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La Constitución Nacional de 1870 estableció nuevamente el cargo y durante su vigencia ejercieron la vicepresidencia dieciocho ciudadanos: Cayo Miltos, Salvador Jovellanos, Higinio Uriarte, Adolfo Saguier, Juan Antonio Jara, José del Rosario Miranda, Marcos Morínigo, Facundo Ynsfrán, Héctor Carvallo, Manuel Domínguez, Emiliano González Navero, Juan Bautista Gaona, Pedro Bobadilla, José P. Montero, Félix Paiva, Manuel Burgos, Raúl Casal Ribeiro y Luis Alberto Riart.
La Constitución de 1870 fue derogada el 10 de julio de 1940 y se impuso como Constitución una Carta Política aprobada el 4 de agosto de 1940, que suprimió el cargo. La Constitución sancionada y jurada el 25 de agosto de 1967 tampoco contempló su existencia.
El 20 de junio de 1992, se juró la última Constitución Nacional, que restableció la Vicepresidencia de la República. Bajo su vigencia ejercieron Angel Roberto Seifart, Luis María Argaña, Julio César Franco y, últimamente, Luis Antonio Castiglioni Soria.
En total, hasta este momento, la historia del Paraguay registra veinticinco vicepresidentes de la República. En las próximas ediciones, iremos publicando sus retratos.
Bailes de antaño
Algunas de las antiguas danzas bailadas en la época colonial eran el paspié, una danza de parejas sueltas, como la gavota o el minué. También se practicaban bailes de conjunto, como la contradanza, introducida en la región rioplatense hacia 1730 y se la bailó hasta mediados del siglo XIX. El minué llegó al Río de la Plata a principios del siglo XVIII, convirtiéndose junto con los mencionados anteriormente, en favorito de la sociedad colonial. También en el siglo XVII llegó a Sudamérica la gavota, manteniendo su vigencia hasta mediados del siglo XIX. Era muy parecido al minué, aunque más alegre y con coreografía de variadas figuras.
A principios del siglo XIX, hizo su entrada el vals, que enseguida ganó popularidad. Una danza que aún hoy podemos apreciarla, aunque esté limitada como número de festivales de música folclórica, es el pericón, probablemente una variante del antiguo cielito, tan en boga en el siglo XIX. El pericón se desarrollaba al mismo tiempo que el vals, a través de distintas figuras coreográficas. Otra danza parecida al pericón era la media caña, de pareja suelta e interdependiente.
Pesebres de trinchera
El espíritu navideño se manifiesta en cualquier sitio y lugar. Protagonistas de la guerra paraguayo-boliviana cuentan que en medio del fragor de la lucha, los combatientes de la guerra del Chaco también celebraban a su manera el nacimiento del Niño Jesús. Los Gobiernos beligerantes acordaron, respondiendo a un pedido del Vaticano, cesar las hostilidades por 24 horas como tregua de Navidad. Sobre cómo celebraban la Navidad, el coronel Carlos J. Fernández recuerda en sus memorias: "en contraste más bien elocuente, las tropas, esos rudos campesinos convertidos en soldados, indiferentes casi a ellas, se aprestaron con la sencillez característica guaraní a festejar a su modo y medios disponibles esas fechas cristianas, preparando el clásico pesebre. Cada unidad tenía el suyo. No faltaron artistas improvisados que moldearon en barro imágenes de la Sagrada Familia, de los pastores y los infaltables animales bíblicos. Como adornos circunstanciales figuraban armas automáticas capturadas al enemigo. En un pesebre del Regimiento Ytororó, vimos un fusil ametrallador Berthier y una ametralladora Vickers, con sus respectivas cajas de bandas y de herramientas. Las cintas cargadas con proyectiles muy brillosos, colgaban del improvisado techo formando cortinas que daban la impresión de tratarse de unas serpientes mitológicas de relucientes escamas dentadas. La iluminación favorecía la imaginación fantasmagórica. Ella consistía en mechas de trapos que nadaban en grasas y que producían humos a modo de permanente incienso, sólo que el perfume no era precisamente el agradable de la sustancia resinosa. Los soldados de franco recorrían los pesebres de las compañías y batallones, acompañados por los infaltables músicos y cantores que entonaban algunos villancicos, entre las canciones de corte guerrero".
Typói jegua
Cuenta el viajero francés Alcide D'Orvigny, que en las primeras décadas del siglo XIX, las mujeres de la región vestían con sencillez y sobriedad. Al respecto, escribió que "el vestido de las mujeres del pueblo consiste en una camisa, unas enaguas y una manta. El blanco es el color de moda. Las camisas son de una tela de algodón que tejen ellas mismas; el cuello está cortado en cuadrado, como en el traje de las vírgenes de la escuela italiana. Está ordinariamente adornado de una puntilla calada hecha con aguja y que se admiraría hasta en nuestras ciudades; o de seda negra o azul de dos o tres dedos de ancho. Esta camisa se ata al medio del cuerpo por medio de un cinturón llamado cacuaha; la falda, llamada naguas-cuá o saicuá, es del mismo tejido que la camisa, terminado en puntilla calada, muy ancha, que por lo general
lleva arriba otra, semejante a la de la camisa (...). La manta o paño, de cinco a seis pies de largo, por un pie y medio de ancho, y hecha del mismo tejido, está más o menos cargada de puntillas en ambas extremidades, de acuerdo a la riqueza de la persona que la usa".
