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Malala Yousafzai nació el 12 de julio de 1997, en Mingora, una pequeña localidad de Pakistán, donde, entre los años 2003 y 2009, el Tehrik-i-Taliban (TTP) ocupó militarmente el valle del río Swat, mató a muchos de sus habitantes, destruyó las escuelas y prohibió la educación de las niñas.
El 70 % de sus compañeras había dejado de acudir a la escuela por temor o por indicación de sus familias. Pero Malala, tal vez con la valentía que brinda la inocencia, encontró la forma de seguir estudiando: iba sin uniforme y ocultando sus libros.
En 2009, la niña, con solo 11 años, inteligentemente decidió contar —bajo el seudónimo de Gul Makay— en un blog diario en la página de la BBC en urdu (una de las lenguas que se hablan en Pakistán), todas sus penurias y así también descargar toda su frustración por tener que vivir bajo las reglas del régimen del TTP, además de expresar, ya entonces, lo que pensaba acerca de la educación y los derechos de las mujeres.
En secreto, entregaba sus manuscritos a un reportero de la BBC, quien luego de escanearlas, los mandaba por mail para mantener lo más protegida posible a la niña. “En el mundo —escribía— las chicas van a la escuela libremente y no hay miedo, pero aquí, cuando vas a la escuela, tienes mucho miedo de los talibanes. Ellos nos matarán. Nos lanzarán ácido a la cara. Pueden hacernos cualquier cosa”.
En otra entrega contó: “En mi camino a la escuela he escuchado a un hombre decir: ‘Te mataré’. Aligeré entonces el paso y un momento después miré si estaba detrás de mí, pero para mi alivio estaba hablando por el móvil y debía estar amenazando a otro”.
Su historia conmovió al periodista del New York Times, Adam B. Ellick, quien la entrevistó y dio a conocer su rostro al mundo…, pero también a sus enemigos. Y encendió la chispa para alimentar el fuego de la implacable persecución que se inició con amenazas de muerte en su casa y por la radio hasta que, finalmente, el 9 de octubre de 2012 su suerte estaba echada: los talibanes decidieron asesinarla.
Y casi lograron su cometido: dos miembros del TTP subieron al autobús escolar en el que se encontraba la niña, y uno de ellos preguntó: “¿Quién es Malala?”. Luego, le disparó con un fusil. Una de las balas se alojó en el cráneo y otra en el cuello. El entonces portavoz del grupo terrorista, Ehsanullah Ehsan, afirmó que volverían a intentar matarla y reivindicó el atentado en un comunicado en el que reiteraban que la sharía, que está en contra del modelo educativo secular, les obligaba a ello.
La joven fue ingresada en un hospital de Rawalpindi, cerca de Islamabad, la capital del país, donde le extrajeron una bala que tenía alojada en el cuello, cerca de la médula espinal. El 15 de octubre fue trasladada al hospital Queen Elizabeth, en Birmingham, Reino Unido, para programar las cirugías reconstructivas que debían realizarle por las heridas sufridas.
El 8 de febrero de 2013, tres meses y medio después, fue dada de alta, aunque prosiguió con la rehabilitación y tuvieron que implantarle en el cráneo una placa de titanio y también un dispositivo auditivo en el oído izquierdo.
Malala vive desde entonces en la zona de West Midlands, de Birmingham, donde su padre ocupa el puesto de agregado de educación del consulado de Pakistán. El 4 de febrero hizo su primera intervención pública, tras el atentado anunciando en un video para la creación de un fondo de ayuda para la educación en su país.
Los médicos que la atendieron cifraron entonces en unos 15 o 18 meses el tiempo para la recuperación total de la joven activista. El 19 de marzo, la BBC anunció su regreso a la escuela para seguir sus estudios secundarios en el instituto Edgbaston de Birmingham.
El 8 de octubre de 2013 fue publicada su autobiografía con el título: Yo soy Malala, escrita por la periodista británica Christina Lamb, en la que describe su vida antes y después del ataque sufrido.
En el libro, la joven pakistaní reconoce sus aspiraciones políticas, el pasado fundamentalista de su padre y se confiesa seguidora del cantante canadiense Justin Bieber, de la actriz Angelina Jolie, de la serie cinematográfica Crepúsculo y de la televisiva Betty, la fea (Betty, the ugly) .
Tras el atentado, Malala ha recibido numerosos premios por su defensa del derecho a la educación. En el año 2013, le entregaron el Simone de Beauvoir, en París, precisamente el 9 de enero, y el 22 de enero, obtuvo dos premios; uno en Madrid, el Premio Unicef, de España y el XXV Premio Catalunya.
En octubre del año pasado había sido candidata al Premio Nobel de la Paz, lo que la convirtió en la nominada más joven de la historia con solo 16 años. En octubre de 2013 fue galardonada con el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia que otorgan los presidentes de los grupos políticos del Parlamento europeo.
El 15 de enero de 2014 recibió el Premio Convivencia Manuel Broseta, junto a la científica Pilar Mateo. Este último galardón lo recogió en marzo en la ciudad española de Valencia, donde reivindicó hoy “el poder de la palabra” para luchar contra el terrorismo y defendió el derecho a la educación para aprender no solo conocimientos de materias, sino “igualdad” y “a respetar la cultura y la religión de otros”.
Malala se ha convertido en estos dos últimos años en ícono de la lucha por los derechos de las mujeres a recibir educación y fue elegida, en 2013, por la revista Time como una de las personalidades más influyentes del mundo. La joven comparte su premio con el presidente de la Marcha Global contra el Trabajo Infantil, el indio Kailash Satyarthi. El comité del Nobel destacó que Malala Yousafzai, “a pesar de su juventud, ya ha luchado durante varios años por el derecho de las niñas a la educación y ha mostrado con su ejemplo que niños y jóvenes también pueden contribuir a mejorar su propia situación”.
Congratulaciones
Muchas personalidades del mundo se hicieron eco del galardón recibido por la joven pakistaní; entre ellos, el presidente estadounidense Barack Obama la felicitó “por sus esfuerzos para promover los derechos de los niños y los jóvenes, especialmente el derecho a la educación”.
Por su parte, el primer ministro de Pakistán, Nawaz Sharif, declaró el 10 de octubre que Malala Yousafzai, es el “orgullo de Pakistán”. La directora general de la Unesco, Irina Bokova, la felicitó con las siguientes palabras. “En cuanto a Malala, está con nosotros en la lucha en favor de la educación universal, especialmente la de las niñas”.
Fuente: EFE
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