Memorias de un arquitecto

Tiene 93 años, una lucidez sorprendente y el mérito de haber sido uno de los fundadores de la Facultad de Arquitectura. Hoy, alejado de la docencia y las actividades profesionales, en la tranquilidad de su hogar, comparte su hoja de vida con los lectores de ABC Revista.

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Francisco Canese nació en Asunción el 31 de marzo de 1910. Hizo sus estudios primarios en la escuela salesiana Don Bosco, la secundaria en el colegio Nacional de la Capital, que por entonces admitía alumnos de ambos sexos. Al terminar el bachillerato, en 1928, la situación política y social del país no eran de las mejores, entonces su padre decidió enviarlo a Montevideo para seguir una carrera profesional. "Yo ni idea tenía de lo que quería seguir. Inclusive llegué a anotarme en una escuela de Medicina", recuerda, entre risas.
Al ver los cadáveres, en su primera incursión en la morgue durante una clase de anatomía, se dio cuenta que médico no sería. "Esto no es para mí, dije y salí de ahí. Tenía un amigo paraguayo de apellido Laconich que se estaba iniciando en el estudio de arquitectura, y decidí irme con él a su facultad".
El cambio tuvo su cuota de sacrificios. "Era tremendamente difícil, porque nuestro nivel de preparación de bachiller era muy insuficiente, especialmente en la parte de matemáticas y dibujo, y naturalmente tuvimos que estudiar, prepararnos para poder ser un alumno de la facultad de Arquitectura de Montevideo", explica con aplomo.
En 1935, Canese recibió el título de arquitecto. Se quedó a trabajar en el Uruguay durante 5 años, aunque "en malas condiciones económicas". Un día de setiembre de 1940, vino de visita a Asunción, y unos amigos y excompañeros de colegio le sugirieron que se instalara aquí como profesional.
"Quedate a trabajar, te necesitamos, acá no hay casi arquitectos, me dijeron. Los que me entusiasmaron para volver fueron los ingenieros Paleari y Pastor Gómez, que después fueron decanos de la Facultad de Ingeniería".

El 9 de diciembre de 1940, Canese se casó en Montevideo con su novia uruguaya Irma Azzi, y a principios de 1941 desembarcó en Asunción en forma definitiva. "Nos casamos y vinimos. Yo ya tenía un puesto como empleado del Ministerio de Obras Públicas, en Asunción. Allí inicié mis trabajos como director y encargado de la Sección de Arquitectura".
De la unión Canese-Azzi nacieron dos hijos paraguayos: Eduardo (61) y René (58 años, arquitecto como el padre, ahora ejerce la docencia en la Facultad de Arquitectura).
Pronto, las cualidades profesionales del arquitecto Canese lo situaron como uno de los más solicitados. "Mi primera obra fue una residencia que queda en la calle Humaitá casi Alberdi, casa del doctor Balmelli, un dirigente del partido Liberal", revela.
Su estilo, que él define como "arquitectura contemporánea paraguaya", de líneas simples y conceptos de comodidad, dejó su sello en varios edificios capitalinos. "Empecé a trabajar intensamente, muchas obras hice, hasta que vino la revolución de 1947. Como yo no pertenecía al partido Colorado, me persiguieron y me echaron del país. Estuve un año y medio en Clorinda (Argentina) sin poder venir. Atendía los trabajos desde allá, iba junto a mí gente que yo asesoraba".
A mediados del 49 regresó y retomó sus trabajos particulares, entre ellos el edificio del Lido Bar, que fue su primer trabajo importante en 1950.
Canese impuso sus diseños arquitectónicos en la fachada de la Aduana, en las primeras graderías del Estadio Defensores del Chaco, tribuna América, y otras construcciones sobre la calle Palma.
Una de sus obras preferidas es la que se ubica en la esquina de México y 25 de Mayo. "Ahora ya está vieja y a veces en muy malas condiciones, por falta de conservación", dice y sonríe.
Sobre la avenida Carlos Antonio López, casi frente a Canal 9 está otra casa (sede de una Universidad) que el arquitecto Canese planificó y cuenta entre sus favoritas. "Esa era mi casa", revela con orgullo.
Siete pisos tiene el más alto de los edificios que proyectó en la esquina de Palma y Alberdi. "Seguramente yo fui el primer arquitecto que levantó edificios de altura en el Paraguay", comenta.
Con la suma de experiencias en la profesión, en 1957 tuvo la oportunidad de inscribir su nombre en la lista de fundadores de la Facultad de Arquitectura en Asunción. "Indudablemente era una cosa de Estado, el general Stroessner quería que se fundara la Facultad de Arquitectura para su prestigio personal. No estábamos en condiciones de empezar, porque no teníamos personal docente para enseñar, éramos dos o tres arquitectos nomás que estábamos por acá".
Contra viento y marea, la Facultad de Arquitectura abrió sus puertas en el 57, y recibió buena cantidad de interesados en la nueva carrera. "Muchos alumnos, algunos ya medio viejos, querían seguir la carrera", cuenta a modo de anécdota.
Se anotaron 100 alumnos en el primer año. Y las clases iniciales se dieron en un aula de la Facultad de Derecho, que entonces funcionaba en la esquina de Palma y Yegros (ex-casa de Madame Lynch). "No teníamos local, no teníamos nada para empezar a funcionar", reitera.
Enseguida, Arquitectura se mudó a un edificio en construcción de la escuela Paraguay-Brasil, en Sajonia. Luego se trasladó a la calle Cerro Corá, detrás de la Junta de Gobierno, y de ahí, por largo tiempo, a la Quinta Peña, que estaba sobre España casi Perú.
"Yo era docente de muchas materias, tal es así que tengo una jubilación bastante buena", reconoce. El arquitecto Canese se jubiló en 1972. "Ya tendrían que volverme a jubilar de jubilado", dice en tono jocoso. Enviudó hace 12 años, en 1991.
¿Al ver esos edificios tan altos, qué conclusión saca de lo que es arquitectura de hoy?
"Naturalmente, mi conclusión es que, primero, es a consecuencia de la fundación de la Facultad de Arquitectura. La Facultad de Arquitectura, creo, ha producido bastantes profesionales buenos, algunos son malos también. Pasamos épocas feísimas como la época de la dictadura, en la que tuvimos un decano que fue un verdadero desastre".
Hasta hace 5 años, el arquitecto Canese seguía dibujando planos y supervisando construcciones. Ahora, a los 93, aprovecha las mañanas, junto a su inseparable amigo Marcos Chaparro, para ir al parque Carlos Antonio López a caminar.
"Después de dar mis vueltas al parque regreso a casa y me pongo a leer. Leo el semanario Brecha del Uruguay al que estoy suscripto, porque es de mi ideología política", suelta y se ríe con ganas.
Auténtico, con buen espíritu y una lucidez sorprendente, Francisco Canese se entretiene viendo televisión. Le gusta mirar fútbol, especialmente partidos de Libertad, el club de sus afectos. En su casa de la calle Colón, reina la paz. Apenas su gran danés llamado Ringo con sus ladridos, a veces, rompe el silencio que protege la vida de un hombre ilustre.
"Yo he vivido muchos años, y el Paraguay tiene su historia, y dentro de esa historia estoy metido yo, especialmente en la parte referida a la arquitectura". Todo dicho.
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