Las huellas de don Giuseppe­ en el Paraguay

El próximo 4 de julio se cumplen doscientos años del natalicio del prócer de la República italiana, don Giuseppe Garibaldi Raymundo. Hombre de personalidad de múltiples aristas, la más afamada es su papel en el proceso de la unidad italiana, por medio de las guerras de independencia de ese país. Además de ello, Garibaldi fue una figura importante en el proceso de la formación de los países rioplatenses y su legado generó vínculos con nuestro país, en diversas áreas.

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­Miembro de una familia marinera, Giuseppe Garibaldi navegó el Mediterráneo y, luchando a favor de su patria como miembro de la Giovane Italia, entidad fundada por su mentor Mazzini, participó de numerosas batallas contra el yugo opresor de los austriacos.­
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Garibaldi en Suramérica­

A duras penas se escapó de ser pasado por las armas y solo un viaje salvador a bordo del bergantín Nantonnier le salvó la vida, exiliándose en el Brasil, donde siguió peleando por la libertad y en pro de las ideas republicanas; primero a favor de la República riograndense; y luego, de la uruguaya, combatiendo al frente de sus huestes, en tierras y aguas rioplatenses, cosechando valiosas experiencias que influyeron decididamente en su futuro como prócer de la unidad italiana.­

En tierras sudamericanas Giuseppe Garibaldi hizo de todo: navegante, corsario, traficante de armas, refugiado en el Uruguay, náufrago, prisionero en Entre Ríos, sometido a suplicio, guerrillero en Río Grande do Sul, teniendo como escenario de sus hazañas la Laguna de los Patos, donde conoció al gran amor de su vida y madre de algunos de sus hijos: Anita Saint Simón.­

En el Brasil, Giuseppe Garibaldi peleó durante varios años con su compatriota Livio de Zambeccari, en apoyo del jefe de la revolución republicana de Río Grande do Sul, Bento Gonçalves da Silva, contra las fuerzas monárquicas de Río de Janeiro, conocida como Revolución de los Farrapos. Se afilió a la logia masónica riograndense Abrigo de la Virtud y adoptó como uniforme característico de sus tropas la camisa y el pañuelo colorados.­

Fracasada la empresa republicana, Garibaldi se estableció en Montevideo, donde ejerció de profesor de Matemáticas y agente de comercio, actuó en la defensa de la ciudad de Montevideo a favor de los colorados de Fructuoso Rivera y en contra de los blancos de Manuel Oribe, apoyado por el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. Durante la campaña recorrió varios lugares de la provincia de Corrientes.­

Una vez pacificado, regresó a su patria para luchar contra el ejército austriaco. En 1848 vuelve a su patria para luchar contra el ejército austriaco, iniciando el largo y tortuoso camino hacia la unificación italiana, objetivo y norte de su vida.­

República o monarquía­

Pasemos a otro aspecto de la vida de Garibaldi y los hechos que lo vinculan con el Paraguay.­

Varios fueron los intentos por imponer un régimen republicano en el Brasil -o en partes del Brasil-. Tales fueron los intentos de Joaquín José da Silva Xavier, más conocido como “Tiradentes”, hacia 1792; la Revolución pernambucana de 1817, liderada por el masón Domingos José Martins; la Confencia del Ecuadro, liderada por Joaquim do Amor Ravelo e Caneca, más conocido como fray Caneca.­

El cuarto y último movimiento republicano regional fue el iniciado en 1835 como una revolución autónoma y federalista, liderada por el liberal y masón Bento Gonçalves da Silva, y se denominó República Piratini o República Farropilha. De esta campaña -conocida también con el nombre de Revolución de los Farrapos- participaron los jefes italianos Livio de Zambeccari y Giuseppe Garibaldi, iniciado como masón en la logia Abrigo de la Virtud en la provincia de Río Grande do Sul (y posteriormente afiliado a la masonería uruguaya). Garibaldi y los hombres que conformaban su regimiento (mayoritariamente compuesto por inmigrantes italianos) acostumbraban lucir camisas y pañuelos colorados.­

En la batalla de Fanfa, el general Bento Gonçalves da Silva fue hecho prisionero, pero ayudado a huir por sus hermanos masones, siguió combatiendo hasta 1840, en que tuvo que dejar el liderazgo del movimiento separatista. Fue a raíz de esta situación que Garibaldi pasó a pelear en la Guerra Grande uruguaya y luego regresó a Europa para seguir luchando en bien de su patria.­

En el proceso de pacificación de la provincia rebelde, tuvo activa participación Luis Alves de Lima e Silva, entonces barón de Caxias y, posteriormente, comandante de los ejércitos de la Triple Alianza contra el Paraguay.­