La Constitución de 1870 fue derogada el 10 de julio de 1940 y se impuso como Constitución una Carta Política aprobada el 4 de agosto de 1940, que suprimió el cargo. La Constitución sancionada y jurada el 25 de agosto de 1967 tampoco contempló su existencia.
El 20 de junio de 1992, se juró la última Constitución Nacional, que restableció la Vicepresidencia de la República. Bajo su vigencia ejercieron Angel Roberto Seifart, Luis María Argaña, Julio César Franco y, últimamente, Luis Antonio Castiglioni Soria.
En total, hasta este momento, la historia del Paraguay registra veinticinco vicepresidentes de la República. En las próximas ediciones, iremos publicando sus retratos.
Bailes de antaño
Algunas de las antiguas danzas bailadas en la época colonial eran el paspié, una danza de parejas sueltas, como la gavota o el minué. También se practicaban bailes de conjunto, como la contradanza, introducida en la región rioplatense hacia 1730 y se la bailó hasta mediados del siglo XIX. El minué llegó al Río de la Plata a principios del siglo XVIII, convirtiéndose junto con los mencionados anteriormente, en favorito de la sociedad colonial. También en el siglo XVII llegó a Sudamérica la gavota, manteniendo su vigencia hasta mediados del siglo XIX. Era muy parecido al minué, aunque más alegre y con coreografía de variadas figuras.
A principios del siglo XIX, hizo su entrada el vals, que enseguida ganó popularidad. Una danza que aún hoy podemos apreciarla, aunque esté limitada como número de festivales de música folclórica, es el pericón, probablemente una variante del antiguo cielito, tan en boga en el siglo XIX. El pericón se desarrollaba al mismo tiempo que el vals, a través de distintas figuras coreográficas. Otra danza parecida al pericón era la media caña, de pareja suelta e interdependiente.
Pesebres de trinchera
El espíritu navideño se manifiesta en cualquier sitio y lugar. Protagonistas de la guerra paraguayo-boliviana cuentan que en medio del fragor de la lucha, los combatientes de la guerra del Chaco también celebraban a su manera el nacimiento del Niño Jesús. Los Gobiernos beligerantes acordaron, respondiendo a un pedido del Vaticano, cesar las hostilidades por 24 horas como tregua de Navidad. Sobre cómo celebraban la Navidad, el coronel Carlos J. Fernández recuerda en sus memorias: "en contraste más bien elocuente, las tropas, esos rudos campesinos convertidos en soldados, indiferentes casi a ellas, se aprestaron con la sencillez característica guaraní a festejar a su modo y medios disponibles esas fechas cristianas, preparando el clásico pesebre. Cada unidad tenía el suyo. No faltaron artistas improvisados que moldearon en barro imágenes de la Sagrada Familia, de los pastores y los infaltables animales bíblicos. Como adornos circunstanciales figuraban armas automáticas capturadas al enemigo. En un pesebre del Regimiento Ytororó, vimos un fusil ametrallador Berthier y una ametralladora Vickers, con sus respectivas cajas de bandas y de herramientas. Las cintas cargadas con proyectiles muy brillosos, colgaban del improvisado techo formando cortinas que daban la impresión de tratarse de unas serpientes mitológicas de relucientes escamas dentadas. La iluminación favorecía la imaginación fantasmagórica. Ella consistía en mechas de trapos que nadaban en grasas y que producían humos a modo de permanente incienso, sólo que el perfume no era precisamente el agradable de la sustancia resinosa. Los soldados de franco recorrían los pesebres de las compañías y batallones, acompañados por los infaltables músicos y cantores que entonaban algunos villancicos, entre las canciones de corte guerrero".
Typói jegua
Cuenta el viajero francés Alcide D'Orvigny, que en las primeras décadas del siglo XIX, las mujeres de la región vestían con sencillez y sobriedad. Al respecto, escribió que "el vestido de las mujeres del pueblo consiste en una camisa, unas enaguas y una manta. El blanco es el color de moda. Las camisas son de una tela de algodón que tejen ellas mismas; el cuello está cortado en cuadrado, como en el traje de las vírgenes de la escuela italiana. Está ordinariamente adornado de una puntilla calada hecha con aguja y que se admiraría hasta en nuestras ciudades; o de seda negra o azul de dos o tres dedos de ancho. Esta camisa se ata al medio del cuerpo por medio de un cinturón llamado cacuaha; la falda, llamada naguas-cuá o saicuá, es del mismo tejido que la camisa, terminado en puntilla calada, muy ancha, que por lo general
lleva arriba otra, semejante a la de la camisa (...). La manta o paño, de cinco a seis pies de largo, por un pie y medio de ancho, y hecha del mismo tejido, está más o menos cargada de puntillas en ambas extremidades, de acuerdo a la riqueza de la persona que la usa".