Masako ya no está triste

“¡Masako ha vuelto!” o al menos eso aseguraban periódicos de todo el mundo al verla feliz y sonriente en la ceremonia de entronización de los nuevos reyes de Holanda, Guillermo Alejandro y Máxima. Conocida por el sobrenombre de la “princesa triste”, la futura emperatriz del país del sol naciente estaba apartada de la vida pública desde hace una década.

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La princesa heredera de Japón, Masako, ha reaparecido tras casi una década retirada de la vida pública. Su incapacidad para adaptarse a las rígidas costumbres de la vida palaciega nipona y para tener un hijo varón que heredara el trono del Crisantemo le ocasionaron una depresión que se ha prolongado durante mucho tiempo y que le ha valido el apodo de la “princesa triste”.

Pero tras varios años de imágenes con el gesto serio y triste, Masako ha dado la sorpresa y ha acompañado a su marido, el príncipe Naruhito, en el que ha sido su primer viaje oficial en once años. La ceremonia de entronización de Guillermo Alejandro como monarca de los Países Bajos ha sido el evento que ha escogido para reaparecer, precisamente el mismo país al que hizo su último viaje en 2006, invitada por la reina Beatriz para pasar dos semanas de vacaciones.

Las imágenes de Naruhito y Masako (de 49 años) llegando a la solemne ceremonia de coronación han dado la vuelta al mundo, y no solo por su reaparición, también por el poco habitual gesto sonriente que la acompañaba. Vestida con un traje largo en tono dorado con sutil estampado, rematado con un cuello a la caja y un sombrero tipo birrete, la princesa mostró durante toda la ceremonia un semblante evidentemente más feliz que en anteriores ocasiones.

Retirada de la vida pública desde hace varios años —solo aparecía en contadísimas ocasiones—, la casa imperial se vio obligada a reconocer que la princesa sufría un estado depresivo inducido por el estrés de no poder concebir un hijo varón, que perpetuara la línea imperial nipona.

Aunque la casa imperial japonesa lo niega, medios de comunicación y la sociedad asumen que una de las principales razones de esta enfermedad ha sido la dificultad de Masako para adaptarse a la estricta vida palaciega nipona, anclada en tiempos medievales.

El gesto de felicidad de Masako prueba que su estado de salud ha mejorado, aunque sigue recibiendo tratamiento. De hecho, en la comitiva imperial que viajó junto a los príncipes nipones a Holanda se encontraba el jefe del Centro Nacional de Psiquiatría y Neurología, Yutaka Ono, habitual doctor del palacio imperial nipón.

Medios de comunicación de todo el mundo destacaron lo que parece ser una mejoría del estado de salud de la princesa, que aprovechó el viaje para reunirse con su padre, juez de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya, y su madre.

El conservadurismo de las casas reales europeas son una fiesta en comparación con la corte imperial nipona, fuertemente arraigada en la tradición, y donde la mujer ocupa un lugar relegado frente al hombre: debe andar siempre por detrás de su marido, no le está permitido hablar antes que él y no tiene agenda propia.

Pero la adaptación a estas normas arcaicas no sentó nada bien a la salud de la joven Masako, que con tan solo 30 años aterrizó en 1993 en una medieval corte, representando para muchos la modernización que tan vetusta institución necesitaba.

Licenciada en Economía por Harvard, en Derecho por la Universidad de Tokio y con un posgrado en Relaciones Internacionales en Oxford, Masako dijo adiós tras contraer matrimonio con Naruhito a una prometedora carrera como diplomática —habla seis idiomas— y una vida llena de libertad.

La prometedora vida como princesa que una vez pensó que viviría junto a su marido se vio truncada por la imposibilidad de concebir un hijo, el sometimiento a numerosos tratamientos de fertilidad y el aborto que sufrió en 1999. Ni siquiera el nacimiento de su hija, la princesa Aiko, en 2001, supuso una liberación.

Todo lo contrario, el nacimiento de esta pequeña abrió el debate sobre la idoneidad de cambiar la Constitución japonesa, que solo permite convertirse en emperador a los hombres, y que no hizo sino sumar presión a la joven Masako. Aunque la reforma tenía cierto apoyo popular, el nacimiento en 2006 de Hisahito, hijo del príncipe Akishino y la princesa Kiko, paralizó la iniciativa.

A pesar de lo esperanzador de la reaparición de Masako, todavía existen muchas dudas sobre su estado de salud. De hecho, el viaje a Holanda se realizó bajo la premisa de que la princesa acudiría a aquellos eventos y actividades que se decidiera sobre la marcha, de acuerdo al consejo de sus médicos y dependiendo de su estado de salud. El tiempo será el que dicte si Masako ha vuelto para quedarse o volverá a ocultar su sonrisa tras los muros de palacio.

EFE Reportajes.

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