Aun después del traslado de la Corte portuguesa y fundación del Imperio brasileño, la idea de implantar una república en el Brasil siguió subyacente, especialmente en el interior de las logias masónicas y que emergieron luego del triunfo aliado sobre el Paraguay, con el Manifiesto Republicano del 3 de diciembre de 1870, de nítida inspiración masónica.­

Uno de los líderes masónicos de esos días era José María da Silva Paranhos, vizconde de Río Branco, la más lúcida conciencia del Imperio brasileño y factor principal de la política externa brasileña de la que dependía la unificación de ese país.­

Durante la Guerra de la Triple Alianza, Bento Gonçalves da Silva, antiguo jefe del prócer italiano, fue uno de los propiciadores, con el coronel Benjamín Constant de una corriente favorable al Paraguay y en contra de los designios de la Tríplice. Es justo señalar que muestra de la gratitud paraguaya al coronel Constant es la denominación de una calle capitalina en su honor.­

Garibaldi y el Paraguay­

En la posguerra, fue Parahnos quien en 1870 condujo prisionero al Brasil al general Bernardino Caballero, al negarse este a colaborar con el gobierno provisorio presidido por Cirilo Antonio Rivarola. Fue además, el que apadrinó la iniciación de Caballero en la masonería brasileña.­

Uno de los hijos del general Bento Gonçalves da Silva, llamado Bento da Silva, fue quien habría convencido al general Bernardino Caballero, llevado prisionero al Brasil, de ingresar a la fraternidad masónica y quien habría puesto al tanto al futuro estadista compatriota, de las aventuras garibaldinas en pro de la libertad y de las ideas republicanas en la efímera República de Río Grande do Sul y su papel en la lucha por la unidad italiana, que en esos días se estaba concretando.­

De regreso al país, el general Caballero, fruto de sus conversaciones con José María da Silva Paranhos, Bento Gonçalves da Silva, Benjamín Constant y otros repúblicos, puso en práctica las ideas adquiridas y, desde los momentos iniciales de la reconstrucción nacional, optó por el color rojo garibaldino para enseña de su facción política. En ese sentido, es reveladora una carta de Caballero a Juan Bautista Gill, ministro de Hacienda del presidente Jovellanos, fechada en diciembre de 1873, pidiendo la compra en Montevideo de gorros colorados, para sus hombres en la revolución contra los akã morotî (o cabezas blancas) dirigidos por el general Benigno Ferreira (notorio paralelismo entre los colorados republicanos, entre quienes combatió Garibaldi, y los blancos oribistas orientales).­

Años después, cuando en septiembre de 1887, Caballero fundó la Asociación Nacional Republicana, uno de los partidos políticos tradicionales de nuestro país, sus adherentes adoptaron la divisa garibaldina para su bandera. Así como los garibaldinos ostentaban sus camisas coloradas, hasta hoy podemos ver a los miembros de la ANR con sus camisas y pañuelos colorados al cuello.­

Garibaldi y la guarania­

Otro aspecto destacable del espíritu garibaldino tiene que ver con una de las manifestaciones artísticas cimeras del universo musical paraguayo: la guarania.­

Se preguntará qué tienen en común Giuseppe Garibaldi y la guarania. Tienen y mucho. Sin Garibaldi, otra hubiera sido la historia, o tal vez, ni siquiera hubiera existido dicho género musical.­

Me explico: El 17 de agosto de 1904 nacía de las entrañas de una humilde mujer paraguaya llamada Magdalena Flores, un niño que daría que hablar y lo sigue dando: José Agustín Flores, quien, años después adoptó el nombre con el que es conocido por todos: José Asunción Flores.­

Doña Magdalena Flores fue su madre, pero ¿quién fue su padre?­

Desde mediados del siglo XIX llegaban a las costas del Brasil (precisamente Río Grande do Sul), Montevideo y Buenos Aires, numerosos inmigrantes europeos, entre quienes se encontraba gran cantidad de italianos. Además de los factores económicos, a muchos de ellos les habían empujado las razones políticas.­

Justamente, perseguido por sus ideas políticas, un joven italiano se hizo a la mar con el sueño de venir a “hacer la América”, como otros compatriotas suyos, pero como no tenía recursos para sufragar los gastos de un viaje a tierras remotas, no encontró la mejor manera de viajar que hacerlo de polizón en el primer barco que zarpara de uno de los tantos puertos del Mediterráneo.­

