hibridaciones con el somalí o con los tipos asiáticos fueron decisivos para dar lugar a otros tipos y subtipos, entre ellos el tipo sirio, extraordinariamente adaptado a las condiciones ambientales mediterráneas (áridos o semiáridos) y que, a través de Asia Menor, pobló Grecia y las islas del Egeo, terminando por ser el común e insustituible en todos los países del Mediterráneo antiguo hasta la Península Ibérica.
Con el descubrimiento de América, el burro pasó a nuestro continente y a ser parte integrante de la geografía, la cultura y el folclore local. En nuestro país, como en otras partes, el burro está casi extinguido; aunque existen zonas del país donde todavía se pueden ver recuas de burros, como la zona de Ybytymí o Puerto Casado (donde son excelentes marcadores del tiempo, pues rebuznan exactamente cada hora). Al Paraguay, los burros llegaron con los españoles hace cerca de medio milenio, desde el Perú, a través del Tucumán y Santa Fe (Argentina).
Mala (y errónea) fama
La fama de burro del burro parece provenir de su propia inteligencia -dicen que- mayor que la de los caballos. Es esa inteligencia la que, por ejemplo, en su entrenamiento, le lleva a diferenciarse del caballo y que la gente la toma como tozudez y como señal de falta de luces. Lo que pasa es que el burro, con relación al caballo, tiene las fases de su proceso de aprendizaje más cortas y rápidas, por lo que las excesivas repeticiones lo aburren (una palabra que, justamente proviene de una de las actitudes del burro: la siesta parece darle una paz que huele a miel) y frustran, dificultando la empresa a manos inexpertas que, naturalmente, culpan al jumento de sus fracasos.
Pese a lo trabajoso de su enseñanza, de su adiestramiento, la colaboración entre el hombre y el burro viene de antaño. En la actualidad, el burro es mimado hasta por las industrias turísticas y cinematográficas (ejemplo: Shrek); los zoológicos y las granjas escuela parecen garantizar su no extinción, pero aun así (aunque no tanto en nuestro medio) sigue padeciendo la sobrecarga, la crueldad, la barbarie y la malnutrición en muchos países del Tercer Mundo, donde no es raro ver a sus amos insultarlos y apalearlos hasta caer muertos, aunque el pobre animal pusiera todas sus energías en tareas imposibles para sus fuerzas.
Nuestros queridos burros
En Europa, los primeros vestigios asnales aparecen en las pinturas rupestres de Lascaux (Dordogne) y Tríos Frères (Arièges) entre los años 15.000 y 11.000 antes de Cristo y testimonian su domesticación en aquellos lejanos tiempos. Desde entonces estuvo muy vinculado a las actividades agrícolas, comerciales y sociales, cubriendo así las necesidades del hombre como medio de transporte y fuerza de tracción. El burro fue, incluso desde antes de su presencia en Europa, indispensable para la vida nómada de las tribus africanas y de Asia Menor, zonas donde cargaba toda clase de enseres, además de la producción láctea.
Por todo esto que hoy hablamos, cuando ponga la figura del burro en su pesebre, piense que no solo está allí por haber transportado a la Sagrada Familia en su periplo por tierras de Judea, sino porque siempre fue el compañero fiel de los más pobres y que, aunque vilipendiado, despreciado y golpeado, también, siempre, fue un animal que movió a la gente expresar profundos sentimientos cariñosos hacia él. Y de eso hay testimonios, como las referencias toponímicas: Aguada del Burro, en La Rioja, Argentina, por citar un solo ejemplo, y hasta tiene su Festival Nacional del Burro en Colombia.
Su nombre está presente en muchas cosas, como mataburro, puente con entramado raleado; lomos de burro, tan útiles para salvarnos de los burros al mando de un vehículo; y hasta en la política está presente, como símbolo del Partido Demócrata de los Estados Unidos. Entre nos, además del burrito de Lambaré que transportaba a las mercaderas de antaño, tuvo papeles protagónicos en señeras películas de nuestra cinematografía (La burrerita de Ypacaraí). Y, en ese contradictorio sentimiento burrístico, años atrás, con la sal de la picardía popular, aludíamos al burro para designar a un personaje de elevada posición política más célebre por su marcante que por su nombre o investidura, a quien entre burlescos y cariñosos llamábamos Ñandejára taxi.
En fin, sin temor a equivocarnos, podemos decir que el burro fue la piedra angular en el desarrollo de la humanidad. Por eso, ante la situación que atraviesa, víctima de la tecnología que lo volvió prescindible, rebuznemos todos juntos para salvar al burro de la extinción.
El burrito cordobés
Por un caminito i piedra
el burrito cordobés
la siesta parece darle
una paz que huele a miel
El arroyo canta
canta a media voz
la tarde se ha dormido junto al sol
por un caminito i piedra
el burrito cordobés
Tranquilo al trotecito
tranquilo el andar
total no tiene apuro
apuro por llegar
uy uy uy no lo apurés
uy uy uy no lo silbés
total no tiene apuro
mi burrito cordobés
Por detrás de una lomita
el lucero apareció
el viento le hace caricias
al silencio de la flor
El burrito es sombra
sombra y arrebol
lo acompaña un changuito silbador
por un caminito i piedra
el burrito cordobés
Compañeros de la vida
Tan unida está la historia del burro con la del hombre porque, desde antaño, fue el auxiliar por antonomasia de los más humildes. Fue, desde siempre, el compañero de los pobres (de los que no podían tener un buey o un caballo).
El buey era caro y el caballo, símbolo del poder, de la fuerza, de dominio y prestigio. Los desposeídos solo tenían su humilde borrico. Tradicionalmente, los burros fueron utilizados por diversos pueblos en el transporte de rebaños ovinos, en trashumancia o en movimientos locales; en labores agrícolas, transporte de cargas (leña, agua, piedras, pasto, etc.), transporte con carros, para hacer girar las ruedas de molinos y norias, transporte de artillería ligera.
Actualmente se los utiliza para el transporte de personas (gente mayor) en desplazamientos locales, transporte con rebaños de ovino, vacuno, labores agrícolas sencillas. Son criados para su utilización en paseos ecológicos; terapias para personas incapacitadas física o mental, etc.
Parientes cercanos
La mula o el mulo es producto de la cruza de un burro con una yegua. La mula, Latin mulus, es estéril y esta característica se atribuye a la diferencia en el número de cromosomas entre el burro (62 cromosomas) y la yegua (64 cromosomas).
Esto provoca que la mula tenga 63 cromosomas que no pueden dividirse. A pesar de esto, se han dado casos de reproducción en mulas.
Una mula es un híbrido entre una yegua y un burro, por lo que comparte características físicas de ambos. Del padre hereda la cabeza pequeña y ancha, las orejas largas, las patas delgadas, el cabello corto y la cola sin pelos en la raíz. La altura, el cuerpo, la forma del cuello y de la grupa y los dientes los hereda de la madre. Las mulas pueden ser del color de cualquiera de sus padres. Hay mulas marrones, negras o grises.
Al animal producido por la cruza de un caballo con una burra se llama burdégano. Aunque son físicamente parecidos y ambas especies son estériles, el burdégano es menos domesticable que la mula. Los científicos creen que las diferencias entre las especies es resultado de influencias maternas en el feto. La mayoría de los burdéganos parecen caballos con orejas largas y no es fácil distinguirlos de las mulas.