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El señor Rojas ejerció la presidencia provisional de la República en pleno periodo de revueltas políticas. Había sido designado por el Congreso y durante su gobierno se adquirió la casa Patri para residencia presidencial (actual Dirección General de Correos); se creó la Junta Fiscalizadora para la emisión de billetes, y falleció el ex presidente Bernardino Caballero.
Una sublevación militar lo obligó a renunciar, pero es repuesto tres días después. El resto de su gobierno transcurrió en medio de convulsiones políticas, siendo obligado nuevamente a renunciar poco después.
Liberato Marcial Rojas nació en Asunción, el 17 de agosto de 1870, hijo de Gorgonio Rojas y Avelina Cabral. Fueron sus hermanos Emiliano Rojas y Gorgonio (hermano de padre, casado con Ana Dolores Franco), Silvestre (casado con Bernardina Argüello), Petrona, José (casado con Bartola Argüello), Manuel (casado con Josefa Medina), Carlos (casado con Mer- cedes Escauriza), Elisa (casada con Carlos Quevedo), Gregorio, Adela (casada con Bonifacio Samaniego), Horacio, Dolores (casada con Modesto Ibáñez), Elvira (casada con Gabriel Ocampos), Deolinda (casada con Tomás Mendoza, uno de los jefes de la revolución de 1922), Hortensia (casada con Rodrigo Solalinde) y Juan Eduardo (casado con Lucía Ocampos).
Casado con Susana Dolores Silva, fue padre de Adolfo, Hermógenes (casado con Rosa Cubas) y Julio (casado con Celia Caligaris). Falleció en Montevideo, Uruguay, el 22 de agosto de 1922.
Viajes interurbanos
Hace medio siglo, el servicio de transporte público, además del sistema tranviario y de taxis, lo hacían unas pocas empresas de micros y ómnibus. Claro, la demanda no era tanta como ahora, ni la población era tan numerosa. Para ir desde el centro a Itá Enramada, uno lo hacía por medio de la línea 1, cuya parada estaba en 15 de Agosto y Coronel Martínez (actual Haedo); la línea 10, con parada en Garibaldi y Palma, llevaba hasta San Lorenzo. La línea 20 llevaba desde Independencia Nacional y Azara hasta Trinidad; la línea 21 llevaba a Luque, desde su parada de Yegros e Ypané. La línea 23, ya entonces iba a Lambaré, desde 15 de Agosto y Coronel Martínez (Haedo); la 25 iba a Piquete Cué, con Parada en el Mercado No. 2 José Berges y San José; en esta misma parada se tomaba el ómnibus que conducía a Ñemby, la línea 73. La línea 26 iba hasta el Kilómetro 9 de la Ruta Mariscal Estigarribia, desde su parada de Yegros e Ypané. Por su parte, la línea 75, que llevaba a Ypané, salía tanto de la parada del Mercado No. 2 como de Comandante Franco (Paí Pérez) y Cerro Corá.
Bomberos pioneros
En las últimas décadas del siglo XIX proliferaban en la capital del país las casas con techos de paja, por lo que los incendios eran frecuentes, con su secuela de ingentes daños que castigaban a las familias más pobres. Para tratar de combatir estos siniestros, tuvo lugar una reunión de notables, entre quienes se encontraban Julio Cerruti, Francisco Guanes, Pedro Rodi, Aquiles Pecci, Patrocinio Zelada, Juan C. Arrúa y Andrés Moscarda, quienes invitaron a través de la prensa a autoridades, comerciantes y vecinos de la Capital, para una reunión en el teatro Nacional (actual Municipal), para formar un Cuerpo de Bomberos Voluntarios. De esta manera, esta institución se creó el 29 de julio de 1893.
La comisión directiva del Cuerpo quedó constituida con Antonio Barrera, como presidente; Julio Cerruti, vicepresidente; Pedro Rodi, tesorero; Pablo Cires, secretario y Juan de la Cruz Arrúa, Narciso Acuña Lezica y Flaviano García, como vocales. Una vez constituida la directiva de la entidad, los primeros en ingresar a ella fueron el presidente Juan Gualberto González y sus ministros Juan Bautista Egusquiza, Venancio López y José Tomás Sosa, además del jefe de Policía, José C. Meza.
Algo es algo
Leyendo diarios viejos, uno se encuentra con algunas informaciones que, a veces, mueven a la risa, o por lo menos a una sonrisa socarrona. Un suelto periodístico de febrero de 1881, por ejemplo, relata que en la procesión de la imagen de san Blas, el oficial que comandaba las tropas militares que participaron del desfile, iba muy elegantemente uniformado y "muy arrogante y bizarro", pero, tocado con un sombrero. En la edición siguiente del periódico, el oficial aclaró que se vio obligado a desfilar con esa indumentaria porque... para la hora del desfile, no le habían terminado el kepis.