El buque se hizo a la mar. Cruzó ese mar azul encerrado entre tres continentes, traspasó el estrecho de Gibraltar y surcó las aguas del océano Atlántico. En algún momento de la travesía, el joven polizón fue descubierto y, como era usual en aquella época, los que eran descubiertos viajando de esa manera eran arrojados por la borda al agua.­

Conducido hasta el capitán del buque, este le interrogó acerca de los motivos que le llevaron a tal arriesgada determinación. El joven declaró que fueron motivos políticos, que en su país era perseguido por haberse hecho uno de los defensores y practicantes de las ideas garibaldinas para unificar a su patria.­

¡Garibaldino! Ahí la palabra milagrosa. El capitán de aquel barco también era un fogueado soldado garibaldino. Y esa palabra le salvó la vida a nuestro protagonista, quien pudo pisar tierras americanas.­

Aquel joven polizón se llamó Antonio Volta, quien llegado al Río de la Plata, algún tiempo después se radicó en el Paraguay, específicamente en el serrano pueblo de Altos, donde abrió un pequeño comercio y, cuando ya establecido, envió dinero a su joven mujer, Antonia Cornaglia, quien vino al Paraguay con sus cuatro hijos: Luis Francisco, Laura, Cecilia y Juan Volta Cornaglia.­

Uñas de guitarrero
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Pasaron los años. Los hijos crecieron y pronto comenzaron a formar parejas: Luis Francisco Volta Cornaglia se casó con María Teresa Gaona, con quien fueron padres de los Volta Gaona (Enrique y Roberto), el primero, intendente municipal y destacado político colorado); Laura Volta Cornaglia se casó con Oswaldo Jaeggli, progenitores de Alfredo Luis Jaeggli Volta, conocido industrial de un pasado cercano, y de Clorinda Jaeggli Volta de Ratti, entre otros cinco hijos, y abuela de los actuales senadores nacionales Alfredo Luis Jaeggli y Alfredo Ratti Jaeggli. Cecilia Volta Cornaglia se casó con un militar de apellido Samaniego y, en segundas nupcias con un ciudadano de apellido Taranto, pero no tuvo descendencia.

Por su parte Juan Volta Cornaglia se mantuvo soltero.­ Se mantuvo soltero, porque era amigo de la vida bohemia. Gran parte de su tiempo lo pasaba atraído por los encantos de la musa Euterpe. De gran habilidad para aprender música “de oído”, era un consumado ejecutante de cuanto instrumento musical había en su época, aunque más se inclinaba hacia el mandolín, y era un infaltable serenatero de las jóvenes casaderas de su tiempo.­ Entre serenatas, peñas y juergas, Juan Volta Cornaglia conoció a una joven muchacha ribereña llamada Magdalena Flores, que vivía en la Chacarita, arrabal de gente laboriosa y humilde, pero también en donde no escaseaban las escenas de poncho y cuchillo. Extendió sus habilidades de seductor impenitente y la joven mujer, cautivada por la gracia del osado gavilán, cayó en sus brazos.

Fruto de ese instante efímero, nació José Agustín, en una casa de la calle Coronel Martínez entre Convención y Ayolas, actuales calles Eduardo Víctor Haedo, O’ Leary y Ayolas.­ Para solventar los gastos de la crianza, el andariego bohemio tuvo que, en cierta medida, sentar cabeza. Se hizo perentorio conseguir trabajo y en busca de una manera de ganarse la vida, tomó uno de los buques que hacían la carrera aguas arriba, y zarpó rumbo a los ingenios tanineros y forestales del norte: Concepción, Casado, Pinasco. Algunos de esos puntos fue el destino. Y por allá se quedó.

Envío algunas cartas y tal vez algunos billetes para su pequeño vástago, pero luego conoció a otra mujer y cerró el capítulo de su pasado tras suyo. O tal vez alguna bala asesina o algún frío cuchillazo en quién sabe qué y cuántas pendencias troncharon su vida. La verdad es que desapareció sin dejar rastros.­ De tal palo, tal astilla, aunque con la diferencia de que, al contrario que su bohemio padre, la vida de José Asunción no se perdió en los vericuetos de una vida rumbosa, sino que se hizo de un lugar en el corazón de su pueblo, que le cobijó y lo sintió y lo siente grande. Cada vez más.

Tal vez suene forzado, pero en estos hechos y acontecimientos están algunos de los vínculos que unen a Giuseppe Garibaldi con el Paraguay, además de tener su nombre grabado a fuego en la vital arteria asunceña, que la lleva desde 1871, año del regreso del general Caballero a la vida política del Paraguay y en una zona capitalina entonces poblada por bulliciosos peninsulares italianos.
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