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“Esta es mi herencia, la única cosa que traje de la casa de mi mamá cuando me casé”, dice Ediltrudis Noguera mientras acomoda la vieja tabla que perteneció a su madre y se sienta sobre sus pies en un pequeño rincón de su casa, en el barrio 21 de Julio de Tobatí. Se dispone a su “terapia” de todos los días: dar vida al barro con las manos. Es una de las artesanas más reconocidas en nuestro país, especialmente por sus obras de la serie “los gorditos”.
Ediltrudis dejó la escuela a los 13 años, ya que, según sus propias palabras, eso no era para ella. Desde entonces se dedica a la artesanía con barro, con modelos que le surgen en la cabeza, mayormente por las noches, cuando se dispone a dormir. “Parece que esperaran el momento justo en el que planeo por fin descansar, para tomar por asalto mi mente. Entonces, me concentro en guardarlas. A la madrugada, cuando me levanto a tomar mate con mi esposo, ya planeo paso a paso cada movimiento que voy a realizar para que me salga exactamente lo que quiero”, explica.
Ella viene de una familia de artesanas, de hecho, la mayor parte de la población tobateña se dedicaba a la artesanía. “Mi mamá no quería enseñarme a trabajar con barro, aunque ella y mi abuela vivían de esto, pero yo desde los cinco años me escondía para hacer mis primeras muñequitas, evidentemente, es algo innato. En mi familia antes éramos más de 15 personas dedicadas exclusivamente a este rubro, pero hoy somos apenas dos: mi hermana y yo”.
Aunque la artesanía fue lo que le permitió mantener a los ocho hijos que tiene con su esposo, Marciano Gamarra, también oriundo de la compañía 21 de Julio, Ediltrudis prefiere que sus hijos estudien y se dediquen a otras cosas. “En el Paraguay, para tener éxito, primero tenés que pisar tierras extranjeras, para que te empiecen a reconocer, de lo contrario no te valoran y no podés pedir un precio justo por tus trabajos... Ya no se gana como antes, ni se puede vivir de esto, así que, aunque de pequeños les enseño cómo se hace, prefiero que se concentren en sus estudios”.
“La artesanía en mi comunidad está perdiendo impulso; las obras ya no tienen un precio elevado ni un valor comercial que inspire a más gente a dedicarse a ello. Entonces, las mujeres buscan otros rumbos con más ganancias. Ciertamente, es un rubro que corre peligro”.
Ediltrudis nos cuenta todo esto mientras moldea un cántaro, y con su vieja cuchara, una palita y el peine de plástico de alguna muñeca va formando un rostro que denota amabilidad en la pieza. “Lo que se ve es mi naturaleza, así estoy completa; es mi vida. Sentada acá, si es que tengo algún problemita, se va. Cada objeto que formo, antes de tener un molde, tiene un destino. Mientras amaso pienso en qué voy a hacer con el dinero que gane con su venta, nunca pienso en que no voy a lograr hacer un trabajo bonito; me concentro en que voy a lograr una buena venta, mente positiva siempre. Es mi terapia personal y es lo que me hace feliz”, asegura.
mbareiro@abc.com.py